El Pianista

Capítulo 21

—Das miedo— tomé un plato más, parecía que solo cogía platos, uno tras otro, podrían comenzar a llamarme la cogedora de platos o algo así —William, sirve para algo y saca el refresco de la nevera— sugerí sutilmente mientras servía otro plato más —¿Te has planteo que West puede ser alérgico a tus pócimas que llamas platos de comida?— pregunté mientras intentaba descifrar que le había añadido a la pasta.

—Bueno, al menos sabe bien, no es que pueda decir lo mismo de alguien que intenta cocinar y sale envenenando hasta el perro— sentí la indirecta.

—Los huevos revueltos que hago me quedan deliciosos, además nunca me dejaron tener un perro— le recordé, había rogado por un regalo de navidad que nunca llegó.

—No queríamos que lo envenenaras— dijo como si fuera obvio.

—Ni que tú le pisaras las patas cuando practicaras tu baile— recordé a Mandy advirtiéndome del maltrato que aquello sería para el pobre animal.

—No bailo tan mal— se defendió.

—Pregúntale a los pies de West— parpadeé rápidamente mientras sonreía, quería darle un toque angelical a mi gesto, aunque supuse saldría todo lo contrario.

—Si sus pies te responden, es porque no usa talco— William aportó a molestar a Molly.

Eran genial cuando ese tipo de cosas pasaba, aunque no pareciera que hace un par de minutos estábamos teniendo una conversación de corazón a corazón, donde la hice llorar, pero donde lave algo de sus culpas y de las mías, una excelente catarsis, West estaría orgulloso de haberla presenciado.

—¿Quién no usa talco?— Christian West estaba parado en el marco de la puerta con Connor Foreman detrás de él, aquello era toda una sorpresa, ¿qué hacían juntos fuera del consultorio?

—Darren— Molly salvó a William de su muy evidente incomodidad, West era de esos invitados que tenían tanto confianza que deambulaban por la casa como su fuera suya.

Negué con la cabeza, era mejor no comentar nada de lo que podía estar pensando en aquel momento, tomé dos platos de comida y se los pase a Will, luego yo tomé otros dos y le deseaba suerte a quien fuera al que le dejara la comida sobre la mesada, pase al lado de Connor solo saludándolo y con mi amigo casi pisando mis zapatos, literalmente porque casi me saca un zapato.

—Will, existe el espacio vital de una persona, estás invadiendo el mío— lo miré mal mientras dejaba los platos sobre la mesa, frente a cada silla.

—Lo siento, estoy nervioso— se traqueó los dedos, me estremecí, odiaba ese sonido.

—No hagas eso, te vas a dañar los dedos— lo golpeé cuando su mano izquierda iba a repetir lo mismo que la derecha.

—Tengo que distraerme, es esto o besarte— fruncí el ceño.

—Mejor dáñate los dedos— sacudí la cabeza y me dirigí a sentarme en una silla al lado de la cabecera, solo eran seis asientos.

—Mala amiga— se sentó a mi lado y enderezó los cubiertos como si necesitaran estar derechos para comer mejor o algo.

—Eso me dice Victoria cuando no dejo que me robe papitas, así que no me duele, imagínate cuantas veces lo he escuchado en mi vida— le sonreí.

Christian West venía llevando el plato faltante, Molly lucía bastante feliz de estar a su alrededor, ahora era ella quien parecía estar en la zona de amigos, Connor venía tras de ellos sin ninguna expresión en su rostro y mirando a la mesa, sin querer encontrarse con alguien en especifico.

No es como si me hubiera lanzado encima de él y lo hubiera besado como si fuéramos novios, me siento seriamente agredida por esta forma de anular mi existencia, definitivamente no entiendo a los hombres, solo nos habíamos acostado, no casado por error en una noche de borrachera, quiero cortarle sus dedos para mantenerlos conmigo y deshacerme de él por idiota, que le costaba al menos mirarme, no soy fea o tengo algo en la cara, no tenía maquillaje y no había llorado como para tener los ojos hinchados, no entendía por qué no me miraba. No te alteres, Soph, él solo es un hombre que sabe follar, debe haber muchos más en el mundo aunque no tenga su dirección, pero tal vez Victoria la tenga.