¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La garrapata del Claro ════ ⋆★⋆ ════
El sol aún no había comenzado a calentar completamente el Claro cuando la caja se abrió, como todos los días. Pero hoy, algo era diferente. Newt, que observaba desde su habitual rincón cerca de los cultivos, levantó la vista al escuchar el sonido familiar. Al principio, pensó que era solo otra nueva llegada, alguien más para añadir a la mezcla caótica que ya era su vida en el Claro. Pero cuando vio a la nueva chica salir de la caja, algo en él se detuvo.
Gia.
Su nombre le llegó rápido por las voces entre los chicos, pero para Newt, el momento quedó marcado por una sola imagen: ella. No era solo su aspecto —aunque su pelo oscuro y ojos profundos llamaban la atención— sino algo más, algo que resonaba en el fondo de su pecho. Había algo en su postura, en su manera de mirar al Claro con esos ojos llenos de asombro, que hizo que Newt no pudiera apartar la vista.
Las bromas y las risas sobre la novata no lograban distraerlo. Sabía que, como siempre, Gia estaría confundida, perdida en ese mar de extraños. Nadie sabía qué esperar al principio, pero Newt, sintiendo una inexplicable necesidad de acercarse a ella, comenzó a caminar hacia la caja.
—Bienvenida al Claro —dijo, su voz más suave de lo que pensaba.
Gia levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de él. Algo pasó, un destello que hizo que su corazón latiera un poco más rápido, pero ella rápidamente apartó la mirada, incómoda.
—Gracias… —respondió, su tono tímido pero firme.
Newt sonrió, una sonrisa cálida que solo los chicos del Claro conocían bien, y se acercó a ella con más confianza.
—No te preocupes, te acostumbras. Al principio es… abrumador, pero tienes que tomarlo con calma. Si necesitas algo, yo… —se detuvo, sin saber qué decir. No era como si estuviera acostumbrado a ofrecerse así a alguien, pero con ella era diferente.
Gia asintió, aún sin hablar mucho, y eso fue suficiente para que Newt decidiera seguir cerca de ella. Desde ese momento, no pudo evitarlo. A cada paso que Gia daba en el Claro, él estaba allí, atento, asegurándose de que no se sintiera perdida o asustada. Si ella se distraía con las cosas que no entendía, Newt estaba cerca para explicarlo todo pacientemente. Si alguna vez parecía decaer, él estaba listo para ofrecerle una sonrisa tranquilizadora. Sin que ella lo pidiera, siempre estaba allí, como una sombra que la acompañaba.
Al principio, los chicos del Claro se burlaban, como siempre lo hacían, pero el apodo comenzó a tomar forma.
—¡Mira, ahí viene la garrapata! —gritó Minho un día, con su típica sonrisa burlona.
Y, como siempre, los demás chicos no pudieron evitar reírse. Newt no respondió, solo los miró con una mirada resignada. Ya sabía que no podría escapar de las bromas.
—¡Eh, no te preocupes, Newt! —dijo Thomas, bromeando—. Es solo una forma cariñosa de decir que no puedes separarte de ella.
Newt solo frunció el ceño, pero en el fondo no le importaba. En cuanto a él, esos comentarios no eran más que palabras vacías. Porque cada vez que veía a Gia, cada vez que veía su rostro iluminado por una sonrisa, sentía que el mundo cobraba algo de sentido.
En una tarde calurosa, mientras todos trabajaban, Gia se acercó a Newt, que estaba reparando una parte del muro. Ella parecía algo molesta, sus ojos llenos de frustración.
—¿Qué pasa? —preguntó Newt, dejando la herramienta a un lado y levantándose para acercarse a ella.
—Nada, es solo… —Gia suspiró, pasando una mano por su cabello—. No sé si soy buena para esto. Todo el mundo aquí parece tener un propósito. Y yo… yo solo estoy aquí, sin saber qué hacer.
Newt la miró con atención, y por un momento, no dijo nada. Solo la observó, como si quisiera asegurarse de que entendía cada palabra.
—Lo que no entiendes, Gia, es que nadie tiene todo resuelto aquí. Ninguno de nosotros. Todos estamos intentando encontrar nuestro camino. Lo importante es que sigas adelante, aunque no tengas todas las respuestas. —Hizo una pausa, y luego sonrió suavemente—. Y, si alguna vez te sientes perdida, sabes que estaré aquí. No tienes que hacerlo sola.
Gia lo miró fijamente, los ojos suavizándose lentamente ante la calidez en sus palabras. Algo cambió en ese momento, una conexión silenciosa que entrelazaba sus destinos de una manera tan delicada que ni siquiera sabían cómo había comenzado.
—Gracias, Newt —dijo ella, su voz apenas un susurro.
Él asintió, una sonrisa sincera jugando en sus labios.
—No tienes que agradecerme. —Su tono se volvió más suave, más íntimo—. Lo haría sin pensarlo.
Con el tiempo, las bromas sobre "la garrapata" se fueron suavizando, y Gia comenzó a sentirse más cómoda. A veces, cuando los chicos del Claro la veían caminar junto a Newt, ya no se reían tanto. Habían llegado a entender que había algo más entre ellos, algo que no se podía poner en palabras.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse, Newt y Gia estaban en silencio, observando cómo las sombras se alargaban sobre el Claro. Él le ofreció una flecha que había estado afinando, y cuando sus dedos se rozaron al entregársela, ambos sintieron algo en el aire. Algo que no necesitaba ser dicho, pero que flotaba entre ellos.
—No lo sé, Newt —dijo Gia, rompiendo el silencio, mientras sus ojos se encontraban con los de él—. No sé qué haría sin ti.
Él la miró, los ojos llenos de una ternura que nunca había mostrado antes.
—No tienes que preocuparte por eso, Gia. No te dejaré ir. No ahora, no nunca.
Y, en ese momento, ambos supieron que lo que habían comenzado como una simple conexión entre compañeros del Claro se había transformado en algo más profundo, algo que no podía ser detenido. Newt, la "garrapata" del Claro, había encontrado algo que, por primera vez, no quería soltar.