Parte 66

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—¡No me puedo creer que le dijeras eso!

—María, habla más bajo que toda la pizzería te va a oír.

—No me va oír nadie, los miércoles siempre hay poca gente.

—Lo del martes fue demasiado...

—Deja que lo adivino ¿incómodo?

—Intenso.

—Me dijo que nos tomásemos algo y que podíamos quedar otro día y le dije lo más suavemente que pude que no hacía falta que hiciera esto que ya estaba todo claro.

—No me lo puedo creer.

—Yo qué sé. No quería ser desagradable, pero tampoco quería que hiciera eso.

—¿Invitarte a salir?

—Hacer el control de daños, venir a ver si estoy bien y fingir que somos amigos.

—¿Y estás bien?

—Estoy muy ocupada...

—Bueno, ¿entonces amigos?

—No es eso lo que quiere.

—¿Y tú?

—No, eso ya lo intenté y salió fatal. Tampoco quiere que le haga la declaración de la Renta y casi mejor.

—¿Mejor?

—No quiero saber cuánto gana. No pienso salir con un tío que gana más que yo.

—¿Así que vais a salir? —Se rio—. Por cierto, me encanta cuando hablas como un tío, se me ponen los pelos de punta. Mira —dijo señalándose el brazo. —Además es profesor, no ganan tanto.

—Me invitó a un concierto a finales de abril.

—No me lo puedo creer.

—Sí, hemos hablado por teléfono, sobre todo con mensajes. Por lo visto dice que solo tiene esta invitación. —Negué con la cabeza al recordar su torpeza—. Bueno, y la suya. Ya sabes cómo es, se hizo un poco de lío, pero esta vez solo hay dos entradas. Cuando le dieron el sobre devolvió el resto.

—Ay, madre. ¡Qué romántico! —Me miró a la cara intentando averiguarlo—. Vas a ir ¿verdad?

—¿Sí?

—Podrías estar más animada. Es como si quisiera empezar de nuevo sin errores.

—A ratos siento pánico. —María necesitaba una explicación—. No quiero que quiera salir conmigo porque yo... Ya sabes. Por todo lo que le dije. Joder, confesé como una idiota. —Hice una pausa y bebí agua—. De todas formas las cosas ya nunca serán como pudieron ser.

—Eso es una locura tan grande... Claro que no, serán como sean ahora.

—De todas formas lo he llamado hace un rato para quedar este viernes por la tarde para tomar algo y no me preguntes porque lo mismo no me quedo a cenar.

—Ay madre y qué ha dicho unas palabras mágicas.

—Si quiero que funcione tengo que pedírselo yo.

—Puede que él tuviera las mismas dudas que tú.

—Ya lo sé. —Suspiré.

—¿También sabe lo del pseudónimo que utilizas? He visto la foto que ha puesto en el perfil, la misma que tú tenías en el corcho de la playa y en el de tu cuarto hasta que llegó él.

—Su madre estaba ordenando fotos antiguas y vio una de hace muchos veranos. Estábamos los tres en el paseo marítimo. Él llevaba una camiseta turquesa con un logo de surf de un color más oscuro y debajo ponía "deep blue". Desde que la vio empezó a pensar y a darle vueltas a las cosas y además ha leído lo que he publicado estos años.

Deep Blue ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora