Uff ya era de día, había dormido genial, la verdad es que no hay nada mejor que dormir en casa, en tu cama. Me giré y ahí estaba el, duermo tan tranquilo. Me encantaba mirarle cuando dormía. Se sintió observado y enseguida se despertó.
Pablo:
- Buenos días princesa!
Dijo cogiéndome por la cintura y subiéndome encima suyo.
Ana:
- Buenos días.
Pablo:
- Qué hora es?
Ana:
- Las 10.
Pablo:
- Ummm ya nos tenemos que levantar.
Ana:
- Pues si porque tenemos que ir a hacer unas compras, que tenemos la nevera vacia.
Pablo:
- Hoy vas a Zapeando?
Ana:
- Si.
Pablo:
- Pues entonces nos tenemos que dar prisa.
Ana:
- Si, vamos vistiéndonos anda!
Me baje de encima suyo y me empecé a vestir, el mientras me observaba, parecía que no quería perderse un detalle de mi cuerpo. Como si no lo hubiera mirado veces, debía sabérselo de memoria a estas alturas.
Salimos de casa hablando de chorradas, fuimos andando al súper de al lado de mi casa. No compramos gran cosa ya que el martes nos volvíamos a marchar y los fines de semana no paramos por casa. De vuelta a casa Pablo llevaba las bolsas y estábamos hablando cuando al girar la esquina me choque con la última persona que quería cruzarme en ese momento.
Hugo:
- Hombre Anita!
Ana:
- Hola Hugo.
Se hizo un silencio un tanto incomodo hasta que decidí romperlo.
Ana:
- Él es Pablo. Pablo él es Hugo.
Hugo:
- Encantado Pablo.
Pablo:
- Igualmente.
Hugo:
- Bueno Ana qué tal te va en tu cara me suena?
Ana:
- Pues genial, la verdad es que hago lo que puedo y oye no hago tanto el ridículo como pensé.
Hugo:
- Que ridículo ni ridículo, si te veo todas las semanas y lo haces genial.
Ana:
- Bueno...
Hugo:
- Y tu familia que tal todos bien? Hace mil que no les veo.
Ana:
- Pues gracias a dios todos muy bien.
Hugo:
- Tus sobrinos estarán enormes ya. La última vez que les vi eran unos renacuajos.