Capítulo 70. Peligrosa Adicción

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La sensación era tan intensa que apenas podía respirar

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La sensación era tan intensa que apenas podía respirar. El espejo frente a nosotros reflejaba nuestros cuerpos en un juego de luces y sombras, donde el deseo se dibujaba en cada movimiento.

Su pene se deslizaba dentro de mí con una precisión casi calculada, como si cada embestida estuviera hecha para provocarme una oleada de placer, lenta, profunda, que me hacía arquear la espalda. Todo en el era suave, pero firme. Cada vez que me miraba a través del espejo, sentía su dominio sobre mí. No necesitaba palabras, nuestros cuerpos se hablaban en un lenguaje ancestral, de lujuria y pasión desenfrenada. El roce de su piel contra la mía, el calor que emanaba de su cuerpo, era lo único que podía percibir.

Su mano se enredó en mi cabello, tirando apenas lo suficiente para hacerme cerrar los ojos y soltar un gemido ahogado. La fuerza de su agarre en contraste con la ternura de sus embestidas me hacía perder la noción del tiempo. Nuestros cuerpos se balanceaban en una danza lenta, una y otra vez, buscando ese punto donde el placer se desborda. Él lo sabía, podía sentirlo en cada centímetro de mi piel. Sabía exactamente cuándo presionar más, cuándo ralentizar, cómo hacerme desear más con cada respiración. De repente, me giró con una facilidad que me dejó sin aliento.

Ahora, frente a él, mi espalda se apoyaba en el frío mármol del lavabo, mientras mis piernas se abrían instintivamente. Su pene, aún palpitante, rozaba mi abdomen mientras me observaba con una mirada de pura adoración y deseo.

Sus labios encontraron los míos en un beso que parecía no tener fin, cargado de hambre, mientras sus manos exploraban mi cuerpo, deteniéndose en cada curva, en cada pliegue. Bajó lentamente, dejando un rastro de besos que quemaban sobre mi piel, hasta que llegó a mis senos.

Sus labios atraparon mis pezones, haciéndome estremecer mientras sus manos sostenían mis caderas, inmovilizándome ante su toque.
Seguía descendiendo, sin prisa, como si cada segundo fuera una eternidad.

Cuando su boca alcanzó mi entrepierna, un gemido escapó de mis labios sin que pudiera controlarlo. Su lengua, suave y húmeda, trazaba círculos sobre mi clítoris, haciéndome arquear la espalda y entrelazar mis dedos en su cabello.

Mi cuerpo temblaba bajo su dominio, mientras él me sostenía con una mano firme y elevaba una de mis piernas sobre su hombro. Sus labios se cerraron sobre mi entrada, chupando y lamiendo con una dedicación que me hacía ver estrellas, saboreando cada parte de mí. El fluido que caía de mí brillaba en su lengua, y él lo devoraba con una avidez que me hacía perder la cordura.

El sonido húmedo de sus labios trabajando contra mi piel se mezclaba con mis propios gemidos, creando una sinfonía cargada de deseo. Cada vez que su boca se hundía más en mi entrepierna, el placer se volvía insoportable, llevándome al borde. No podía contenerme, mis gemidos se hicieron más altos, más urgentes, y el fuego en mi interior se desbordaba. Estaba perdida en él, en sus labios, en su lengua que acariciaba cada rincón, enviando oleadas de calor a cada fibra de mi cuerpo.

Peligrosa Adicción. Jungkook ©bnsoelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora