Epílogo

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Sábado 31 de diciembre del 2017

Espero no caerme, que mal momento sería, además si he caminado regia durante meses ¿por qué habría de caerme justo el día de mi boda?... Boda, aun no puedo creer que me esté casando, yo en plena flor de la vida, pero bueno, la idea es que Connor me mantenga desflorando así que el sacrificio valdrá la pena.

—¿Estás segura que esto lo que quieres? Aún no es tarde para dar media vuelta, yo me encargaría de todo— el abuelo apretó mi mano y le sonreí.

—¿Crees que soy demasiado joven para ser consciente de mis decisiones?— le pregunté al abuelo, realmente me importaba su opinión.

—No, creo que no he conocido a alguien más seguro de lo que quiere, y he conocido a muchos políticos— besó mi coronilla y me sonrió —Cuando estés lista, yo estoy listo— sus ojos no se apartaron de los míos.

—Estoy lista, solo procura de que no me caiga y quede documentado en los vídeos de mi boda ¿está bien?— Papá Claude rió.

—Prometido.

—Está bien, aquí vamos— asentí hacia la organizadora de bodas quien estaba esperando mi señal, ella también sonrió y habló por su radio, algo sobre que el águila descendía.

Pero no estaba descendiendo, estaba ascendiendo a lo que quería fuera el resto de mi vida, un camino de la mano de Connor, y todos los astros, dioses, deidades sabían cuánto amaba yo esas deliciosas manos con esos deliciosos dedos.

—¿Es normal que mi corazón esté acelerado y sienta que se me va a salir del pecho?— preguntó en cuanto veo a mis damas de honor acomodándose al lado de sus compañeros del camino hacia el altar.

Las parejas estaban conformadas por Victoria y Paul, Jace y Alphonse. Victoria tenía un vestido rosado, mientras Jace tenía un traje del mismo color. Paul y Alphonse tenían un traje negro con una corbata del color del vestido de sus acompañantes. Alana estaba acomodando las flores en la manos de la pequeña Hannah quien ya caminaba a su año de edad. Orión estaba encargado de llevar los anillos en una pequeña caja que colgaba de su cuello, Alana lo llevaría con una hermosa correa blanca, perfecta para la ocasión.

—Si no lo sintieras, no valdría la pena— mi abuelo me acomodó mejor mi brazo entre el suyo —Te ves tan hermosa como tu madre el día que se casó, no había visto novia tan linda desde tu abuela, pero tuve el privilegio de entregar a mi hija y ahora a mi nieta, soy un hombre afortunado— agachó su cabeza —Creo que el que no está listo soy yo.

—Tranquilo, nunca estamos listos, pero igual siempre nos lanzamos al ruedo— miré hacia adelante y apreté más mi ramo de flores.

La música nupcial comenzó a sonar y mi espalda se enderezó, un escalofrío me recorrió el cuerpo y mi corazón se aceleró aún más. Estaba lista para la aventura.

El ventanal que daba al lago de la cabaña en donde habíamos encontrado a Orión se abrió, las personas delante de mi comenzaron a salir y de repente sentí un calor subir por mi cuello.

—Tengo miedo— dije de repente.

—Eso significa que estás listas— el abuelo dio el primer paso y eso me obligó a darlo con él.

Cerré los ojos y salí de la casa, había pasado horas preparándome para este momento después de desperdiciar meses en la planeación del evento, no entendía por qué estaba tan nerviosa, tal vez porque estaba consiguiendo todo lo que quería o porque mi otra mitad estaba esperándome en el altar.

El camino estaba hecho de pétalos de rosas blancas que van desde la casa hasta el altar, las sillas de madera para los invitados están decoradas con enredaderas y de los árboles cuelgan luces blancas. El atardecer estaba a punto de pasar justo al otro lado del lago, y su luz naranja adornaba el cielo, casi como un cuento de hadas, pero para ello tendría que creer en ellas y no lo hago.

El PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora