Capítulo 4

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Apoyé mi codo en la barra de madera, Mandy estaba en la cocina preparando la cena mientras recitaba un discurso que yo no escuchaba, cubría mi boca cada vez que se abría involuntariamente por un bostezo, estaba tan cansada, no había parado en casa en todo el día, ni siquiera había llamado, de alguna forma me sentía traicionada. Traicionada por Molly y Mandy, las gemelas maravilla, habían autorizado algo como si yo no tuviera voz y voto, de Molly me lo esperaba, pero no de Mandy, nunca de ella.

—¿Me estás escuchando?— fueron las primeras palabras coherentes que mi cerebro captó.

—No— fui sincera, y ciertamente no quería hacerlo, solo quería ir a mi habitación y dormir, no tenía ganas de compartir mesa con nadie.

—Ya no sé qué hacer contigo— la miré fijamente, sus ojos lucían algo perdidos, lo entendía, era demasiado joven como para lidiar con mi drama cuando no era su responsabilidad, o al menos no lo había sido hasta que quiso hacerse la buena.

No creía que debía hacer nada conmigo, bueno, tal vez sí debía hacer algo, dejarme libre, dejar que mis alas se abrieran así fuera para estrellarse contra el pavimento, pero no, estaba tan empeñada en hacerme perfecta que olvidaba que era lo realmente importante en el asunto: mi identidad.

—Lo he escuchado tantas veces— me levanté sin esperar respuesta y caminé hacia la habitación, escuché como gritaba mi nombre y me exigía volver a allí para hablar con ella, o más bien para ignorarla mientras intentaba hablar.

Dana estaba parada en mitad del corredor de brazos cruzados, a no ser por su cara angelical juraría que estaba disgustada, me miraba mal y zapateaba el suelo.

—Hieres a mamá— alcé una ceja, ni siquiera sabía que ella supiera utilizar una palabra tan grande como esa y que la conjugara correctamente, a esa edad no sabes que es herir, bueno, no deberías saberlo, no estás en la capacidad de hacer algo que marque a otro de por vida.

La miré detenidamente, ni me esforcé en contestarle, ella no entendería, simplemente veía a su mamá frustrada por mí, no sabía que yo ya estaba frustrada por las dos, la rodeé y seguí caminando hasta la puerta, tomé el pomo de esta.

—¡Te odio!— gritó con la potencia que sus pequeños pulmones le permitían, lo molestó no fue ni lo que dijo ni que tan duro lo dijo, sino el pito molesto que su voz desbordó.

No le contesté, ella no sabía que era odiar, yo podía darle ciertas clases sobre ello, pero su mamá me mataría y simplemente sería mi fin.

Finalmente entré dejando al mundo que me molestaba afuera, a veces deseaba dejar mis pensamientos fuera de mí también junto con mis recuerdos, lo deseaba mucho, ni siquiera entendía qué era lo que me tenía tan molesta de ese día, pero había una sensación de frustración que no podía aguantar.

Caminé hasta mi escritorio y abrí el primer cajón para tomar mi celular, tenía varios mensajes de Whatsapp, pero solo un mensaje de texto de un número desconocido, sonreí y lo abrí.

<<Número del mayor idiota del mundo quien está como me lo receto el doctor y es real>> reí, era muy tonto, pero fue el pensamiento que tuve en ese momento, negué con la cabeza, al menos algo bueno sacaría de aquello.

Me tiré en la cama con el celular aun en la mano, le respondí a Victoria confirmando mi participación en la broma, era bueno saber que al menos tendría algo que hacer al siguiente día. Abrí la aplicación de Kindle y continúe leyendo el libro que había dejado por la mitad.

Tocaron la puerta fuerte, le di una mala mirada al rectángulo de madera como si este tuviera la culpa, solo me molestaba ser interrumpida.

—¡La cena está lista, Soph!— la voz de Darren logró llegar hasta mí, me estregué un ojo que comenzó a molestarme.

—¡Paso!— grité de vuelta, no iba a salir a comer con ellos, su hija me "odiaba" y no quería que me estuviera pateando debajo de la mesa.

—¡No puedes quedarte sin comer!— rodé los ojos, se notaba que no organizaban mi habitación, tenía suficiente comida como para una semana, si tuviera un baño en la habitación probablemente no me verían tan seguido —No es bueno estar sola— dijo más bajo, dejando de gritar.

—Es justo lo que necesito— decidí que la charla había terminado y me puse los audífonos, puse una canción aleatoria y seguí leyendo, tiempo de desconectarse del mundo.



Letras eran reproducidas en mis oídos, pero no las entendía, quite las lagañas de mis ojos que no me permitían ver bien, en algún momento de la noche anterior me había quedado dormida, el sol ya estaba en el cielo ¿Cuánto había dormido?

Retire los audífonos de mis oídos y apague la música, tenía que ir al baño y eso requería salir de mi cuarto, solo por ello me verían hoy, decidí bañarme temprano para volver a mi guarida. Tal vez me sentía culpable por lo que iba a hacerle a alguien de cual su nombre no recordaba o tal vez solo estaba molesta, no me decidía.

Lave mis dientes con la toalla envuelta alrededor de mi cuerpo, y otra en la cabeza, estaba limpia y era yo otra vez, básicamente leí y comí toda la tarde hasta que decidí que debía tomar una ducha y arreglarme para la fiesta de la noche. Le envié un mensaje a Connor con la dirección del lugar donde debía ir y hora.

Decidí que unos vaqueros negros apretados de talle alto y una camisa corta de colores eran el atuendo indicado, lo acompañe con unas zapatillas negras y un poco de maquillaje, mascara para pestañas y labial, eso fue todo, mi pelo fue dejado suelto y natural. Tomé un pequeño bolso negro con mi celular, goma de mascar y dinero fue el complemento que le faltaba a mi atuendo.

Las otras dos habitantes de la casa estaban acompañadas por Darren viendo una película de dibujos animados. Pasé de ellos, los había evitado por un tiempo, algo más no haría mayor diferencia.

—¿A dónde vas?— la voz de Mandy llamó mi atención mientras tomaba entre mis dedos la cerradura de la puerta.

Suspiré, algo dentro de mí me decía que no iba a salir de allí sin dar al menos una razón, no es como si fueran a hacerme las cosas más fáciles, no había manera que me dejaran aislarme, no de ellos, y lo extraño es que se sentía bien saberlo, incluso aunque estuvieran luchando contra mis deseos.

—A una fiesta— no mentía, era extraño, pero nunca mentía, podría simplemente no decir nada, pero cuando lo decía, siempre era la verdad o trataba de que lo fuera.

—¿Con permiso de quien?— quise bufar, tuve que apretar los labios para que ningún comentario desagradable saliera de mi boca.

Yo no debía estar dando explicaciones, ni siquiera quería vivir con ellos, podría mantenerme con la pensión que recibía de mi papá, e incluso con el dinero que me darían por mi mamá una vez que consideren que soy lo suficientemente aceptable mentalmente para poder lidiar con la podrida sociedad que me rodeaba. Este proceso debió llevarse a cabo unos días después de que cumplí dieciocho años, pero Mandy y Molly lo evitaron, estaba atada a ellas hasta que el señor West decidiera que no corría ningún riesgo sola, ni siquiera había atentado contra mi vida o mi cuerpo, o el de los demás alguna vez, pero igual eso no era suficiente, no para ellos.

—El psicólogo considera que debo compartir con las demás personas, así que estoy tratando de cumplir con lo que me demanda— ambos me miraban mientras que Dana estaba enfocada en la televisión. Estuve de pie allí lo que me parecieron horas, bajo el escrutinio de las personas, siempre estamos bajo el escrutinio de alguien, incluso aunque sea la primera vez en la vida que lo veas.

Los incite a decir algo, pero ni siquiera hicieron el esfuerzo de abrir la boca, solo me miraban. Decidí que ya era suficiente y simplemente salí de allí, casi volé escaleras abajo ¿o rodé? No me decidía por el nombre correcto para mi hazaña.

Caminé un par de cuadras hasta la parada de bus más cercana, llegar al apartamento de Victoria lo requería, además solo era yo, no iba a gastar tanto dinero en un taxi cuando aún podía utilizar un medio masivo de transporte.

Paré en la esquina antes de la casa de mi amiga, Connor Foreman ya se encontraba frente al edificio, mirando hacia él como si esperaba que la respuesta que buscaba le cayera del cielo o saliera de ese edificio, supuse que lo que pasara primero.

Lucía un pantalón negro apretado, y una americana negra enroscada hasta los codos, y por lo que se veía, abotonada, unos zapatos negros era su complemento, no alcanzaba a ver el color de su camisa, pero eso no evitaba que me preguntara si el negro era algo que le podría lucir así de bien a todo el mundo.

Me acerqué con cautela hasta él, seguía parado en medio de la acera mirando al edificio, parecía que no me había visto.

—¿Sabes? No me decido— llamé su atención, sus ojos azules se encontraron con los míos, lucían tan inexpresivos como la primera vez que los vi —¿Es tu pelo claro u oscuro? ¿O depende de la luz? Tu color parece distinto al de ayer— él solo me miró y no dijo nada, lo que hizo que yo frunciera el ceño ¿no va a decir nada? ¿Ni siquiera una respuesta sarcástica de esas que esperas de personas como él? —Es de mala educación dejando a una persona hablando sola— nada, no recibí nada, ni siquiera una mala mirada.

Me encogí de hombros, tal vez a él no le apetecía estar allí conmigo, y no podía juzgarlo por ello, verse obligado a compartir con un completo extraño como si fueran amigos de toda la vida no debía ser normal para nadie y mucho menos para él que lo habían arrojado a los brazos de otra "loca".

Lo único que vi a sus ojos hacer fue ver cómo, sin expresión, hacia una lectura de la forma en que yo lucía, era descarado, eso no podía negarlo, y no parecía realmente interesado en relacionarse con alguien. Yo solo miré momentáneamente su camisa para verificar el color, de cualquier manera ya había visto como lucía de lejos.

Fue una grata sorpresa encontrarme con un color rojo en vez de con un blanco como yo esperaba, eso lo hacía más impredecible y misterioso, dos componentes peligrosos que atraían chicas, menos seguro que el resto de los chicos, puede que hasta algo más volátil.

Connor solo me miraba sin hacer nada más, reí débilmente. Si yo era frustrante para el resto de las personas, no quería imaginarme que era él para ellas. Con un encogimiento de hombros me dirigí al panel con los números de los apartamentos, presioné el "405" y esperé unos segundos para que la voz de Victoria se hiciera presente.

—¿Quién es?— no hubo saludo, directo al grano.

—Ábreme— le ordené, no estaba de visita social, estábamos en una misión.

Un sonido indicó que la puerta del edificio había sido abierta, la jale y esta se movió sin ningún problema. Miré tras de mí, Connor ahora tenía los brazos cruzados, haciendo que sus brazos se marcarán en su ropa, por un momento me pregunté si iba al gimnasio.

—Vamos— esperé a que empezara a caminar para finalmente soltar la puerta y dejar que él viniera tras de mí, era hora de hacer lo que nos teníamos propuesto.

No tardamos mucho en subir las escaleras al cuarto piso, subiría por el ascensor, pero ese artefacto no conocía los muros de ese edificio, no sé si por su tiempo de construcción o porque solo eran cinco pisos. Vic estaba parada bajo el marco de la puerta esperando por nosotros con una sonrisa, era hora de comenzar la misión.



—¿Es normal que no hable?— murmuró Victoria mientras cerraba con llave su apartamento, ya habíamos instalado el mecanismo de su broma, estaba emocionada por ver las grabaciones del resultado.

Miré tras de mí, Connor miraba al techo, parecía reflexionar sobre algo, ¿el qué? No tenía ni idea. Dos horas atrás había conocido a Vicky, y lo único que ella había conseguido es un asentimiento, no la juzgaba si ello le parecía extraño.

—Sí— me encogí de hombros, no tenía mucho que decir, él se había comportado de la misma forma conmigo.

—Para mí no, ya entiendo el por qué va al psicólogo— alcé una ceja hacia ella, no estaba siendo justa.

No tenía la menor idea del por qué Connor Foreman había decidido callar para el resto del mundo, nadie la tenía, esa no les daba derecho a juzgarlo, cada uno tiene sus demonios y decide cómo enfrentarlos, él decidió no hablarles, pero el morbo de la gente quería obligarlo a hacerlo, al parecer a veces es mejor ver a la gente destruirse en voz alta, que dejar que se defiendan en silencio.

—Eso fue ofensivo, recuerda que no todos van al psicólogo porque tienen problemas, a veces solo necesitan ser escuchados— comenzamos a dirigirnos hacia las escaleras.

—Está bien, lo siento, no quería ofender a nadie— suspiré, no era yo la que merecía el "lo siento", además que eso no arreglaba nada, una vez la palabra dicha, no hay manera de que puedas regresarla.

—La palabra es el instrumento más hermoso y letal, pueda llevarte arriba al cielo o tirarte más abajo del infierno— dije mientras bajaba escalones.

Llegué al relleno de la puerta y miré hacia arriba, Victoria y Connor estaban a medio camino de la escalera, ella mirándome sorprendida y él con la cabeza ladeada, al menos había dado una señal de entendimiento.

—Creo que debiste ser filósofa, prometo no dejar que te vistas como hippie— finalmente me alcanzó y abrió la puerta, rodé los ojos.

—¿Sabías que la ropa solo es para nosotros una moda y para los primitivos un medio de supervivencia?— le di un dato curioso.

—Está bien, entonces ¿historiadora?— reí y negué con la cabeza mientras comenzábamos a caminar calle abajo.

Fui detenida por una mano en mi brazo, Connor me sostenía con firmeza, pero sin apretar mi extremidad, no me dejaba avanzar.

—¿Pasa algo?— le pregunté.

Él no dijo nada, solo dejo que su mano descendiera hasta la mía y comenzó a jalarme tras de él.

Mi mano cosquillo. Fue extraño percibir lo caliente que estaba su mano y lo fría que estaba la mía, hacían un contraste, el cual llegaba a la temperatura ideal al juntarse. Sacudí un poco mi cabeza ante ese pensamiento, no estaba para buscarle un significado a todo.

—Connor— lo llamé —¿A dónde me llevas?— lo único que hizo es girar a la derecha y caminar unos metros más hasta un auto negro, no sabía qué marca era, no era buena con las marcas o modelos de carros, pero lucía caro.

—¿Es tuyo?— Vicky había llegado hasta tras nosotros y habló por ambas.

Connor me miró y asintió. Quise saltar, al fin tenía una respuesta de algo, aunque yo no hubiera formulado la pregunta, se sentía como un gran avance, me burlé de mí, era patética al entusiasmarme por algo tan simple.

Él quitó la alarma del auto con el control en su mano y abrió la puerta del copiloto antes de clavar su mirada en mí, deduje que ese fue un "entra, por favor", claro que yo le agregué el 'por favor' en mi mente. Hice lo que silenciosamente me pidió, él cerró la puerta para mí y caminó delante del capó para dirigirse a la puerta del conductor. Victoria nos miraba de brazos cruzados antes de bufar y entrar abriendo la puerta.

—Esto es favoritismo— se quejó.

Connor parecía no haberla escuchado, él se dedicaba a mirarme poniéndome nerviosa, supuse que no era adrede que sus ojos azules estuvieran en mí, solo buscaba comunicarse, igual eso no evitaba que me sintiera incómoda.

—Dale la dirección, Vic— hablé luego de tragar saliva, el calor en mi nuca me sofocaba.

Finalmente sus ojos miraron hacia adelante mientras mi amiga le decía a dónde ir.

—Espero que no bebas, cariño porque no hay manera que me monte en un auto con un borracho al volante— esa era la manera sutil de Victoria para decirle que fuera responsable, no pude evitar reír, ella no sabía ser educada tampoco, tal vez se llevarían bien.

El camino hasta la casa de Bruno fue silencioso, no hubo música, tal vez alguno que otro comentario por parte de Vic y mía, pero nada más. Connor ni siquiera nos lanzó una mirada.

El ruido se escuchaba por toda la cuadra, probablemente en un par de horas los vecinos llamarían a la policía y yo ansiaba ese momento, probablemente los llamaría yo solo por diversión.

Connor Foreman se estacionó en la esquina de la cuadra, no habían muchos autos, tal vez unos cuantos de los invitados y otros de los visitantes a las demás residencias, no era alguna clase de libro, era una ciudad normal, con sus problemas y atracciones.

Me bajé del vehículo y miré toda la cuadra, por si veía algo sospechoso, era mejor prevenir que lamentar. Connor se paró frente a mí y me miró feo, había conseguido otra reacción de él, pero esa vez no entendía el por qué.

—¡Hora de bailar!— gritó Victoria antes de correr hacia la casa sin esperarnos, nosotros la seguimos con calma, no era como si la edificación fuera moverse de allí.

Mi acompañante mantenía sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras yo sujetaba la correa de mi bolso, todo con tal de no hablar. Una vez en la puerta abierta me detuve y giré para mirarlo a los ojos.

—Pase lo que pase, no me dejes sola— le pedí.

Conseguí otro asentimiento el cual me hizo sonreír, agarré su brazo y lo jale dentro de la casa, tal vez no sería todo tan malo después de todo, pero al ver a Bruno dirigirse a mí, supe que hablé demasiado pronto.

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