Parte 31

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Cuando había llegado a casa María estaba en la cocina. Ella y su visión naif de las cosas.

—Hola, Lu. Dime ¿estáis saliendo ya? —Lo dijo y comenzó a hacer ruidos de besitos.

—Hola. ¿Qué? No. Claro que no —conteste de malas maneras. No lo pude evitar, de verdad que no. Estaba mal y no pude hacer nada, no tenía control sobre mi cara.

—No te lo tomes así, eres tan aburrida como mamá. Es muy mono.

—María no digas eso, ni de broma —mi expresión tenía que decirlo todo—. No sé cómo se te ocurre eso, Fran pasa de mí...

—No sé, eres lista, guapa, divertida... lo lógico es que pase de ti.

—¡María!

—¡Lucía, todo te viene mal! Ya no sé qué decirte.

—Nos vamos a comer la cena fría —dije con preocupación. Así que se acercó hasta la puerta de la cocina para llamar a Pablo.

—¡Además de todo eres un cotilla! ¡Cómo si no tuvieras bastantes defectos!

—Bueno, ¿cenamos ya? Tengo hambre —dije para cambiar de tema y sobre todo porque sentía la necesidad de defenderlo incluso de las bromas de María.

—Deberías contarnos algo, algún secretito. Es lo justo por escuchar a escondidas.

—No estaba escuchando.

—No te lo crees ni tú. Cuenta, cuenta.

—No sabía que esto era una fiesta de pijamas —soltó con desgana.

—Sois unos aburridos.

—Estoy poniendo la comida en los platos y ceno, podéis seguir discutiendo si queréis.

—No estamos discutiendo —dijo María—. La semana que viene no ceno aquí, me aburro.

—No quiero ni pensar de que habláis tú y tus amigas.

—Pues de lo mismo que vosotras. —Y entonces lo pensé, cada vez hablábamos menos de chicos o por lo menos yo. Eso tenía que ser buena señal, aunque a Pablo no podía ni mirarlo en ese momento—. ¿No tienes ganas de cenar? —le preguntó mirándolo fijamente.

—No muchas.

—¿Será porque hemos descubierto que eres un cotilla? No te lo tomes así —dijo entre risas.

—No, no es nada. Algo me habrá caído mal.

Los tres hacíamos como si todo fuera muy normal, pero no lo parecía. Pablo daba la impresión de estar enfadado por algo. Podían ser tantas cosas que no sabía con qué quedarme. Por mi parte yo tenía tanto que pensar que al rato de cenar había dicho que me iba al cuarto porque estaba cansada y quería leer antes de dormirme. Lo que quería era estar sola. Cinco minutos después escuché la puerta de enfrente. Casi estaba tentada de ir hasta su cuarto y disculparme otra vez, solo pensarlo hacía que volviese la misma sensación de calor.

La verdad era que no estaba muy tranquila, había ido lavarme los dientes y no dejaba de pensar en mandarle un mensaje al menos, así me ahorraba que me viera la cara, pero al salir él abría su puerta.

—Hola, siento lo de esta tarde. El accidente. —Sonreí un poco.

—No te preocupes. No te disculpes más —parecía tranquilo—. Y tú ¿qué tal?

—Bien. No me pasó nada creí que me iba a matar, pero no ha habido suerte. Me habría ahorrado los exámenes —contesté riéndome. No sabía si solo preguntaba por eso y, como todos daban por hecho que la tarde prometía, decidí contárselo, aunque no tenía porqué—. Y luego, bueno, lo de estudiar, tenía tantas dudas que no sé cómo he llegado a tiempo de cenar. Fran es imposible. —Y casi tuve miedo de que supiese que lo de menos había sido estudiar, no podía contarle todo los demás.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora