Capítulo 69. Peligrosa Adicción

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Caminábamos hacia la recepción con una urgencia que me dejaba sin aliento

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Caminábamos hacia la recepción con una urgencia que me dejaba sin aliento. Nuestras manos entrelazadas parecían lo único que evitaba que nos lanzáramos el uno sobre el otro en ese mismo instante. Cada paso hacía que la tensión aumentara, que el deseo latente entre nosotros se hiciera insoportable. Podía sentir el calor ascendiendo por mis piernas, un ardor insaciable que se acumulaba en mi vientre, creciendo y expandiéndose como fuego voraz hasta mis muslos. Cada latido de mi corazón parecía amplificar esa sensación, y mi cuerpo temblaba ligeramente, al borde de rendirse ante la promesa de lo que estaba por venir. La anticipación era una corriente eléctrica que recorría mi piel, dejándola sensible y hambrienta.

Él me apretaba la mano con una firmeza que me hacía sentir protegida y deseada al mismo tiempo. Sus dedos se entrelazaban con los míos de tal manera que parecía que no quería dejarme ir ni por un segundo, como si nuestra conexión fuera la única ancla en medio de la tormenta de deseo que nos rodeaba. Cada paso hacia el ascensor era un recordatorio de su necesidad, palpable en cada movimiento que hacía. Su respiración era un susurro caliente en mi oído mientras cruzábamos el lobby, la cadencia de su aliento me enviaba escalofríos por la espalda.

La recepción estaba abarrotada de personas, como si una fiesta de empleados estuviera en pleno apogeo. Risas, conversaciones, el tintineo de copas chocando, todo parecía un eco distante, lejano, insignificante. Porque, para nosotros, el mundo exterior dejó de existir. Se desvanecía, diluyéndose en una niebla intrascendente hasta que lo único que importaba eran dos cuerpos atrapados en una burbuja de deseo incontrolable. A pesar del caos que nos envolvía, lo único que yo podía sentir era ese fuego incandescente que crecía entre nosotros, desbocado, rugiendo en nuestros pechos. Era tan intenso que parecía a punto de devorarnos enteros.

Frenamos frente al ascensor, y cuando las puertas se abrieron, él me arrastró hacia dentro con un movimiento rápido, cargado de urgencia, como si no pudiéramos esperar ni un segundo más. No hubo palabras, ni eran necesarias. El aire entre nosotros estaba cargado de electricidad. En cuanto las puertas se cerraron, su cuerpo se pegó al mío, su respiración caliente acariciaba mi cuello mientras su pecho rozaba la curva de mi nuca.

En ese espacio estrecho, el calor que nos rodeaba era sofocante, amplificando cada roce, cada gesto. Sus manos descendieron por mis caderas con una firmeza que me robó el aliento, apretándome con una mezcla de pasión y hambre.

Mis pensamientos volvieron al momento en que, antes de bajarnos del coche, me prometió lo que tenía preparado para mí. Su voz seguía resonando en mi mente, cargada de esa seguridad tan suya: "Voy a darte el mejor regalo de cumpleaños, nunca dado, Lea Miller." Solo pensar en esas palabras hacía que mi cuerpo se encendiera. Sentía el calor subir desde mi estómago, acumulándose en mi pecho, extendiéndose como fuego líquido entre mis piernas. Cada segundo de espera se volvía insoportable.

No tenía la menor idea de hasta dónde llegaría este hombre conmigo esta noche, pero lo que sí sabía era que ya me había entregado a él, rendida por completo. Mi cuerpo, mi mente, cada fibra de mí estaba a su merced, ansiosa por descubrir hasta dónde sería capaz de llevarme. Y lo deseaba, con una intensidad tan feroz que me quemaba por dentro. Me tenía, y yo estaba más que dispuesta a dejarme consumir por él.

Peligrosa Adicción. Jungkook ©bnsoelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora