—No sé qué me pasa— sollocé, por alguna extraña razón estaba de vuelta en el apartamento de Molly, con West frente a mí, estábamos solos en el cuarto de la dueña de la casa.
Al parecer Connor me había regresado allí, pero todo era un poco confuso luego de que las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, a veces hasta podía sentir que me faltaba la respiración.
—Finalmente lo estás haciendo— West, por el contrario, lucía muy tranquilo, incluso parecía que estaba esperando aquello, los lamentos, la confusión, incluso podía jurar que él sabía que mi pecho estaba doliendo.
—¿Qué estoy haciendo? Llorar como una tonta, no soy yo misma, no me controlo, odio este sentimiento, me está matando— llevé mis manos a mi cabeza y tomé el pelo entre mis manos, sentí la necesidad de jalarlo, dolía, pero era mejor aquel dolor que sabía de dónde provenía que el que tenía en el pecho.
>>Haz que se detenga, quiero que se detenga— me acurruqué, tenía miedo, mucho miedo, quería a mi mamá, quería a papá, los necesitaba.
Atraje mis rodillas a mi pecho y las abracé, no sabía que pasaba, nunca me había sentido tan vulnerable, ni siquiera el día que todo empezó, nada tenía sentido, ni el dolor, ni el miedo, ni el descontrol.
—No puedo hacerlo— lo miré por encima de mis rodillas —Finalmente está pasando, Soph, déjalo pasar— negué con la cabeza.
La presión en mi pecho no era normal, la forma en que mi corazón estaba acelerado no era normal, la manera en que cada parte de mi se tensaba y parecía moverse a su propia voluntad no era normal, en ese momento, nada de mí era normal.
Las lágrimas bajaban una tras otra, aturdiéndome, confundiéndome, haciéndome olvidar que es el control y como llegar a él. Mis manos temblaban, mi cabeza palpitaba y mis recuerdos volvían.
Cerré los ojos con fuerza, no quería recordar, no quería, no podía, no, no, no y no. Necesitaba que alguien me alejara de mi misma, necesitaba ser salvada de mi propia mente.
—Duele, duele, duele— repetí eso una y otra vez como un mantra, podía apostar que no recordaba ninguna otra palabra.
—Haz algo, Christian— la voz de Molly sonaba distante casi como un eco, aunque sonaba algo distorsionada.
—Esta es su lucha— era la único que tenía para decir.
—Un ejército no está compuesto solo por un soldado— sentí como unos brazos me rodeaban, me sostenían con fuerza, me sentía atrapada, prisionera, atada.
>>No estás sola, no tienes que luchar sola esta guerra— sentía como el abrazo se intensificaba
El aire me faltaba, mi pecho bajaba y subía cada vez más rápido, algo estaba pasando, jadeaba, sentía como mi pecho se comprimía, mis costillas dolían y mis pulmones se cerraban, abrí los ojos buscando ayuda, pero solo podía ver una imagen llena de puntos grises frente a mí, traté de limpiarme los ojos, pero mis manos temblaban tanto que no lograba que tocaran mi cara. La imagen frente a mí se llenaba cada vez más de puntos, está vez eran negros, solo dejaron de aparecer cuando se lleno.
.
Me pesaba el cuerpo, parecía que básicamente había corrido una maratón, dile NO al ejercicio, mi cabeza estaba palpitando, nunca me había emborrachado, pero supuse que así se sentía una resaca, así podía jurar que había simios brincando sobre mi cabeza o tal vez solo era Dana queriendo que me levantara para molestarme.
Tenía sed y mi boca se sentía amarga, definitivamente no estaba en mi mejor momento y no podía recordar por qué.
Me quejé ante el dolor que manifestó mi cuerpo por solo intentar levantar una mano para tocarme la cara, quería asegurarme de estar completa.
ESTÁS LEYENDO
El Pianista
RomanceSophia Jones es todo lo que no esperarías que fuera, al menos con un pasado como el suyo, es alegre, extrovertida, sarcástica y básicamente nunca se calla. Connor Foreman es todo lo contrario, no habla, trata de no expresar nada y está tratando cons...