Parte 19

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Bruno y Ángela tenían razón cuando decían que yo no sería capaz de hacer nada en su contra y la única idea que se me había ocurrido era evitarlo. Si yo fuera uno de los chicos de las novelas que leía Claudia él ya estaría en su casa.

Para ser honesta conmigo misma Pablo era perfecto y era solo cuestión de tiempo que alguna chica quisiera salir con él o al contrario. Lo habíamos hablado en varias ocasiones y yo había intentado asimilarlo. Alguna vez lo había hablado con Bruno, porque con él podía ser clara, él lo entendía todo y habría entendido más de habérselo contado.

Con sinceridad, lo que le había dicho era poco para lo que yo estaba experimentando. Era una tortura verlo todos los días, a todas horas y no pensar en lo mucho que me gustaba, en las sensaciones que me provocaba, en las emociones que yo sentía. Todas esas cosas empeoraban la situación. Él seguía sin saber que yo existía, estaba tan claro, y yo seguía allí considerando que era la octava maravilla del mundo. Aunque en realidad yo cavilaba tanto y sobre tantos asuntos a la vez que lo raro sería que en mi cabeza no se produjera un accidente nuclear. Sí, María llevaba razón yo pensaba demasiado.

A veces pensaba que estaría bien que hubiera una mujer presidenta del gobierno, pero eso no me convertía en Clara Campoamor.

A veces pensaba en el cambio climático, porque era preocupante, pero eso no me convertía en Greta Thunberg.

A veces pensaba en la crisis económica y en la precariedad laboral, pero eso no me convertía en Christine Lagarde.

A veces pensaba que me gustaría escribir un libro, pero eso no me convertía en Doris Lessing.

A veces pensaba que me gustaría encontrar la cura para alguna enfermedad, pero eso no me convertía en Marie Curie.

A veces pensaba en mujeres que eran una inspiración que habían luchado por los derechos humanos, por los derechos de las mujeres, que habían destacado en la cultura y que habían hecho cosas importantes, pero seguía siendo yo.

A veces pensaba en tener sexo con algún chico, por si había dudas, pero eso no me convertía en nada. Solo era un ser humano, ni más ni menos.

Yo no era la chica que cruzó el patio y eso sin duda era lo peor de todo.

Hasta ese momento pensaba que noviembre era un mes triste y más triste que se volvió cuando llegó la de tecnología y anunció que haríamos un trabajo ese trimestre por parejas y que como sabía que don Emilio había hecho los grupos muy bien, porque don Emilio lo hacía todo bien, ella los iba a mantener iguales. Lo mismo ocurrió con la de lengua y esto sí que era inexplicable. Ella siempre iba por libre. Eso significaba más viernes en la biblioteca con Fran. Como decía mi abuela: "Al que no quiere caldo tres tazas".

Llegó el viernes, porque tenía que llegar. Fran estaba encantado de la vida. No sabía si por lo bien que le iba en el fútbol, por lo bien que iba el trabajo de historia, porque ahora teníamos otros dos trabajos que hacer, porque su exnovia tenía otro novio y estaba pensando en la paliza que le iba a dar... ¿Quién podía saberlo? Seguramente yo.

Pues sí, yo misma podría saber muchísimas cosas de Fran si me hubiese parado a escuchar lo que me contaba, porque mira que hablaba. Nunca en mi vida habría pensado que Fran podía hablar tanto y de tantos temas, sobre todo de tantos que no me interesaban porque la conversación casi siempre giraba en torno a él.

Después de ese viernes calcado al anterior las cosas seguían igual. Estaba pensando pedirme una beca en un país de la Unión Europea, no en serio, pero era algo a considerar. Quizás mudarme con mis abuelos, a ellos les encantaría.

El tercer viernes de noviembre el trabajo de historia estaba terminado. Había quedado genial, estaba muy bien y habíamos empezado con los siguientes. A Fran se le daba todo igual de mal y era una pena porque se esforzaba mucho. Estaba empezando a pensar que lo de llevarnos tan mal podía ser exagerado.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora