Sus ojos se fijaron en mí con una intensidad que me dejó sin aliento, como si todo en su interior se hubiera detenido en seco, desconectado de la realidad. Parecía estar atrapado en un momento distante, uno que solo él podía percibir, y su mirada reflejaba un asombro casi irreal.
La luz tenue que se filtraba desde la puerta jugaba con sus pupilas, dándoles un brillo casi místico, como si fueran ventanas hacia un mundo que estaba más allá del nuestro. Su cuerpo permanecía inmóvil, congelado en un estado de parálisis, como si lo que estaba viendo lo hubiera impactado hasta lo más profundo de su ser, incapaz de procesarlo o de responder.
El vaso en su mano temblaba, apenas sostenido por sus dedos, como si en cualquier momento fuera a resbalar, pero su agarre, aunque débil, lo mantenía en su lugar. Sus pensamientos probablemente luchaban por darle sentido a la situación, como si cada parte de su ser intentara asimilar la realidad de mi presencia.
Me acerqué a él, impulsada por una mezcla de curiosidad y ansiedad, pero él retrocedía, sus pasos vacilantes como si estuviera luchando contra una fuerza invisible que lo alejaba de mí. Cada vez que avanzaba, él se retiraba, y la distancia entre nosotros parecía estirarse infinitamente.
Pero no podía detenerme, algo dentro de mí me empujaba a continuar. Con cada paso que daba, sentía la tensión entre nosotros crecer, una cuerda invisible que nos unía, tirando de ambos hacia un inevitable punto de ruptura. Y entonces, en un solo movimiento, rompí esa barrera invisible, invadiendo su espacio personal.
Estábamos tan cerca que podía oír el ritmo de su respiración acelerada, casi en sincronía con los latidos de mi propio corazón, que resonaban en mis oídos como tambores de guerra.
Sus ojos, todavía brillosos y llenos de esa inexplicable emoción, se clavaron en los míos. Su mano libre, temblorosa, se levantó lentamente hasta que sus dedos rozaron mi mejilla, trazando un sendero de fuego en mi piel. Su pulgar se detuvo en mi rostro, acariciándome con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento. La distancia entre nuestros labios se redujo a un suspiro, y la tensión en el aire se volvió casi insoportable.
—¿Qué tanto me está afectando el alcohol para imaginarte tan real? —susurró, su voz quebrada por la incredulidad.
—No es el alcohol, Jungkook. No me estás imaginando —respondí, mi mirada se eleva lentamente, buscando la suya, y en el instante en que nuestros ojos se encuentran, los suyos me envuelven, atrayéndome con una fuerza irresistible. —Estoy aquí. —con una voz suave pero cargada de un deseo profundo, le susurro. —Estoy tan aquí como tú.
Mis palabras parecieron romper algo en él, una barrera invisible que había mantenido su deseo a raya. Y entonces, como un río que desborda sus orillas, la pasión que había estado contenida entre nosotros estalló. Sus labios encontraron los míos con una urgencia que me dejó sin aliento, y el beso que compartimos fue todo menos suave. Era fuego, puro y ardiente, una tormenta de emociones que nos envolvió en su furia.
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Peligrosa Adicción. Jungkook ©bnsoel
FanfikceElla gana una beca para estudiar en la Universidad de Corea, un sueño que se convierte en realidad. Sin embargo, sus padres, preocupados por su seguridad, se resisten a dejarla sola en un país tan vasto. Deciden contactar a un amigo de la familia q...