Siempre se ha dicho que los dioses son crueles cuando conceden nuestros deseos. Por fin había llegado junio y yo no sabía si alegrarme o no. Daba igual, estaba tan mal de ánimo que nada que hubiese ocurrido me habría alegrado. Se había terminado el curso. Solo teníamos que ir algunas horas al instituto a dar algunas clases de preparación para los exámenes de selectividad. No iríamos todos porque había gente que no haría la prueba y otros se apuntarían a una academia para hacer un cursillo intensivo. Eran solo unos días y después todo cambiaría, empezaría en la universidad con gente nueva, todos me llamarían por mi nombre, sin motes, sin pasado. Sin Pablo.
Me tumbé en la cama y cambié el tono de mi móvil por una canción que había descargado. Me salí de todos los grupos del instituto. Me quedé solo con el de mis amigas. Comprobé que ya no recibiría llamadas ni mensajes de algunos números. Puse una imagen en mis redes sociales de una persiana bajada con una frase que decía: "Cerrado por selectividad" y bajé a desayunar como si no pasara nada.
Me di cuenta de que las cosas se habían ido de las manos sin que yo pudiera hacer nada. No me pregunté a mí misma si estaba preparada para todo lo que había ocurrido y era evidente que no lo estaba. Había dado demasiado, había dado todo lo que había podido. Al principio había tratado de convencerme de que él podía no sentir lo mismo y de que no tenía que significar lo mismo para los dos. No pasaba nada porque la vida y los libros estaban llenos de amores no correspondidos. Sin embargo las razones y los propósitos se desvanecieron tan pronto que ahora solo me quedaba asumir que la vida no era una novela de amor.
Mi madre estaba en la cocina esperando con todas las preguntas preparadas, María se habría encargado de contarle algo. Sin embargo por una vez yo también se lo conté todo, porque sinceramente estaba cansada de fingir y nada me importaba ya. Incluso le enseñé las fotos, que a ella no le causaron ningún impacto, ni siquiera había dudado. Sabía que no era yo.
—¿Para tanto ha sido lo de ese chico?
—No, la verdad. Tengo ya superadas las tonterías de Fran y yo nunca he sentido nada. Ya sabes... por él.
—No me refería a él. Hubo un tiempo en el que pensé que él te acabaría gustando, porque los chicos malos son como son, pero si te sirve de algo Fran no te haría feliz, es de los que solo dan disgustos y no pasan la pensión.
—Y eso es muy importante ¿por...?
—Yo quiero que seas feliz y buena persona y muchas otras cosas, pero sobre todo feliz. En cuanto a la pensión, si eres independiente y te ganas bien la vida no tiene ninguna importancia. Me gustaría equivocarme, pero Fran acabará haciéndole daño a quien tenga cerca. Digan lo que digan los libros, los chicos malos no tienen alma. —Mi madre no se equivocaba nunca, esta vez no iba a ser una excepción—. De todas formas, yo te preguntaba por Pablo.
—Pues, entonces sí ha sido para tanto. —Para qué ocultarlo, para qué...
—Sabía que traería problemas, esta clase de problemas. —Me miró con comprensión—. Me di cuenta a principios del verano de que te miraba de una forma... especial y tú no parecías darte cuenta, sabía que iba a ser una situación difícil y no podía decir que no —dijo encogiéndose de hombros—. Miguel sintió pena de Pablo. Él quiso hacer periodismo o comunicación audiovisual y no pudo, porque su padre quería que estudiara una carrera de ciencias, así que cuando dijo que se venía con nosotros acepté porque sabía que para él era importante.
—Pablo también me gustaba —respondí muy bajito, aunque no era una pregunta—. Y creí que podíamos... que éramos... casi algo.
—Eso también lo sabía. Estoy aquí para lo que necesites, para lo que quieras.
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Deep Blue ©
RomanceLucía desea que el verano antes de empezar el último año de instituto le sirva para decidir que estudiar y comenzar a planificar su participación en el blog literario que organiza su profesora. Sin embargo su padre decide acoger durante el curso a...