Capítulo 46

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Puse mis manos frente a mi cara y cerré los ojos con fuerza mientras sentía como mi cuerpo se empezaba a enfriar y recibía varios impactos por todos lados.

—¿Por qué no puedes esperar a que me aleje?— me quejé mientras secaba las gotas de agua que habían logrado dar en mi cara —Eres un perro amable, pero no muy obediente aun ¿no es cierto, amiguito?— el amigo peludo ladra.

Tomé la toalla que Connor había dejado encima del lavabo del baño y comencé a secar a nuestro nuevo amigo peludo, tuve que bañarlo para quitarle la suciedad, sin contar el olor de no haber estado en un lugar limpio por días. Tuve que utilizar el shampoo de Connor sin su permiso, pero no podía permitir que oliera a uva como yo, Paul habría aprovechado la oportunidad para salir con sus comentarios fuera de lugar.

No podía dejar de verlo y mimarlo, era lo que siempre había querido de niña y nunca había podido tener. Tenía claro que solo tenerlo con nosotros requería una responsabilidad, pero la quería asumir, era lindo sentir que había alguien más.

—Cariño ¿no quieres sacrificar tu peine? Te prometo comprarte otro en cuanto volvamos a la civilización— trate de poner mi mejor cara de angelito para Connor quien yacía recostado en el marco de la puerta del baño observándome hacer todo el trabajo, como el caballero que era, por ello sacrificaba sus cosas.

>>Dicen que el que calla otorga, entonces lo tomaré como un sí— recibí un levantamiento de ceja como respuesta.

Era verdad, Connor Foreman no hablaba mucho, bueno, vocalmente no hablaba en lo absoluto y sí, estaba tomando ventaja de ello, pero si no se quejaba ¿cómo iba yo a saberlo? No leía mentes y pues, sí, su expresión no se veía muy convincente, pero siempre podía decir que lo había interpretado de otra manera.

Llevé cargado al perro envuelto en la toalla, mi novio solo me perseguía por todo el lugar, sin perder de vista tanto al perro como a mi. En el cuarto que estaba compartiendo con Connor, y ahora con el perrito. Me senté en el suelo con las piernas cruzadas y mi mascota sobre ellas, sin tener que pedírselo, mi querido novio me pasó su peine y comencé el proceso de desenredar el pelaje.

—Hay que pensar en un nombre para él— lo vi sentarse en la cama y observarme —He pensado que Paul suena bien, incluso encaja con el otro, ambos son animales dóciles, pero no tan obedientes— Connor rió —Pero luego pensé que sería fatal tener que llamar ese nombre todo el día y que ambos miren, entonces descartado por el momento— él asintió, se puso de pie y se sentó tras de mi, con sus piernas a ambos lados de las mías, envolvió sus manos alrededor de mi abdomen, beso mi hombro y luego apoyó su barbilla en él.

No cambiamos de posición mientras yo trabaje en nuestro pequeño amigo, era increíble la atmósfera de comodidad que había entre los dos, casi como si estar así fuera natural para ambos. Incluso, cuando terminé, permanecimos un rato los tres así, uno en los brazos del otro, entrelazados.

Foreman llevó al perro consigo abajo a la cocina, le iba a conseguir algo de tomar y comer, además de llevarlo afuera para que realizara sus necesidades si tenía que, mientras yo me ocupaba de volver a un estado razonable y presentable.

Mi camisa blanca de pijama estaba mojada por la sacudida del perro a la hora de bañarlo, así que debía cambiarla antes de dormir, pero no tenía más, lo que se traducía a pedir prestado una de Connor, claro, no planeaba decírselo, pero planeaba devolvérsela algún día. Me gustaba mi plan.

Tomé una camiseta verde oscuro que estaba en su bolso, parecía bastante usada, incluso tenía unos cuantos agujeros, estaba segura que era parte de su atuendo de pijama, pero ahora lo sería de la mía. Me cambie en un pantalón corto gris que había traído y la prenda de ropa.

El PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora