Parte 53

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El día de la cena de graduación llegó sin que yo me diera cuenta. No quise participar en nada. Un grupo de alumnos se ofreció para organizarlo todo y alquilar un salón de celebraciones muy pijo, muy pretencioso, y que a todos les encantó. A media tarde teníamos cita en la peluquería. La idea era hacernos un moño, pero cuando me vi frente al espejo con el pelo suelto le dije a la peluquera que lo llevaría suelto, con unas ondas al agua, estilo Hollywood. Los peinados quedaron perfectos, había otras chicas esperando y ni siquiera me di cuenta de que Lola, una compañera del bachillerato de humanidades, había estado allí pendiente de todo.

De hecho una vez en la cena cuando vi que llevábamos el mismo peinado y el mismo vestido, pensé que era una coincidencia. Me lo tomé a broma. A veces pasaba que dos personajes famosos coincidían en una fiesta y los programas y las revistas del corazón repetían las imágenes una y otra vez. Mi madre contaba que una vez en una boda dos señoras muy puestas coincidieron y una de ellas fue a su casa a cambiarse de ropa. A mí me dio igual, yo tenía suficiente con el mensaje que me llegó al móvil cuando bajé al salón. "Guapa" cinco letras que hacían que mereciera la pena ir a aquella cena.

Esa noche disfruté de la comida y de la charla con gente con la que hacía mucho que no intercambiaba una palabra. Había algo extraño en el ambiente. La gente te daba besos y te abrazaba con emoción, como si el mundo fuera a acabarse en ese mismo momento. Sinceramente, me parecía que exageraban. Con el tiempo entendí que llevaban razón a algunos de ellos no volvería a verlos en mucho tiempo y a otros nunca. Estuve un rato hablando con Lola, me contó que quería estudiar pedagogía y que le encantaría trabajar en un colegio.

Era una velada calurosa y los refrescos y el agua, porque no nos servían otra cosa, hicieron estragos. El alcohol ya nos lo tomaríamos en las fiestas que se harían más tarde. En principio habíamos quedado en ir al club social como siempre, Carlos y unos cuantos más lo habían organizado todo. Camino del servicio me sentí valiente y mientras mis compañeras lloraban y se abrazaban en la cola yo envié un mensaje. "¿Bailamos cuando vuelva?"

Aquel mensaje se quedó en visto. Pablo no contestó y cuando volví al salón él ya se había marchado. En ese momento solo me encontré con Ángela que me habló con muy malos modos. Lo único que saqué en claro fue que él se había ido como alma que llevaba el diablo. Yo salí de allí del mismo modo. Llamé a un taxi y me fui directa a casa sin saber si estaría allí cuando llegara.

Cuando entré en casa procuré por una vez no dar un portazo, más que nada porque no quería que mis padres salieran de su cuarto y empezaran a hacerme preguntas. Subí hasta la segunda planta con las sandalias de tacón en una mano y con el vestido recogido con la otra. El corazón me latía rápido y me faltaba el aliento, seguramente había subido sin mirar los escalones. La duda me mataba hasta que vi luz por debajo de la puerta de Pablo. Estaba en su cuarto y eso me quitó un enorme peso de encima, aunque seguía enfadada con él. Se había largado sin avisar y después de dejar mi mensaje sin responder. Tiré los zapatos de cualquier manera en la habitación, bajé la cremallera lateral de mi vestido y cuando tuve el pijama puesto fui al baño a quitarme el maquillaje.

Al día siguiente, pese a que me desperté muy pronto, esperé a escuchar la puerta de su habitación, no quería que se fuera así, quería verlo antes de que saliera de casa, aunque sabía que iba a volver antes de comer. Lo que no podía esperar era que saldría con la mochila y un par de macutos más.

—Buenos días —susurré.

—Buenos días —contestó con desgana.

—¿Y las maletas?

—Me voy. No vale la pena quedarse. —Hizo una pausa—. Aquí todo es falso.

Después de eso se dio media vuelta. No le contesté porque no supe qué decirle. Lo vi bajar las escaleras. Escuché cerrarse la puerta y desde la ventana del cuarto de María lo vi hablar con mi madre, porque hablaba tan bajo que ni siquiera lo oía. Bajé a desayunar haciendo de tripas corazón y no me inmuté cuando mi madre empezó a preguntar por qué habíamos vuelto tan pronto y qué tal había estado la fiesta y sobre todo cuando me interrogó sobre el cambio de planes de Pablo. Yo contesté con evasivas y terminé diciéndole: "Al final te has ahorrado el taxi." Mi madre no hizo ningún comentario al respecto y yo me fui arriba con el pretexto de que tenía que ducharme y acabar de eliminar los restos de maquillaje que aún emborronaban mi cara.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora