Capítulo 31.   Dos manipuladoras con una misión.: La trampa. 1. 

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Mackenzie. 

Boston, 2024, en dirección a Jamaica Plain Casa de la familia Hernández.  

Mientras miraba por la ventanilla de la limusina, decidí que no preguntaría más donde íbamos, mi madre no soltaba prenda, y mi padre, por claro instinto de supervivencia, y para que la mujer que amaba no se lo hiciera pagar más tarde, no iba a soltar prenda. 

Tenía una ligera sospecha cual era el interés de mi madre, para que yo asistiera a esta fiesta, seguro que la amiga o amigos de mis padres, tenía un ejecutivo, o heredero, soltero al que mi madre intentaría presentarme, con pretensiones claras.  

No era la primera vez que me hacía algo como esto, por otro lado mi madre debería haber aprendido hace años, que hacerme este tipo de encerrona, sólo la avergonzaba más, desde muy pronto, aprendí que ante estos trucos sucios de mi madre, yo sólo tenía que comportarme como lo que todos creías que yo era, una heredera caprichosa, malcriada y exigente, la millonaria más insoportable y odiosa que existía, tras unas horas con ese ser en el que me transformaba, el posible pretendiente, salía corriendo como alma que lleva el diablo, mientras que mi madre me miraba con esa mirada que dice claramente. "Lo has hecho otra vez, en casa hablamos", esa mirada que sólo sabe hacer una madre, cuando no quiere decirte nada, delante de la gente. 

-" Mamá te lo advierto, como esto sea un truco de los tuyos, tipo casamentera, te recuerdo que, no me hago responsable de la vergüenza que pases después, aviso para que no te lleves sorpresa."- le dije sin mirarla mientras me sorprendía que las casa y paisajes que veía en el exterior, no fuera de grandes mansiones con grandes vallas, sino pequeñas casas unifamiliares, con jardín trasero, y piscinas prefabricadas.  

- "¿A dónde me llevara, la señora O ¨Sullivan?"- pensé. 

-" Ves cómo me habla tu hija, Sean, la culpa es tuya, tanto negociar con ella desde niñas, la ha hecho creer que puede amenazarme, escúchame bien niñata malcriada, a tu padre podrás manejarle como quieras, pero cuidadito con las amenazas, vacías o no, que le haces a tu madre, te recuerdo que todo lo que aprendiste, en este terreno, lo aprendiste de mí, así que, más te vale que te comportes, o no te gustara como me voy a vengar por hacerme pasar vergüenza, Mackenzie O 'Sullivan, y esto no es un aviso, es una realidad."- me respondió mi madre, haciendo que yo la mirara. 

Iba responderle de eso era totalmente injusto, que yo era una adulta, pero un toque disimulado con el píe de mi padre, me hizo mirarlo, y con los ojos me avisó. 

- "Lo siento, princesa, esta no la ganas, y menos con tu madre así, recula"- sabía que me decía eso con los ojos, no era la primera vez me miraba así, y tengo reconocer que las veces que no le hice caso a su advertencia, luego los hechos me demostraron, que él tenía razón, así que me mordí lo labios, para girarme, como una niña pequeña enfurruñada, hacia la ventana de la limusina. 

Nadie que me viera en ese momento, pensaría que esa mujer medio amulada, y caprichosa, era en realidad la CEO de uno de los grupos empresariales más importantes de Boston, pero esto el algo que siempre me ocurre cuando discuto con ese ser, maravilloso e increíble, que me dio la vida, la adoro, pero a veces me desespera, sobre todo con esa molesta manía de meterse en mi vida. 

Estaba tan ensimismada en rumiar mi frustración, que ni me di cuenta de que la limusina, junto a los otros coches que nos acompañaban donde iba los escoltas, a lo tipo recepción presidencial, se habia detenido delante de una preciosa casa unifamiliar. 

La casa era de tres plantas, con tejas de color negro, tipo pizarra, y paredes de color rojizo con esquinas en blanco, que formaban todo el perfil de la casa. Los marcos de los grandes ventanales eran blancos. Tenía un jardín delantero muy bien cuidado, con varios setos y arbustos recién cortador, circulando por en medio del jardín, había un camino de piedra gris que llevaba a un porche blanco, en un lateral del frontal de la casa. Del techo del porche colgaba un columpio de madera, tipo balancín, para dos personas, también de color blanco, sobre el columpio, se encontraban algunos cojines floreados de color rojo, verde, blanco y beis claro, con aspecto cómodo, en una esquina del porche, hacía el interior, se encontraba la pueta de entrada, que también era blanca, con unas pequeñas ventanitas de cristal, en forma arco, vamos una puerta típicamente bostoniana. 

El Ardiente Capricho de la CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora