🫦Capítulo 82🫦

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CONNOR

Tomé a Ángela en mis brazos y miré al doctor acercarse.

—"Llévela a la habitación".

Caminé para llevarla a la habitación; Walter no se movió de donde estaba. Entré en la habitación y coloqué suavemente a Ángela en la cama.

Cuando lo hice, le quité el cabello que le había caído en la cara mientras la llevaba en mis brazos. La enfermera entró y volvió a ponerle los aparatos.

—"No se preocupe, su esposa está bien, solo necesita descansar y mañana puede llevársela a casa".

Miré al doctor. —"Gracias".

Todos salieron, dejándome solo con Ángela. Las lágrimas llenaron mis ojos; me culpaba porque no llegué a tiempo para salvarla. Sabía que nunca iba a volver a ser la misma, ni siquiera yo.

Aunque no lo conocí, todavía lo quería y sé que ella lo quería más que yo.

Coloqué mi mano en su cara. —"Te voy a proteger contra todo, hasta contra ti misma. Quien se atreva a tocarte un cabello, lo mataré sin importarme si es mujer o el mismo diablo".— Me incliné para darle un beso. —"Nadie nunca más te va a lastimar".

Walter entró a la habitación. —"Ve a descansar, yo me quedaré cuidándola".

Me giré a mirarlo. —"No me moveré de aquí".

—"Pues aquí nos quedaremos los dos".

Fue y tomó asiento en el mueble que estaba en la habitación para visitas; yo estaba en una silla pegada a la cama de Ángela.

Miré por la pequeña ventana que tenía la habitación y ya estaba oscureciendo. Agarré la mano de Ángela. No supe cuántas horas pasaron, pero no supe que me había quedado dormido hasta que una mano en mi hombro me despertó.

Miré para ver a Walter parado a mi lado. —"Ya podemos llevarnos a Ángela; el doctor acaba de darnos el permiso para llevárnosla".

No esperé más tiempo y tomé a Ángela en mis brazos y la coloqué en la camilla; todavía seguía inconsciente.

Sacamos a Ángela del hospital y la llevamos directo a la mansión de Walter; era la casa a la que fui cuando lo seguí. Entré y llevé a Ángela a su habitación.

Alrededor de media hora después, Ángela empezó a abrir los ojos, así que me acerqué a ella rápidamente.

Cuando por fin ella abrió los ojos, me miró.—"¿Dónde estoy?"

—"En casa de tu padre, tranquila".

—"Donato, tengo que matar a Donato".

—"Lo matarás cuando estés bien, no te preocupes; yo mismo te lo entregaré en tu mano para que hagas lo que quieras con él".

Un Romance Mafioso © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora