Capítulo 43

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Alphonse Nass y Nadia Jonasen eran los nombres de los otros dos habitantes de la casa y con quienes pasaríamos un "tiempo de calidad", lo cual no estaba segura si era cierto o no porque cada vez que Paul abría la boca mi humor parecía hacerse más agrio.

—¿Estás seguro que quieres estar asociado con ese individuo?— le pregunté a Connor al oído mientras todos estábamos sentados en la sala de estar. Yo estaba sentada de lado sobre el regazo de mi novio, con mi brazo rodeando sus hombros.

No podía quejarme, aunque el mejor amigo de mi novio podía ser molesto, no llegaba al punto de ser insoportable, y su esposa realmente sabía cómo calmarlo con una sola mirada. Por otro lado, la pareja de novios de Alphonse y Alana aportaban datos interesantes de la amistad que tenían entre todos.

Por ejemplo, aprendí que Paul conocía a Connor mucho antes de la muerte de Helena; que mi novio podía llegar a ser elocuente con las palabras al punto de conquistar mujeres solo con el saludo; y si sus palabras no eran suficientes, utilizaba el piano como un lenguaje de seducción. No me podía quejar, sabía que su lenguaje de seducción mediante notas musicales funcionaba a las mil maravillas, por algo estaba sentada en su regazo, con sus brazos alrededor de mi cuerpo y su respiración golpeando mi nuca, y todo ello sin decirme media palabra en voz alta, porque en sus cartas casi podía sentir hasta la desesperación.

—Alphonse no hablaba mucho, era taciturno, aun no entiendo cómo conquisto a tantas mujeres durante ese tiempo, mi pregunta es ¿cómo lo hacías? — Paul tomó un sorbo de su copa de vino mientras observaba a su amigo.

—Utilizaba la lengua de otras formas— se encogió de hombros —¿No es cierto, cariño?— las mejillas de la mujer a su lado se pusieron rojas.

—Los hombres siempre creyendo que son unos dioses en el sexo— todos los ojos en el lugar giraron hacia mi. Me congele en el momento en el que me di cuenta que había dicho ello en voz alta.

Tenía la mirada de todos en mí, incluso podía sentir los ojos de mi novio en un costado de mi rostro. La falta de filtro me había fallado de nuevo y había dicho cosas que no tenía que decir, simplemente fantástico.

—¿Así de insatisfecha te tiene Connor?— Paul comentó con una comisura de su labio levantada, casi podía ver los letreros con letra en negrilla de los pensamientos que estaba teniendo en el momento.

—¿Por qué decir algo que la población femenina piensa tendría algo que ver con mi situación sexual actual?— no estaba segura de cómo iba a arreglar el problema en el que me metió mi boca sin filtro, pero por el momento tendría que devolver la pregunta.

—Porque las mujeres tienden a quejarse de las cosas que necesitan, y me preocupo por ti, tal vez Connor está fuera de forma y necesita consejos de estos maestros del sexo— Alphonse chocó los cinco con Paul.

—Dime de que presumes y te diré de que careces— el hombre que me estaba sirviendo de asiento rió de forma leve —Y a los únicos que veo alardeando de algo son a ustedes dos, Connor ha ignorado sus comentarios, eso será lo único que sabrán de nosotros— me encogí de hombros y uní mi cabeza con el costado de la de mi novio.

—Amor ¿por qué no me apoyas cuando esta mujer me ataca?— Paul acarició el vientre de su esposa y besó su mejilla, sería tierno, sino fuera una forma de condicionarla para que diga lo que él quiere estudiar.

—Te ataca a ti, no a mi, en este momento no estoy para entrar en guerras ajenas, soy Suiza— dio un sorbo a su jugo de naranja.

Sonreí y apreté a Connor entre mis brazos. No quería admitirlo, pero estaba encantada con este tipo de normalidad, de alguna forma tenía miedo de que la situación cambiara, de romper nuestro paraíso temporal, de volver a pensar en problemas y las cosas que no he dicho.

El PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora