Noviembre. Parte 18

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Siempre había pensado que noviembre era un mes triste, por muchos disfraces que te pusieras, chucherías que comieras y fiestas a las que fueses. Noviembre era un mes apropiado para el terror, las leyendas y las novelas góticas, un mes realmente literario y romántico como pocos. También pensaba que era el momento para recordar a los que no estaban y para asumir que nosotros también estábamos de paso, que cada día era uno más o uno menos según se mirase. No obstante también era posible que no conociese el alcance real de aquellas palabras y que solo el paso del tiempo me lo enseñara.

Esos primeros días de noviembre no me daba cuenta o no me quería dar cuenta de que algo a mi alrededor era un poco diferente, algo así como si la tensión en el ambiente fuera más ligera, como si la presión de la atmósfera sobre la superficie de la tierra fuera menor de lo habitual, quién sabía si incluso por debajo de lo normal.

Fran parecía comportarse como si siempre hubiésemos sido buenos compañeros, aunque a mí no me importaba lo más mínimo. Contaban las afiladas lenguas del instituto que Carmen y él no estaban juntos desde hacía algunas semanas. Debía de ser cierto, porque a ella había dejado de llevarla su padre camino del trabajo. Ahora la llevaba y la recogía un chico alto y moreno al que todos le habían visto la cara porque iba en un descapotable y por todas las fotos que colgaban en las redes sociales y que yo no había curioseado.

—¿Qué os parece el nuevo novio de Carmen? —preguntó Claudia durante el recreo.

—Guapísimo —contestó Nerea moviendo las manos, como diciendo que no se podía decir nada más.

—¿Qué te parece Lu?

—No sé Clau. No me he fijado —dije sincera.

—Eres de lo que no hay —añadió Ángela—, aunque el descapotable tampoco está mal.

—Estaría bien tener un novio con descapotable —suspiró Clau.

—Yo preferiría que el descapotable fuera mío, porque cuando pelee con él, que peleará, se quedará sin novio y sin descapotable —dije con mucha seriedad, pero todas se rieron y ni siquiera sabía por qué era tan divertido.

Era evidente que esta no era más que una de las idas y venidas habituales de Carmen y Fran. Tal vez por eso el ambiente estaba más relajado, porque las chicas estaban pensando que Fran saldría con alguna de ellas pronto.

Sin embargo no fue eso lo que pasó. Una mañana cualquiera, durante uno de esos recreos, cada vez más frecuentes por cierto, en los que Pablo y Miguel charlaban con Álvaro y Enrique, dos chicas del bachillerato de humanidades, Sara y Nuria, se acercaron a ellos y después de diez minutos se marcharon muy campantes, tocó el timbre y volvimos a clase.

Todo iba como siempre hasta el almuerzo del viernes, cuando mamá comenzó con sus preguntas. El típico interrogatorio de ese día de la semana.

—Chicos, ¿tenéis planes para hoy o dejó algo para cenar?

—Yo ceno con Ali todos los viernes, pero ayer nos invitaron a casa de Paula, una compañera de clase —contestó María. Era muy importante que mi hermana aclarase el nombre y de qué la conocía, porque así mi madre abría su fichero mental y le ponía cara a la niña en cuestión.

—Yo iré a la biblioteca y luego cenaré aquí o quizás con Ángela, no sé.

—Vas mucho a la biblioteca últimamente —dijo papá con un tono que no se sabía si era una pregunta o una afirmación.

—Tengo que hacer un trabajo para clase y allí hay muchos libros.

—¿Y aquí no? Eso suena sospechoso, no te parece Rosa.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora