Parte 52

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El lunes en el recreo decidimos quedar para uno de nuestros partidillos de pádel. Me tocaba recoger la cocina y di por hecho que todos se habían ido y estaba sola en casa. Subí a cambiarme de ropa y me puse el modelito de siempre. Salía de mi cuarto sin el móvil, porque había olvidado dónde lo había dejado y tampoco sabía la hora que era, cuando la puerta del cuarto de enfrente se abrió. Pablo me miraba de arriba abajo, ya había visto esa mirada antes y no retrocedí.

—Vaya —lo dijo como si con eso estuviera explicando algo y acto seguido lo tenía muy cerca de mí.

—Algún día vas a tener que explicarme qué significa eso.

—¿Qué? —preguntó con rapidez sin dejar de besarme.

—"Vaya".

—Podría explicártelo ahora, pero no creo que...

—¿Qué no crees? —dije apartándome un poco.

—Que te guste. Me imagino lo que vas a contestarme.

—Dilo —exigí.

—Me dirás que soy...

—¿Qué?

Se acercó y me estrechó. Lo entendí a la perfección.

—Me parece bien.

—¡Ah! ¿Sí?

—Sí —dije sin poder evitar sonreír.

No entendía por qué tenía que indignarme. Yo quería que él pensara en mí como yo pensaba en él, que sintiera cosas sino iguales parecidas a las que yo sentía, así que para mí estaba bien, mejor que bien, perfecto. En las novelas la chica siempre insultaba al chico, tenía que hacerlo la doble moral era así.

Aquellos besos podían hacerme perder el juicio, el poco que me quedaba, pero yo había quedado para el partidillo y ni siquiera sabía qué hora era antes de encontrármelo. Ahora tenía la noción del tiempo completamente perdida.

—Me tengo que ir. He quedado.

—Es muy temprano.

—No sabes qué hora es, ni la has mirado.

—Créeme, es muy pronto.

—Ufff... —Me estaba convenciendo.

—Quédate...

—¿Mañana?

—¿Qué? No puedes pasearte con esa faldita y luego irte.

—La has visto un montón de veces.

—Y todas he pensado lo mismo. —Esa mirada era indescriptible y me convenció. Pablo sabía que yo existía y lo sabía desde hacía tiempo.

—Ahora —dije con una voz que no reconocí, pero que era mía. Tenía que haber sido una pregunta, pero fue una orden y obedeció.

Aquel no solo fue mi peor partido, sino el peor partido que se había jugado desde que construyeron las pistas de pádel de la urbanización. Sin contar con que llegué un poquitín tarde. Mis amigas lo notaron.

—No puedes decir que estás estresada, últimamente estás sacando unas notas buenísimas y estás más contenta que nunca —soltó Ángela, como si fuera Miss Marple y aquella fuese su mejor deducción.

—¿Yo?

—Sí, quién va a ser si no. Últimamente se te escapan sonrisitas sin venir a cuento —aseguró Clau.

—Pues, no sé. No estaba muy centrada. Estaba pensando en algo distinto.

—Te encantan los misterios —dijo Nerea.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora