La semana siguiente me quedé en el despacho con el pretexto de adelantar trabajo. Ese era el día que su horario le permitía almorzar y pasar un rato en casa y su madre siempre le hacía algo especial. Me sentí mal, me sentí cobarde de nuevo como aquel último año de instituto. Aún así modifiqué mis horarios el resto de los días. Solo faltaban unos meses para mi próximo cumpleaños y seguía comportándome de un modo tan infantil que sentí vergüenza. No se puede ser adolescente eternamente. Así que volví a mis costumbres.
Para ese martes me había propuesto a mí misma hablar con él, como si lo tuviera todo superado, con calma. Tal vez eso era lo que quería y si llegaba a entenderlo era posible que dejáramos de vernos, aunque yo estaba en ese punto en el que ya no sabes lo que quieres, en el que todas las opciones son malas, en el que sientes que la cabeza te va a estallar. No apareció ni esa semana ni la otra.
El sábado por la tarde María me invitó a tomar algo y me preguntó sin rodeos qué me tenía tan agobiada, más que de costumbre. Me dejó claro que mamá había respondido muy bien al tratamiento y a la operación. Me dijo que habían estado hablando de mí, que estaban preocupadas, que tenía cara de haber perdido un caso importante y no era así. Le conté parte de la historia, porque estaba pasándolo mal, tanto como para que se notara. Una versión para todos los públicos.
—¿De verdad le has dicho esas cosas?
—Es muy incómodo, yo finjo que me da igual, pero estoy furiosa y disgustada y... Y después de eso ya no lo he visto más.
—¿Y no...? —Hizo un gesto con las manos que no entendí.
—¿Y no qué...?
—Pues ya sabes te ha besado, lo has besado...
—¿Cuentan los dos besos del saludo y la despedida?
—No, esos no cuentan.
—Pues, entonces no. Eso ya es bastante incómodo. Todo es incómodo. —Si me hubiera besado me habría dado algo, seguro y lo peor es que yo no deseaba otra cosa, quería besarlo pero no podía, porque eso solo sería el principio.
—Teníais mucha química y he perdido la cuenta de las veces que has dicho esa palaba.
—¿Incómodo? —pregunte riéndome—. La química no va a arreglar nada, solo va a hacer que me sienta peor. —No quería sentirme vacía, ni arrepentirme—. Créeme las personas somos algo más complicadas que los personajes de un libro y yo no puedo volver a lo de los besos y a lo demás. —No quería salir mal parada. Para mí estaba claro que si lo besaba no se quedaría en eso y para ser sincera no necesitaba ni tocarlo para saber lo que sentía.
—Liarse con un ex es un clásico. Nadie te lo reprocharía. —Soltó María como si me hubiera leído la mente.
—Yo sí me lo reprocharía. De todas formas está claro que no le importo.
—Lo que está claro es que sigues sintiendo cosas por él, aunque no quieras reconocerlo.
—Se me pasará.
—O no.
—No digas eso, ni de broma.
—No estoy de broma. Dame tu móvil.
—¿Por qué? —pregunté aunque se lo tendí de todas formas.
—Porque el mío está cargando. —Apretó los labios concentrada—. Está en Praga.
—¿El móvil?
—No, Pablo. Céntrate porque es nombrarlo y te despistas.
—Bueno, entonces solo quería cerrar esta historia.
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Deep Blue ©
RomanceLucía desea que el verano antes de empezar el último año de instituto le sirva para decidir que estudiar y comenzar a planificar su participación en el blog literario que organiza su profesora. Sin embargo su padre decide acoger durante el curso a...