Capítulo 29.  Cambios no deseados en la vida de la CEO. 

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Mackenzie. 

Boston, 2024, Charlestown Mansión del O 'Sullivan. 

- "¿Sabes que soy mayor de edad? y esto que estás haciendo se puede considerar un maldito secuestro, señor O 'Sullivan"- le dije enfadada a mi padre.  

Después del incidente de hoy, y ante la ansiedad de mamá gallina de mi madre con por su polluelo, tuve que prometer, que esta noche, cenaría con ellos y la pasaría en la mansión, para lo que no estaba preparada, y desde ya digo que fue una trampa orquestada por el ex CEO de la compañía, o sea mi padre, era que tras cenar, al ir a su despacho para calmarle, por lo que Carlos había descubierto, mi padre ejerciera su poder paterno para obligarme a permanecer en la mansión hasta que las cosas se resolvieran. Solo me faltaba eso. 

- "Pues ya sabes, denúnciame, ¿Quieres que te marque a la policía?"- me dijo mi padre con una sonrisa ofreciéndome su móvil, ya que sabía que el mío lo había perdido en el accidente, no accidente, en el ascensor. 

- "Muy gracioso, papá, esto va en contra de lo que me has enseñado, y lo sabes, no puedes pretender que yo me quede aquí hasta que descubramos al culpable, tengo muchas cosas, y un grupo que dirigir."- le dije enfadada, colocando mi mano en una de mis caderas, mientras con la otra golpeaba la mesa del despacho, colocada frente a mi padre, que ahora estaba sentado en su sillón.  

- "Yo quizás no pueda, y después de discutir contigo durante horas, negociar y renegociar, a lo mejor hasta puedes salirte con la tuya, pero qué pasaría si tu madre se entera que estos extraños accidentes, no lo son tanto."- me dijo mi padre con una sonrisa de lobo empresarial. 

- "¿No serías capaz?"- le dije alarmándome ante la expectativa de lo que supondría para mi vida. 

- "Bueno hija, me asombra que me preguntes eso, eres lo que más quiero en la vida, junto a tu madre, puedo perder el grupo, que todo salte por los aires, si con ello salvo tu vida, soy capaz de hacer lo que sea porque tú estes protegida, incluso a usar ese As bajo la manga."- me dijo mi padre, mirándome serio, y supe que no era un farol.  

- "¡No es justo! Yo tengo mi piso, y mi vida, no quiero que nada cambié. "- dije haciendo un mohín, como si fuera a llorar en cualquier momento. 

Era un maldito ardid, un último recurso al que estaba recurriendo, algo que siempre había funcionado con mi padre, comportarme como una niña pequeña y caprichosa, algo que había aprendido de la observación de mi progenitora, que, en otro contexto, que ni deseo pensar, por ser antinatura, lo solía usar mi madre para doblegar a su devoto marido.  

- "Ante esta diferencia de opiniones, ¿vamos a por el desempate, hija? Creo que deberíamos ingresar a tu madre a esta conversación a ver qué opina."- dijo mi padre haciendo un amago de tocar el botón que comunicaba con el servicio. 

- "Esta bien, tú ganas, pero sólo me quedo quince días, luego me vuelvo a mi ático."- le dije seria, a modo de advertencia.  

- "¿Qué ático, hija? Que recuerde es una propiedad del grupo, no tuya. Si de repente, con mis influencias lo alquilamos para altos ejecutivos que nos visitan, no estaría incumpliendo con nada."- me dijo de nuevo el viejo lobo. 

- "¡'Papá hay momentos que...!"- le dije enfadada, pero él me interrumpió serio, mirándome. 

- "Ahora no lo entiendes, mi vida, te hemos criado muy independiente y autosuficiente, pero si alguna vez te enamoras y tienes hijos, comprenderás porque actuó así, el día que supe que iba a ser padre, supe que mi misión en la vida es darte lo mejor y que nunca, mientras yo viva, te pase nada, menos cuando sea causado por errores que yo cometí previamente, así concédeme eso al menos, sí te pasara algo, nunca me lo perdonaría."- me dijo mi padre levantándose de su silla para abrazarme.  

Simplemente tuve que ceder, no puedo permitirme que mi padre este tan alterado cada vez que salga, tras una larga conversación más tranquilo llegamos a un contrato de los nuestros, yo aceptaría quedarme en la mansión, y accedería también a tener escoltas especializado, soló si conseguía un especialista en seguridad que conviviera durante un tiempo conmigo, y que mi padre aprobara, hasta que el sospechoso fuera descubierto y apresado, podía volver a mi maravilloso ático. 

- "¿Se puede saber que estáis tramando ustedes dos?"- dijo mi madre cuando entró en el despacho, como siempre hacía, cuando llevamos mucho tiempo en él, es más de una ocasión amenazó con poner cámaras espías en el despacho de mi padre cuando nos reuníamos. 

- "Nada, sólo que tu hija ha decidido quedarse una temporada en casa. ·"- dijo mi padre poniendo una sonrisa inocente. 

- "¿Qué la señorita "Yo soy libre, no quiero ataduras paternas" ha decidido voluntariamente quedarse en casa de sus padres? Eso no me lo creo, ahora sí sé que estáis tramando algo. ¿Me lo vais a decir, o tengo que averiguarlo?"- pregunto mi madre mirándonos con esos ojos verdes como si fuera una serpiente hipnotizante, mientras mi padre y yo aguantábamos la primera oleada del interrogatorio, tipo SSC, de la mejor interrogadora que ningún gobierno puede tener. 

Ni siquiera nos movimos, ni pestañeamos, cualquier cambio de postura suponía dar ventaja a la señora O 'Sullivan, y eso era un gran error. 

No sé si me entienden, no soy la única que tiene una madre, son los seres más perceptivos del mundo, tú, confiada, puedes creer que la estas engañando, que no te va a descubrir, y de un solo pestañeo, que no controlaste en un momento, ya estás perdida, sabe que la has mentido, es como si en el tiempo que estuviste dentro de ella, o te crio, hubiera grabado en su software de madre, el significado de cada expresión que haces.  

Si alguien cree que alguna vez a engañado a su madre, debo decirle que lamentablemente el engañado es él, a una madre nunca la engañas, te hace creer que lo has hecho, o bien por se deja engañar, o porque espera a que bajes la guardia.  

Así que cuando la sonrisa "de ya averiguaré que tramáis" se dibujó en los labios de mi madre, supe que el tiempo de mi padre, las autoridades, y el mío, para descubrir al culpable, se había acortado significativamente, sobre todo poque teníamos una bomba de tiempo sobre nuestras cabezas. Y no sólo porque, seguramente, sin contemplar los convenios de ginebra sobre prisioneros, mi madre me encerraría bajo miles de puertas, torres, fosos con cocodrilos, y un ejército armado hasta los dientes, sino porque era muy capaz de, sin pruebas, reunir a los sospechosos, y aniquilarlos uno a uno, por solo sospechar que habían amenazado a su retoño, y ni poco, o nada, le iba a importar a esa madre coraje que fuera familia de su esposo, cuando se trataba de su marido o su única hija, mi madre no atendía a razones.  

- "Bien, ¡No hay prisa!, por cierto, el sábado vendrás con nosotros, al cumpleaños de las hijas de una amiga mía."- me dijo como si no hubiera pasado nada. 

- "No pued..."- comencé a decir, pero mi madre me interrumpió. 

- "O bien, nos podemos quedar todos aquí reunidos, todo el fin de semana, conversando, sobre lo que no me habéis contado..."- la interrumpí. 

- "¡Voy!, ¡Claro que voy!"- le dije sonriente para mirar después a mi padre preguntándole con la mirada ¿De qué iba todo esto? 

Mi padre simplemente hizo en gesto de silencio total, y eso me preocupó, siempre que lo hacía quería dejarme claro que todo lo tenía que ver con mi madre, y sus planes, él, por propia conservación, se acogía a la quinta enmienda.  

El Ardiente Capricho de la CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora