Parte 43

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—¿Y tú perdonarías? —pregunté bajito.

—No lo sé. Tal vez sí, depende de lo enamorado que estuviera. Quizás no podría evitarlo.

—Los tíos nunca perdonan, no en los libros. Parece como si... en muchos casos el chico castigara a la chica. En este libro es que ni habla con ella, da por hecho que lo ha engañado y se va con otra. Así de fácil. Es verdad que lo pasa mal y que se le viene el mundo encima, pero... La verdad no quiero que me castiguen. No sé, tal vez valga la pena evitarlo.

—¿Tú crees que se puede evitar estar enamorado?

—Creo que no podemos evitar enamorarnos y sentir cosas, pero si podemos evitar querer.

—No te sigo... Quieres a alguien, sin más.

—Yo creo que no. Puede que no consigas evitar sentir cosas por alguien, pensar que esa persona es perfecta para ti con todos sus defectos, incluso puede que no los veas, o la atracción o el deseo... o mil cosas más, —hizo un gesto queriendo saber más—, o ser feliz solo porque esa persona está cerca y sentir que podrías dárselo todo, pero sí puedes evitar demostrárselo, dárselo y dejar que te haga daño si no siente lo mismo, si sabes que acabarás mal. —Hice una mueca de disgusto—. Igual no tengo corazón.

—Lo que tienes es mucho miedo... —Parecía triste de golpe.

—O pánico... —Me reí.

—Lo vamos a arreglar. A ver, nos vamos a estudiar y a las 6 nos vamos a por un batido de esos que te gustan.

—Hoy invito yo.

—De eso nada, la idea es mía y estás demasiado triste para discutir.

—La tristeza no te va a salvar. Hoy pago yo.

Y así, sin más, hizo que se me olvidara toda aquella tontería. Según él nuestros compañeros tenían unas vidas muy tristes y aburridas y no podían evitar meterse en lo que hacían los demás. Lo que no pude quitarme de la cabeza fue la sensación que me dejó el libro, todas las preguntas para las que no tenía respuesta y sobre todo el miedo a querer a alguien y que esa persona me hiciera sufrir solo porque podía hacerlo.

Por primera vez desde que escribía en el blog me había censurado a mí misma. Era verdad que había dicho lo que pensaba, pero me había cortado un poquito. Desde luego el párrafo que había elegido no era mi preferido ni mucho menos. Podría haber elegido cualquiera de los que describían una escena de sexo y me habría quedado tan ancha, pero poner eso en el blog, en uno que leía gran parte del instituto, no me pareció adecuado. En el instituto había compañeros que tenían doce años, seguramente algunos se lo habrían leído, pero la verdad era que yo no quería más problemas de los que ya tenía. Además habría sido complicado porque el primer beso que se daban los protagonistas se extendía alrededor de unas cinco páginas y una escena de sexo cualquiera más de diez. Al principio me pareció mucho, pero María me pilló leyéndolo y a cambio de prestárselo accedió a responder a mis preguntas. Según ella era lo normal, las escenas de más de dieciocho tenían que ser así.

De todas formas mi parte preferida del libro era la despedida, cuando él ya estaba casi bien y ella decidía marcharse. Al parecer Liam se creía que la había recuperado o que estaba en ello y Madison le contestaba que lo que ha habido entre ellos ha sido un rollo y que ella no esperaba que fuera distinto a la vez anterior, distinto a con otras mujeres. La chica era completamente sincera con él y le decía que se había dado cuenta de que le había dado al sexo más importancia de la que tenía, que la atracción y el amor no eran lo mismo y que tal vez ella esperaba demasiado.

¿Le daba está chica demasiadas vueltas a las cosas? Era posible. De todas formas en las novelas siempre pasaba eso, las protagonistas hacían un tratado de filosofía de cualquier cosa. ¿Las personas reales hacíamos eso también? Tal vez no, o unos sí y otros no. Yo ya no me sabía la respuesta para casi nada y me había sentido identificada con la protagonista en muchos aspectos.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora