Capítulo 66. Peligrosa Adicción

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No pude resistirme

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No pude resistirme.

Tan pronto como su cuerpo desapareció completamente detrás de las cortinas, me levanté de la mesa sin vacilar. Mi corazón latía con un ritmo frenético mientras mis pies me llevaban por los pasillos, donde esperaba encontrar los camerinos.

El ambiente estaba cargado de anticipación. El aire se sentía denso, casi palpable, mientras las luces tenues iluminaban el corredor.

Mis pasos resonaban suaves sobre el suelo, y cada eco parecía guiarme hacia ella, como si el mismo espacio entre nosotros fuera un lazo invisible que me arrastraba tras su sombra.

Avancé sigilosamente, mi respiración acelerada pero controlada, con la seguridad de un cazador que conoce bien a su presa. Me sentía como un zorro al acecho, con la mirada fija en el objetivo.

Y allí, a lo lejos, la vi de nuevo. Su silueta elegante y femenina se deslizaba con gracia por el pasillo, caminando justo delante de mí, como si me estuviera guiando.

Ella giró levemente la cabeza, suficiente para que nuestras miradas se cruzaran por un instante. Sonrió con ese gesto sutil, un destello que me invitaba a seguirla, a continuar la persecución.

Me detuve un momento, observando cómo se adentraba en una puerta entreabierta. Con cada paso que daba hacia esa entrada, la tensión en el aire aumentaba.

Traspasé el umbral, las luces se apagaron y, de repente, su figura se desvaneció de mi vista. Mi instinto me gritaba que algo iba a suceder, pero antes de que pudiera reaccionar, sentí una presencia detrás de mí.

Unas manos suaves y firmes atraparon mis muñecas, y en un abrir y cerrar de ojos, sentí el frío metal de unas esposas apretarse contra mi piel.

El cazador había sido cazado.

No opuse resistencia. De hecho, me dejé llevar, curioso por lo que ella había planeado. Sentí su cuerpo presionarse contra mi espalda, sus pechos rozándome con cada movimiento mientras me empujaba suavemente hacia adelante, guiándome hacia un sofá.

Me dejé caer casi sin querer, la risa brotando en mis labios al sentir la delicadeza con la que me conducía, como si todo fuera parte de un juego.

Desde mi posición, la observé moverse con una confianza hipnótica. Su espalda me daba la bienvenida, su trasero redondeado y firme destacando bajo la tenue luz.

Mi cuerpo, aún prisionero de las esposas, no se resistía. Al contrario, me acomodé en el sofá, abriendo mis piernas con una mezcla de relajación y provocación, curioso por descubrir hasta dónde estaba dispuesta a llegar. Mi mirada estaba fija en ella, siguiendo cada uno de sus movimientos con hambre y fascinación.

Sus manos, delicadas pero seguras, comenzaron a deslizarse sobre el corset que moldeaba su figura, desabrochando con lentitud cada pequeño broche, como si quisiera prolongar el momento, saboreando la anticipación que crecía entre nosotros.

Peligrosa Adicción. Jungkook ©bnsoelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora