Sophia Jones es todo lo que no esperarías que fuera, al menos con un pasado como el suyo, es alegre, extrovertida, sarcástica y básicamente nunca se calla. Connor Foreman es todo lo contrario, no habla, trata de no expresar nada y está tratando cons...
Sus abuelos estaban en la sala esperándonos. Fifi definitivamente parecía más que feliz de vernos, supuse que era por ver a Connor, aunque la relación entre ellos no parecía tan mala como la de él con sus papás.
Saludamos rápidamente, casi puedo decir que fui arrastrada a la cocina. Nos detuvimos solo para que Greta le entregara una cesta de mimbre a Connor, antes de continuar nuestro camino y salir por la puerta de atrás, supuse que iríamos de día de campo. Nuestras manos seguían unidas, cada tanto él me apretaba. Podía ver su determinación.
—Nunca había hecho una visita tan rápido— el silencio me estaba matando, necesitaba al menos oírme a mí misma.
Lo único que recibí fue una mirada de Foreman, una hermosa sonrisa y un encogimiento de hombros, sí, no iba a conseguir más de eso.
—Siento que fui una grosera con tu familia ¿no crees? Digo, es la segunda vez que me ven y ya estoy pasando de ellos como si fueran la plaga, aunque puede que lo sean, no sé, ¿tienen alguna enfermedad contagiosa? Necesito saberlo porque no quiero enfermarme, empezaré a estudiar en septiembre, quiero estar perfecta para ello.
>>Estoy hablando idioteces, ayuda, Connor, callame, me siento rara, más de lo normal— se detuvo de repente, pensé que me iba a besar o algo, digo, es la única forma en que suele hacerme cerrar la boca, pero no, hizo algo que no esperaba.
Empezó a reír, tanto que lo vi doblarse hacia adelante. Su boca estaba bastante abierta y sus ojos estaban casi cerrados, era hermoso, era ver la felicidad representada de una forma maravillosa, casi podía jurar que no era algo de este mundo. La risa de Connor Foreman era mi melodía favorita.
—Sigues sin callarme, hazlo, silenciame ahora, ríe después— me sacó la lengua antes de seguir riendo, y mi beso nunca llegó.
Puse mala cara, quería un beso, uno chiquito, con lengua obviamente, aunque no sería tan pequeño así.
Seguimos caminando, me tropecé con unas cuantas piedras, casi me quiebro el tobillo, afortunadamente logré salir victoriosa del camino. Llegamos a un claro, rodeado de flores, era realmente hermoso.
Supuse que habíamos llegado a nuestro destino, y no porque fuera un lugar perfecto para extender una manta, sino porque ya había una manta extendida y por el piano al lado de esta.
—Interesante, no sabía que ahora se sembraban pianos— reí por mi propio comentario, no es como si fuera posible hacerlo, pero de repente estaba tan nerviosa que ni sabía que decía, no estaba siendo yo, la que usualmente era.
Cerebro, colaborame, únete a mi bella boca para que las palabras que modulen mis sexys labios sean razonables, no irracionales comentarios sobre pianos creciendo del suelo, como si eso fuera posible, ayúdame, no seas malo, y te prometo que luego nos alimento con imágenes de las manos de Connor Foreman y sus esbeltos dedos con perfectas puntas como terminación.
Connor solo resopló como si leyera lo que pienso, aunque también podría haberlo dicho en voz alta, no estaba segura, dudaba de todo. Me arrastró hasta estar parados frente a la manta, dejó el cesto antes de sentarse en ella.
Por un momento me quedé parada frente a él, no muy segura de que hacer, era incomodo de una buena manera. Connor jaló mi mano haciendo que cayera sobre él, me lastimé los brazos y mi rodilla izquierda golpeó la cesta de mimbre justo en la punta. Me quejé por el dolor antes de ver debajo de mí.
Su sonrisa era más grande de lo normal, últimamente sonreía mucho, era bueno, supuse, solo algo extraño considerando como era conmigo al principio, además de que unos días atrás no habíamos podido alcanzar el nirvana. Luego recordé que él es hombre y tiene una mejor amiga derecha y su felicidad tenía más sentido.
Está bien, ahora estoy generalizando solo porque el maldito de su amigo, alias Paul, evitó que yo fuera feliz por una noche.
—Esto es nuevo. Normalmente soy yo la que estoy abajo— conseguí una sonrisa suya y él consiguió un pequeño beso mío antes de que finalmente me bajara de él.
Lo observé sacar cosas de la cesta, fresas, papas fritas, croissants, palos de queso, un par de vasos de vidrios, una botella de jugo de mora. Alcé una ceja justo cuando me miró, él solo se encogió de hombros, casi podía leer como su mente decía: "tengo que manejar", puse los ojos en blanco y lo seguí observando, al final solo sacó un sobre con una rosa roja que dejó sobre él.
—¿Tú arreglaste lo que íbamos a comer?— nada era un platillo muy elaborado o que tuviera coherencia, aunque definitivamente eran delicioso e iba a disfrutar ingerirlos.
Connor asintió y miró la rosa, me preguntaba que había en el sobre, y si era para mí, o era una carta que él quería que ambos leyéramos juntos.
Empezó a arreglarlo todo en dos platos de porcelana blanca que también había sacado de la cesta, se aseguraba que las porciones fueran iguales. Sonreí por ello, estaba realmente concentrado, podía ver su ceño fruncirse mientras trataba de que las fresas tuvieran una forma especifica, la cual no lograba ver, no tenía sentido para mí, pero sí para él.
La punta de la lengua estaba afuera y a un lado de su boca.
Quiero besarlo, quiero que sus dedos dejen de acomodar las fresas y me desacomoden la ropa, quiero mi pelo revuelto y mi boca hinchada. Connor Foreman, me haces mal.
Me ofreció un plato y comenzamos a comer. Nos mirábamos en cada bocado, era extraño, no pensaba en el sabor de la comida o lo jugosa que estaba la fresa, solo podía pensar en cómo sus ojos me miraban, en cómo sus labios se curvaban y cómo parecía que solo eramos él y yo en el mundo, aunque fuera por solo unos minutos.
Llevé el vaso a mis labios y tomé un sorbo del jugo de mora que realmente sabía bien y estaba frío. Miré a Connor y se me ocurrió una idea.
—Quiero brindar— Foreman tomó su vaso y lo alzó conmigo —Quiero brindar por la comida, por este jugo que realmente está bueno— él sonrió —por el buen clima que está haciendo hoy, por la naturaleza, por West, por la ropa que escogí hoy, me veo fabulosa, lo sé— le guiñé un ojo —y por nosotros— hice una pausa —porque momentos como este se repitan, y no salgas de mi vida como el resto del mundo. Gracias por ser Connor Foreman y nunca decirme nada feo— ambos reímos.
Quería decir más, mucho más, quería decir que hacía latir mi corazón rápido, que agradecía que West nos hubiera puesto juntos en las terapias, que cuando sonreía todo mi mundo era perfecto, quería decirlo que él era mi definición de perfecto aunque el resto del mundo considerara que estuviera dañado.
Chocamos nuestros vasos y bebimos. Me miró y sonrió, sentía cosquillas cada vez que veía su cara iluminarse cuando sonreía, era como si yo fuera la que estuviera feliz y no él.
Lo vi bajar el vaso y respirar hondo. Tomó la rosa y el sobre, me los ofreció. Durante un momento no me moví, no sabía que hacer, que decir. Tomé ambas cosas de sus manos.
Olí la rosa, amaba las flores, los solitarios me llegaban al corazón, más que un ramo de ellos. La puse en mi regazo y tomé el sobre.
Se sentía pesado, pero no por su contenido físico, sino por el simbólico, era como si tuviera la vida de Connor en mis manos, como si todos sus secretos estuvieran al alcance de mí, y tal vez lo estaban.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.