Parte 10

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A mis vecinos les gustaba cotillear, hacer todo tipo de preguntas incómodas y yo estaba acostumbrada a eso. Pablo no era así y me sorprendía. Por su cara él también parecía extrañado, probablemente no se esperaba que yo le soltara todo eso el primer día. Parecía interesado de verdad en mí y yo había sido durísima, le había dicho con todas las letras que mi padre había pasado de mí y que el sentimiento era mutuo. Tal vez habría sido mejor ser políticamente correcta y contárselo muchos meses después, pero esa no era yo y no iba a hacer ese papel para él. No me iba el suspense, ni mantener la intriga. La claridad era una forma de quitarle importancia y eso en nuestro barrio era una forma de sobrevivir. Tenía comprobado que cuanto más se esforzaba la gente en ocultar las cosas, más les divertía a los demás desenterrar sus secretos y esos dramas nunca han ido conmigo.

En la misma acera había una oficina de hacienda y en frente de la urbanización había una acera con tiendas y bares y nuestro sitio preferido The planets. Allí era donde nos reuníamos cuando queríamos salir de La Rosaleda, porque era muy agradable. Tenía unas bolas de colores colgadas como si fueran los planetas y muchas luces pequeñitas en el techo simulando las estrellas.

—Te parecerá un poco cursi, pero es agradable.

—The planets...—dijo medio burlándose.

—Hay unas bolas colgadas del techo, un poco cutres, como si las hubieran aprovechado de un proyecto de ciencias y el techo está lleno de lucecitas. Hay a quienes les parece romántico...

—Puede que me invite alguna chica. —Se rio con una risita ligera, la odiaba.

—Sí, claro... —Yo era idiota, eso era evidente. ¿A quién se le ocurría un comentario tan tonto? A mí que era tonta de remate. Seguramente eso pasaría pronto, había que asumirlo, yo solo esperaba que no se notase lo poco que me gustaba esa idea.

Seguimos paseando y llegamos a la zona de los centros comerciales, uno era un hipermercado y el otro tenía tiendas y cines. También por esa zona había un par de gimnasios, se los señalé por si le interesaba apuntarse a alguno, me dijo que no. Al parecer lo que le gustaba era nadar. Esa era una de las cosas que echaría de menos, porque era de esos que nadan hasta en invierno. Eso explicaba su aspecto, era un chico fuerte, pero no artificial.

Le dije que si continuábamos andando y cruzábamos la avenida podíamos llegar hasta el instituto. Como le pareció bien, pasamos unas urbanizaciones de bloques muy altos, que formaban un recinto cerrado y que dentro tenían piscina y pistas deportivas, y justo detrás estaba el instituto, "El bol". Le expliqué que era una broma sin gracia de las que se solían hacer allí.

Sentía curiosidad por su antiguo instituto así que le pregunté cómo era. Al parecer era un centro privado porque a su padre no le gustaban los de la zona y lo llevaban en un autobús escolar. Estaba acostumbrado a almorzar en el comedor y luego hacía alguna extraescolar, los días que no tenía conservatorio. Daba la sensación de que no podía tener mucho tiempo libre, se ve que lo pensé en voz alta y me dijo que eso era lo normal en su instituto. Además llevaban uniforme.

—Te parecería un rollo, aunque creo que puede estar bien. Debe ser cómodo no tener que pensar qué te pones.

—Se nota que no lo llevas, no creo que te gustara.

—Puede que sí... aquí la gente se toma muy en serio lo de la ropa, marcas, modelitos divinos, son chicos pijos. Ahh y hay normas sobre lo que puede ponerse y lo que no.

—La gente se lo toma todo muy en serio por aquí.

—Sí, lo que aquí es muy serio y muy importante no lo es fuera. Y probablemente lo que es importante de verdad, aquí se evita o se finge que no ocurre.

—No sé si me va a gustar este sitio.

—Espero que no te guste, eso sería bueno. ¿Tienes ya el horario del conservatorio? —Intenté cambiar de tema.

—Sí, tengo las clases, los lunes, miércoles y viernes. Los sábados por la mañana me pondré de acuerdo con mi profesor de siempre para dar un par de horas de clases particulares.

—Sé que estabas en superior, pero no te pregunté en qué curso.

—En primero de superior, por eso me he mudado de allí. Solo hay superior en algunas ciudades. Nos habríamos mudado el año que viene, en realidad todo habría sido el año que viene. Entre eso, lo de mi hermano, se ha juntado todo y...

—¿Te quita mucho tiempo para estudiar? —le pregunté con suavidad, ya me había dicho que la residencia era muy cara. Mi madre me había aclarado sutilmente que su padre era un poco manirroto y su madre era una artista, tocaba en un cuarteto de cuerda, pero claro eso para mi madre no era un trabajo.

—No tanto, haré lo de siempre me llevaré los libros y haré las tareas en los huecos del horario, aprendes a aprovechar el tiempo y eso. Me importa más que los estudios.

—Más que nada, por lo que parece.

—Sí —dijo sonriendo.

—Bueno, hemos llegado a casa, se acabó el interrogatorio. —Los dos nos reímos. Odiaba esa sonrisa, la odiaba porque cada vez que lo hacía, el estómago me daba un vuelco y yo me sentía morir.

El resto del día había pasado volando, él en su cuarto organizando las cosas que había traído y Ángela y yo en la piscina. No lo invité, no necesitaba volver a verlo en bañador, ya lo había visto ese verano y los anteriores y tenía su imagen grabada en la memoria. 

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora