Capítulo 12

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—Que bien hueles— apoyé mi cabeza en su hombro —Debería ser ilegal— me queje en voz alta, no era justo que entre todos los hombres fuera precisamente Connor el que tuviera la capacidad de oler así, había dos opciones, o tenía una loción increíblemente duradera o el hombre había nacido oliendo bien.

Su pecho vibró un poco, el mío lo sintió, un cosquilleo se esparció por la zona y no pude evitar sonreír, era increíble sentirse conectada a alguien aunque solo fuera por las sonrisas que logras sacarle.

—Connor, Paul quiere que...— la voz se cortó a media frase —Lo siento si interrumpí, pero necesito que veas esto—la mujer retomó la palabra fácilmente, disimuló muy bien su sorpresa.

Miré a Connor a los ojos y sonreí, la comisura de su boca estaba un poco arriba, él seguía mirándome y no parecía tener ninguna intención de dejarme ir, alcé ambas cejas mientras me preguntaba cual era el siguiente paso.

Foreman nos giró a ambos sin romper el abrazo, miró a la mujer y yo hice lo mismo, ella parecía en shock, la entendía, yo lo estaba unos segundos antes de que ella llegara, bueno, en realidad desde la noche en que lo vi sonreír y descubrí que su rostro podía hacer algo más que mala cara.

—Lo dejaré aquí y te pido que lo leas lo más rápido posible— Connor asintió hacia la mujer, y creo que era una forma de agradecerle el gesto de profesionalismo que trataba de tener.

Una vez que la mujer que arruinó el momento se fue, sentí la presión, la necesidad de decir las palabras completas, de explicarle a él y a mí que era lo que habíamos hecho.

—Supongo que eso es lo que llaman química— sus ojos se entrecerraron mientras levantaba la comisura de su boca.

Entreabrí mi boca, estaba segura que iba a decir algo, pero no estaba segura de qué.

Sus labios justo tocando mi cuello, sacando cada cierto tiempo la punta de su lengua mientras yo suspiraba, creo que tengo calor, y debo estar roja, no, rosada, es un mejor color, y él está muy centrado en mi cuello como para notar mi cara de satisfacción, esa era una muy buena fantasía, debería proponerle hacerla realidad.

Connor ladeó su cabeza totalmente ajeno a mis pensamientos, suspiré, ojala yo fuera tan ajena a mis fantasías como él, además de lo incoherente que a veces podían ser. Era incomodo sentir el cosquilleo en mi nuca y no poder hacer nada para quitármelo, ni siquiera rascarme porque eso sólo evidenciaría mi incomodidad.

Finalmente se alejó de mí, tomó el papel que le había dejado la mujer y caminó hacia la puerta del estudio, tomé mi bolso y lo seguí, un hombre estaba sentado tras la consola subiendo y bajando botones, porque eran botones ¿no es cierto? El hombre solo asintió hacia nosotros y siguió en sus cosas, a veces me preguntaba si todos eran como Connor o simplemente lo hacían con Connor, algo así como una forma de mostrarle compresión.

—¿A dónde vamos?— ni siquiera giró a mirarme, siguió caminando.

Rodé los ojos, era molesto sentirme ignorada aunque con Connor era un gesto constante, no esperaba que me contestara, pero al menos que me mirara.

Creo que lo hago para que me mire con esos hermosos ojos azules color zafiro, claro, si fuera alguien que me desagrada diría que tiene ojos azul mar contaminado, pero era Connor, él no tenía nada que produjera contaminación, ni siquiera su actitud de: soy mejor que tú, probablemente lo era ¿por qué pelearle?

Choqué contra la espalda de Connor, me quejé y me sobé la frente que me había lastimado con un hueso es su espalda, tomaba bastante calcio el desgraciado.

Miré sobre el hombro de Foreman para encontrarnos a un tipo que nos miraba como si fuéramos un experimento, y no lo discutiría, éramos el experimento de Christian West, psicólogo certificado y futuro ex de mi tía Molly, aunque primero debía ser el novio.

El PianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora