Sus manos, firmes pero tiernas, me envolvieron en una toalla, secando mi piel con una delicadeza que me estremecía. Luego, sin decir una palabra, abrió el armario del baño y sacó una toalla higiénica. La desplegó con calma, sus movimientos meticulosos, y la colocó sobre mi braga, asegurándose de que estuviera bien ajustada. Era un gesto tan simple, tan íntimo, pero ese cuidado silencioso hacía que mi corazón se desbocara. Verlo así, tan atento a mis necesidades, hacía que algo dentro de mí se derritiera.
—No necesitas hacer esto —murmuré, apenas audible, con la esperanza de que él comprendiera lo que realmente quería decir.
Él no respondió, simplemente subió mis bragas por mis piernas, ajustándolas con cuidado. Todo mientras el silencio entre nosotros se hacía más denso, más cargado de significados no dichos. Ninguno de los dos sentía la necesidad de hablar; estábamos atrapados en un momento donde las palabras eran innecesarias, donde el lenguaje del cuerpo era más elocuentes que cualquier conversación.
Terminamos de vestirnos en ese silencio compartido y, cuando salimos del baño, él apagó la luz tras de sí. Yo lo seguí, girándome hacia él con los ojos llenos de preguntas, esperando que ahora dijera algo, cualquier cosa que rompiera esta tensión. Pero él simplemente se dirigió a la cama, abriendo la sábana antes de deslizarse debajo, dejando que esta lo cubriera hasta la cintura.
—No digas nada, ven y acuéstate conmigo —dijo con una voz baja, casi susurrada, pero llena de una autoridad suave que no podía ignorar.
Sin emitir palabra, obedecí como si sus palabras fueran una orden. Caminé hasta él y levanté las sábanas, deslizándome debajo también. Puse mi cabeza en la almohada, pero había algo que no me permitía relajarme del todo, algo que me hacía sentir incómoda, como si algo faltara para completar ese momento.
—Recuéstate sobre mi pecho, Lea. Eso es lo que siempre haces —murmuró, como si supiera exactamente lo que necesitaba.
Sin dudarlo, me acurruqué sobre su pecho, dejando que su calor me envolviera. Sin embargo, la incomodidad persistía, como una punzada sutil en el fondo de mi mente. Sabía que había algo que debía decirse, algo que no podía seguir callando.
—¿Vamos a hablar, Jungkook? —pregunté en voz baja, mi corazón latiendo con fuerza mientras esperaba su respuesta.
El silencio fue su única respuesta. Pude sentir la tensión en su cuerpo, la rigidez en sus músculos.
—No suspires así. Simplemente no quiero hablar —respondió con una voz ronca, como si cada palabra le costara más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Asentí levemente, emitiendo un suave murmullo que indicaba mi comprensión. Y aunque cada parte de mí deseaba una conversación, supe que lo mejor era dejarlo pasar, disfrutar del momento como si realmente me amara. Porque eso es lo que deseaba, aferrarme a la ilusión, aunque supiera que no era real y solo fuera por un instante.
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Peligrosa Adicción. Jungkook ©bnsoel
Fiksi PenggemarElla gana una beca para estudiar en la Universidad de Corea, un sueño que se convierte en realidad. Sin embargo, sus padres, preocupados por su seguridad, se resisten a dejarla sola en un país tan vasto. Deciden contactar a un amigo de la familia q...