Parte 67

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El viernes pensaba tomarme la tarde libre y quedar con Pablo, pero Carlos tenía prisa así que quedé con él antes para enseñarle unos cuantos pisos. Lo que no me contó María era que Carlos ya no era ese adolescente desgarbado e introvertido que pasaba la mayor parte del tiempo con videojuegos. Estaba más alto y menos tímido. Seguramente había cambiado la consola por el gimnasio. Mantenía sus rizos negros como sus ojos, pero estoy segura de que para mi hermana seguía siendo aquel chico con el que pasó más de una noche hablando a través del móvil.

El primero que le enseñé era un piso bonito al otro lado de la avenida, muy cerca del instituto y lo aceptó de inmediato, aunque yo me empeñé en que viera otros. Iba camino a The Planets, porque Pablo y yo habíamos quedado allí, cuando lo vi en la acera. Parecía que acababa de bajarse del autobús y sentí de nuevo un millón de sensaciones que me hicieron sonreír.

—Hola —le dije contenta.

—Hola.

—¿No te vas a creer a quién le acabo de alquilar un piso? Además ha sido rapidísimo. Se ha decidido por el primero que le he enseñado. —Comencé a contarle cómo eran los pisos, aunque él no iba alquilar ninguno.

—Ni idea —contestó y tuve la impresión que solo era yo la que estaba emocionada.

—A Carlos.

—¿Qué Carlos? —Sonó nervioso.

—Carlos, el gemelo. Si hubieras llegado un poco antes lo habrías podido saludar.

—¿Ese era Carlos? —Así que sí nos había visto. Me había despedido con dos besos. ¿Quién sabía lo que habría parecido desde lejos?

—Sí, está un poco distinto. María dice que está igualito, pero... Es el novio de mi hermana. —No quería que se sintiera inseguro. Nunca, nada, ni un segundo—. Se muda la semana que viene —dije riéndome.

—¿De María? ¿Novio?

—Sí, de mi hermana. —Pablo podía sentir celos, como cualquiera, pero nunca me haría una escenita, ya no. Quien te quiere no te controla, no te trata como a una propiedad, no estalla en un instante como un loco, no te castiga. Lo mismo podía aplicárseme a mí misma.

—El novio de María —repitió sonriendo.

—Sí y mi madre está encantada.

Me quedé mirándolo como si estuviera hipnotizada y lo besé, porque eso era exactamente lo que quería. Me respondió al beso de inmediato y me dio igual estar en medio de la avenida y lo rápido que pudiera extenderse el rumor, porque esta vez no era un rumor.

Después de aquel viernes hubo otros. También fui al concierto. No me disfracé. No fui en chándal. No me puse un vestido de firma. Solo fui yo. Pablo me quería entonces y me quería ahora y yo sentía lo mismo.

En junio mi jefa y yo firmamos el contrato nuevo. Me quedaré en el despacho indefinidamente y ella lo dejará cuando tenga el alta definitiva. Va a dedicarse a viajar y a disfrutar de la vida con Miguel que también se ha desentendido de la empresa. Hemos negociado un poco las condiciones, el sueldo, las vacaciones, porque, además del mes de agosto, me cogeré unos días en febrero, y la vivienda.

Me he quedado la casa del naranjo, técnicamente es de la empresa, aunque María dice que técnicamente todo es mío, incluidas las dos empresas. Estuvimos mirando cocinas y me decidí por una normalita. Los baños los he renovado. Antes de pintar quitamos las puertas de madera que separaban el salón de la zona del despacho para tener un salón más grande. No pienso trabajar el tiempo que esté en casa. Habrá unos sofás cómodos y una televisión grande para ver películas, pero la parte del despacho a excepción de unas estanterías para mis libros se queda vacía de momento, hasta que acabe la reforma.

María se casa. Me lo dijo hace unas cuantas semanas. En cuanto acabe el examen y sepa dónde va a estar se pondrá a ello. Yo calculo que para el verano que viene, septiembre a más tardar, dirá que sí. A mí me ha pedido que la ayude con todo y no he podido decirle que no. La verdad es que me alegro por ella. Es imposible no hacerlo viéndola tan feliz.

Ángela no ha sacado plaza. Según dice, ha quedado tan bien en la lista que la llamarán para ser interina antes de Navidad. Las cosas no siempre salen perfectas, ni como uno habría querido, pero amargarse no es una opción.

Ahora estoy sentada en la arena viendo la última puesta de sol de las vacaciones, mientras los demás están despidiéndose. Algunos saldrán esta misma noche y otros por la mañana. Siguen sin gustarme las despedidas, así que yo no voy a eso. Prefiero irme sola a la playa y tener un momento para mí, para pensar.

—Hola —seguro que ha dicho algo así pero yo solo he notado una mano en el hombro.

—Hola.

—¿Un helado?

—Mmm... —Lo pensé un segundo. Mi respuesta tendría que haber sido una pregunta, pero fue una afirmación—. Luego.

Pablo ya tiene las llaves de casa. Si seguía viviendo en aquel piso iba a terminar teniendo claustrofobia. Al final resultó que era una caja de zapatos, aunque con vistas y en el centro, además de carísimo. María me dice que lo que quiero es alguien que me haga la cena. Se equivoca, quiero alguien con quien hacer la cena. Ángela opina que la casa tendría que haberla comprado él porque eso es lo que pasa en las novelas, pero mi vida la escribo yo. Además me gusta esa casa, tiene un buen patio, no está adosada, me coge cerca del trabajo y de todos los que me importan y en ella no hay nada falso. 

Nota de la autora. Este es el final de esta historia. Si has llegado hasta aquí y te ha gustado no olvides votar y comentar. Para mí es importante saber tu opinión, seguro que puedo mejorar. 

La imagen del principio es de @LidiceArcos que no solo hace ilustraciones preciosas con IA sino que tiene unos libros que os recomiendo.


Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora