Durante el fin de semana Pablo se fue a su clase y luego su padre lo recogió. Volvió el domingo por la noche. Yo me dediqué a estudiar porque esa semana teníamos dos exámenes. Lo mismo hizo Ángela en su casa, porque no se encontraba bien. El lunes no vino a clase, porque al parecer estaba con placas en la garganta.
A primera hora teníamos clase con don Emilio. Nos daba la asignatura de historia. Corría el rumor de que llevaba allí desde que construyeron el instituto y que él puso la primera piedra y supervisó las obras. Era un hombre alto y corpulento, algunos decían que había sido militar antes de ser profesor, ¿quién sabía?
Siempre me ha parecido curioso cómo hay personas que son capaces de alimentar la imaginación de los que los rodean, cómo parecen tener un halo de misterio y tal vez de despertar un morbo inexplicable. Realmente debía de tener una vida aburridísima y absurda, como era él en realidad.
Tenerlo a primera hora era una tortura, porque resultaba muy pesado. Hablaba con un tono de voz muy monótono, paladeando las palabras, arrastrándolas, repitiendo una y otra vez la misma idea cómo si no la hubiéramos oído la primera vez. Daba la sensación de que en cualquier momento te podías dormir, de hecho había gente que había dado más de una cabezada en sus clases.
Fran llegó un poco justo, vendría de pasar el fin de semana con su padre. Me vio sentada en primera fila con el hueco de Ángela libre y decidió que era su oportunidad.
—Esto, en p...
—No acabes la palabra, odio esa muletilla.
—Vale, quería... quería hablar contigo. —Sus colegas cabeceaban desde el fondo de la clase.
—No creo que tengas nada que decirme y yo desde luego no tengo nada que decirte. —Bien para un lunes a las 8:15.
—Vamos, al menos escúchame. —Estaba empezando a levantar la voz y yo a enfadarme.
—Olvídame, Fran.
—Es sobre el viernes, escúchame —casi gritó.
—No —yo también levanté la voz.
Don Emilio entró por la puerta y pidió que nos sentásemos, a Fran le hizo un gesto para que se sentase en el mismo sitio en el que estaba y se sentó en el puesto de Ángela. El infierno existía y yo lo iba a comprobar.
La clase había sido tan soporífera como siempre. Yo sospechaba desde hacía días que no avanzaríamos lo suficiente como para terminar el temario, aunque para eso tampoco había que ser muy lista. Cuando quedaban 10 o 15 minutos y pensaba que las cosas ya no podían torcerse más, empeoraron.
Dijo que el temario era muy amplio y bla, bla, bla y que "a priori" podía parecer que sí, pero que no nos iba a dar tiempo. Si había dicho "a priori" la cosa pintaba mal, muy mal.
—He decidido que vais a hacer un trabajo de investigación y después una exposición por parejas, con la persona que tenéis al lado que va a ser vuestro compañero este trimestre.
Había levantado la mano sin siquiera darme cuenta y hacía lo posible para que don Emilio me viese y me dejase hablar, pero seguía y seguía. ¡Qué hombre más cansino! Yo había perdido el hilo de lo que había dicho después de con la persona que tenéis al lado. No tenía una persona, si acaso algún tipo de ser vivo sin sentimientos.
—Sí, señorita Flores, ¿qué tiene usted que aportar a lo que acabo de decir?
—Esto... don Emilio, mi compañera es Ángela, Fran está hoy sentado aquí, pero este no es su sitio. —Había sonado tan infantil, claro que no podía dejar que esto me pasara—. El trabajo lo hacemos con nuestros compañeros, quiero decir, con los que estamos sentados desde principio de curso, ¿verdad?
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Deep Blue ©
RomanceLucía desea que el verano antes de empezar el último año de instituto le sirva para decidir que estudiar y comenzar a planificar su participación en el blog literario que organiza su profesora. Sin embargo su padre decide acoger durante el curso a...