Capítulo 18

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El siguiente capítulo puede contener escenas sensibles para cierto tipo de publico, leer bajo su propio riesgo.


Mordí mi labio evitando reír y también para controlar el calor que se empezaba a propagar por mi cuerpo, acababa de ser demasiado directa, se suponía que la pregunta era solo para mí y nada más que para mí, pero no, mi inconsciente había decidido que Connor debía saberla y tal vez responderla.

—Bueno, no tenemos que hacerlo si no quieres, no te voy a violar, no sé como una mujer viola a un hombre— pasé una mano por mi rostro, solo lo estaba arruinando más.

Cállate, ¡cállate! Párate y ve besa al individuo para que se olvide de las tonterías que andas diciendo que no eres capaz de guardar para ti misma, a veces me avergüenzo de ser tu consciencia, yo quería a alguien un poco más discreta, pero no, justo vine a parar contigo.

Sacudí mi cabeza, incluso había comenzado a pelear internamente conmigo misma, debía estar muy mal para hacer eso, ahora entendía por qué mis vistas a West, bueno, en realidad no las entendía, pero las justificaba un poco.

Escuché como un suspiró salía de su boca y retomaba su movimiento, comenzando a interactuar con su cocina de nuevo, y ahí lo entendí, su mecanismo de defensa contra cualquier sensación que pudiera sentir era ignorarlo, ignorar la situación y la emoción, eso era peor que callarlo, eso era negarse a sentir.

Cerré mis ojos pensando en que era lo correcto para hacer, seguí mi propio consejo y me levanté, rodeé la barra americana y me pare tras de él, suspiré, lo que iba a hacer no era del todo acertado, pero al menos no podía huir de aquello.

Lo abracé desde atrás, apretándolo contra mí, demostrándole que estaba bien sentir, incluso si era asco, estaba bien hacerlo, estar vivos era algo más que respirar y él tenía que aprender aquello, ambos teníamos que aprenderlo.

Me asomé por uno de sus costados, él dejó el cuchillo sobre la tabla y convirtió sus manos en puños y se tenso, estaba conteniéndose.

—Está bien sentir, no somos perfectos, Connor y encerrarnos en nosotros mismos es destruirnos— soltó un poco la fuerza que todo su cuerpo estaba utilizando para no moverse.

Besé su espalda, justo en medio de sus omóplatos, él dejo caer sus hombros, dejando que su piel dejara de ser la roca que cubría sus huesos. Recosté mi cabeza en él y me permití oler ese maravilloso olor que desprendía, usaba una colonia matadora, era una atrapa libidos, tenía al mío embrujado.

Puso sus manos sobre las mías y las alejó de su cuerpo, quería patear el piso, yo estaba muy cómoda. Dio la vuelta y me miró a los ojos, me sonrió como solo él sabía hacerlo, de una manera perversamente encantadora.

Pase la lengua por mis labios, tenía sed, mucha sed y no sabía con exactitud que usar para saciarla o sed de qué tenía.

Antes de que pudiera reaccionar ya tenía su boca sobre la mía y sus manos sosteniendo mi cabeza, volví a rodearlo con mis brazos mientras respondía el beso.

Sus labios se movían con calma sobre los míos, sentí cosquillas en el vientre, jalones un poco más abajo y definitivamente calor por todo el cuerpo, un escalofrió pasó por mi columna vertebral en el momento en que su mano fría se posiciono en mi nuca, estaba evitando que escapara.

Mordió mi labio inferior y tiró de él suavemente, sentí un jalón justo en mi entrepierna por ese movimiento. Su mano bajo de mi nuca por toda mi espalda lentamente, sin dejar de besarme, su otra mano también perdió contacto con mi rostro, pero no dejo de tocarme en ningún momento.

El PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora