Capítulo 30

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Miraba detenidamente mis manos y como jugaban entre ellas, buscaba las palabras correctas en ellas, sentía la tensión en cada musculo de mi cuerpo y el hecho de que dos pares de ojos me estuvieran observando no lo hacia más fácil.

Alcé un momento mis ojos para mirar a Connor y su cara de preocupación, probablemente nunca pensó verme así de cohibida, bueno, pues yo no esperaba verlo allí, suponía que aun estaba en Toronto, aunque ahora me mandaba mensajes seguía sin decirme que hacía, genial, me gustaba alguien que no quería abrirse, mi destino estaba ligado a lo complicado.

—¿Cuando llegaste?— pase la lengua por mis labios, en verdad estaba nerviosa.

—Esta mañana, llegó justo para su sesión de hoy— Christian West fue quien me respondió, obviamente.

Asentí y regresé mi vista a mis manos, mis uñas necesitaban una limada urgente, algunas eran cuadradas y otras redondas. Mi cerebro divagaba solo, no estaba centrado, se sentía mal, incluso podía sentir el dolor que comenzaba a cubrir mi cabeza y las lágrimas contenidas en mi cabeza. Tomé aire antes de hablar, deje que mis pulmones se llenaran de oxigeno, o de coraje, lo que fuera más productivo.

—Creo que las odio— pase una vez más la lengua por mis labios, seguía sin mirar a West, no era capaz de hacerlo, no era capaz de mirar nada en absoluto.

 >>A Molly y Mandy— tomé aire de nuevo, en definitiva respirar no me daba coraje —Bueno, no las odio, solo guardo este resentimiento hacia ellas que me enferma— abrí y cerré las palmas de mis manos, estaba bastante nerviosa, casi desesperada, quería que ese sentimiento de desasosiego desapareciera, quería el control de mi cuerpo de nuevo —Siento que deseo golpearlas, hacerlas desaparecer, que quiero que sufran ¿qué tan retorcido es eso? Incluso siento que si nunca las volviera a ver sería mejor para mi salud mental y que causaría menos dolor en mi pecho y menos dolores de cabeza— seguía luchando contra las ganas de llorar, pero las lágrimas parecían tener el control, seguían saliendo mientras yo seguía limpiándolas.

Connor tomó y apretó una de mis manos mientras la otra la guiaba a mi rostro y retiraba gentilmente las lagrimas, solo pude ofrecerle una pequeña sonrisa como agradecimiento, no me sentía en la capacidad de forzar a mi rostro a hacer algún otro gesto.

—Pase un año en el orfanato— pase la lengua por mis labios antes de mirar la expresión de desconcierto de West, parecía que la información también era nueva para él —Se suponía que un familiar debía hacerse cargo de mí, pero las dos únicas que tenía renegaron de ese deber, al parecer no estaban listas para criar a una niña— bufé, no creía que ningún ser humano estuviera alguna vez preparado para criar y cuidar de otro, pero siempre hacemos lo mejor que podemos.

>>Tenía miedo, tenía mucho miedo— tomé aire antes de seguir —Recuerdo las pesadillas, los gritos, lloraba todo el día, solo quería un abrazo y que alguien me dijera que todo iba a estar bien aunque fueran mentiras porque nada nunca iba a estar bien— sacudí la cabeza, el vació en el pecho me estaba matando, sentía como mi corazón dolía, como mis pulmones dolían y como el paso del oxigeno era cada vez más difícil —Fui abandonada por la única familia que me quedaba, era una niña de cinco años aterrorizada del mundo y de la gente— cerré mis ojos, no quería recordar, odiaba recordar —Ahora soy una persona de diecinueve aterrorizada del mundo, creo que algunas cosas nunca cambian— tragué saliva.

>>Recuerdo la sangre, las sirenas de policía, los gritos, los estallidos y luego nada, no había nada, y el vacío es un lugar aun más aterrorizante, no importaba cuanto gritara no había quien me escuchara y me salvara, no había nadie, West, estaba sola— sacudí mi cabeza —Estoy sola— me corregí.

Estaba llorando, no había forma de detener las lágrimas y los sonidos que salían por mi boca, no importaba cuanto intentara detenerlos, no tenía el control.

El PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora