Parte 60

64 11 56
                                    

Cuando llegué a casa me fui directa a mi cuarto. Pensé que tumbarme en la cama y mirar al techo me ayudaría a aclararme las ideas. No sirvió de mucho, tenía montones de ideas que revoloteaban alrededor de mi cabeza, tenía preguntas, dudas, mareo. Estaba pensando demasiado y eso nunca era bueno. Yo no era una de esas chicas que tragan con todo, tampoco quería ser como la autora de este mes que dijo que sí en un baile y se arrepintió al día siguiente. Y en medio de todo esto me di cuenta de que siempre me había definido a mí misma en negativo: "no era tal, no era cual" y la mayoría de las veces no era cierto, quería pensar que no era todas esas cosas y seguramente las había sido.

María llegó al poco rato y comenzó el tercer grado. Todas las preguntas del mundo en dos minutos. Hasta que me di cuenta de que ella lo sabía todo como siempre. Claro que lo sabía. Habían coincidido con Cris en la piscina y les había contado nuestro "extraño encuentro" como ella lo llamó y al rato se había encontrado con Pablo. Y una idea se cruzó por mi mente era María, mi María, la chica a la que él había nombrado, ¿sí o no?

—Sí, claro que he hablado con él, ¿qué se cree?

—¿Qué le dijiste y sobre todo qué te dijo?

—Pues... decir... dijo poco, la verdad, porque no lo dejé ni hablar. Básicamente, le dije que era gilipollas y que tenía que haberle dado un puñetazo cuando me lo encontré, pero que todavía estaba a tiempo... Ah y que ya podía arreglar las cosas, porque mi hermana no se merecía que todos los cretinos del barrio le arruinaran la vida. —Se encogió de hombros—. Más o menos eso. ¿Mola, verdad?

—No sé qué decirte. —Me había dejado muerta. Mi hermana también había leído Orgullo y prejuicio y estaba haciendo una adaptación libre, muy libre de la parte en la que la protagonista defendía a su hermana.

—¿Cómo que no? En todas las novelas el protagonista le pega al tipo que se pasa con su chica. Tú crees que no necesitas a nadie, pero yo no lo veo así, te hace mucha falta alguien que te defienda. Por cierto, ha estado en casa de su profesor estos quince días hasta que se han mudado al piso que mamá les ha alquilado. Ya ves que no ha ido muy lejos.

—Te has vuelto loca del todo...

—Ah ¿y no me preguntas por Fran?

—¿Qué le has dicho a ese?

—A ese nada porque ya te encargaste de él.

—¿Cuándo si puede saberse?

—Lucía, en febrero, lo dejaste en ridículo delante de medio barrio, qué creías que no le iba a importar.

—No me dio otra opción por si no te acuerdas.

—A Fran nadie le ha dicho que no, pero eso son detalles sin importancia... De todas formas las cosas se le han complicado bastante.

—¿Por...?

—El fichaje se torció y se lo han cedido a un equipo de poca monta. Te diría a cuál, pero tú de eso no entiendes. Ahhhh y Lola se va con él. Según dicen se van los tres.

—¿Con su madre?

—Ay, Lu, qué pena más grande —dicho esto se tocó la barriga.

—Ay, madre... Joder... ¿Y Ángela?

—Genial, fingiendo que esto no le importa lo más mínimo.

—Si esto fuera una novela y yo la estuviera escribiendo lo habría fichado el Manchester, el United por supuesto, y lo habría liado con una top model y se habrían comprado un loft en Londres... Y Ángela no se habría fijado nunca en él.

—Claro, claro. Ángela habría tenido mucha suerte —dijo muy satisfecha. —A este le das una vida de diseño y a Pablo... Bueno, a él no sé, parece que no quieres ni verlo ni oírlo.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora