Capítulo 62.

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Le conté toda la historia a Anna, la verdad es que estaba flipando muy fuerte. Alguna que otra vez le había contado alguna de mis juegos sexuales y había alucinado, pero como esta vez no, esta vez no sabía ni que decirme y eso era algo que me preocupaba y creo que eso se reflejo en mi cara y Anna reaccionó enseguida encontrando las palabras para reconfortarme.

Anna:

- A ver nena estoy flipando un poco, no sabía que te gustara ese rollo, ya sabes... con una tía.

Ana:

- Y no me gusta, solo ha sido con Silvia y me siento fatal, porque en su momento lo disfrutamos los cuatro pero yo ahora no puedo con esta situación.

Anna:

- Pero como no paraste eso a tiempo?

Ana:

- El alcohol no me dejo, sobria no habría dado pie a nada de eso.

Anna:

- Vale Puchi, yo te voy a decir lo que haría si fuera tú.

Ana:

- Por favor.

Anna:

- A ver, lo hecho hecho esta, no te tortures más con eso porque es algo que no puedes cambiar. Ahora, tienes que normalizar las cosas Anita. Ya sé que es difícil pero Ana es lo único que puedes hacer, se que te va a costar, pero escúchame no te tortures con eso porque también es normal y perfectamente comprensible. Así que tomate tu tiempo, pero tampoco te empanes y con dos cojones.

Ana:

- Ya Anna pero no sé...

En ese momento Anna cogió mi cara entre sus cálidas manos e hizo que la mirara a los ojos.

Anna:

- Escúchame nena y que se te quede bien metido en esa cabecita loca: No has hecho nada malo ¿vale? No has matado a nadie. Así que no quiero verte con la cabeza agachada, todo lo contrario, bien alta porque eres una mujer libre que hace con su vida y con su cuerpo lo que le da la gana. ¿me oyes?

En ese momento solo pude abrazarla y reconfortarme en sus brazos, ahí me sentía segura porque Anna nunca me juzgaba. He hecho cosas malas en mi vida, no siempre me he portado bien pero ella nunca me ha juzgado ni reprochado nada. Todo lo contrario me ha aconsejado e incluso me ha echado la bronca pero siempre apoyándome.

Ana:

- Tengo otro problema rubia.

Anna:

- A ver dime...

Ana:

- Desde que pasó esto Pablo y yo no... Vamos que ni nos hemos tocado, no le he dejado.

Anna:

- Joder Anita eso sí que es una tontería, a ver es que tu ahora lo relacionas con lo de esa noche. Pero tú lo que tienes que hacer es olvidarte de eso, cuando estés con él piensa en lo bien que te hace sentir siempre. Joder Ana si siempre dices que tocas el cielo con él. Pues piensa en eso, en él como pareja, como hombre, con lo bien que te hace sentir cuando estáis juntos, olvidando por completo lo que paso. Por al fin de al cabo solo sois dos. Vosotros dos. Vuestro mundo. Solo existís vosotros en ese momento.

Ana:

- Tienes razón Anna soy imbécil, estoy haciendo que pague el mis rayadas estúpidas y el pobre tiene más paciencia que un santo.

Anna:

- Pues ale esta noche un buen meneo y se os van todas las penas.

Esto lo decía mientras me levantaba de las dos manos y me daba una palmada en el culo que indicaba que emprendiera mi camino hacia el camerino.

El programa salió a la perfección bueno dentro de nuestras posibilidades, cuando salimos estuvimos un rato en la puerta mientras nos fumábamos un cigarro, cuando llegue a casa me sentía mucho mejor conmigo misma. Pablo aun no había llegado así que me duche y empecé a preparar la cena. Justo cuando termine Pablo apareció por la puerta y enseguida sentí sus manos rodeando mi cintura.

Pablo:

- Hola princesa.

Me dijo mientras yo giraba la cabeza para darle un beso.

Ana:

- Hola amor.

Pensé en lo que me había dicho Anna y entendí la razón que tenia, así que no quería alargarlo mas era la primera vez desde aquella noche que lo deseaba tanto como siempre, mi cuerpo reacciono ante su contacto y no quería hacerle esperar más.

Lo acerque rápidamente a mí haciendo que todo nuestro cuerpo entrara en contacto pero sobre todo la parte que más me interesaba. Comencé a besarlo con pasión, sin dejarme ni un solo hueco de su boca por recorrer. Tenía sed y bebía de sus labios. Mi respiración se iba acelerando conforme aumentaba mi lívido. Miré hacia abajo y...

Ana:

- Pablo solo te estoy dando un beso y ya estas así...

Le dije refiriéndome al bulto que sobresalía de su pantalón.

Pablo:

- Joder Ana pero si eres tú que me recibes así y...

Ana:

- Hostia Pablo lo tuyo es muy fuerte.

Pablo:

- Gracias, lo sé.

Ana:

- Jajajajaja que idiota. Bueno pues habrá que solucionarlo ¿no?

Pablo:

- Claro.

Desabroche el pantalón e introduje mi mano por dentro, justo ahí soltó un gemido en mi cara. Echaba de menos ese cálido aliento que me ofrecía su placer. Seguí así un rato hasta que él subió mi falda y se deshizo de mi ropa interior, así empezamos un trabajo conjunto. No abandonamos los besos es ningún momento.

Baje sus pantalones y calzoncillos hasta los tobillos y él me cogió de las caderas dejándome apoyada sobre la encimera, con todo mi cuerpo a su disposición.

No me lo pensé y cogí su miembro y lo introduje en mi, sin dejar de mirarlo a los ojos, como hizo él aquella primera vez que lo hicimos. Quería recordar eso, nuestra intimidad, solo los dos.

En la primera embestida arqueé mi espalda hacia atrás junto con mi cabeza, el vio mi cuello al descubierto y atacó a él. Lo lamió de arriba abajo dejando mordiscos en el.

Continuo con las embestidas, cada vez más rápidas, al igual que mis gemidos. En mitad del polvo me baje de la encimera, saliendo de él. Le di la espalda y le di permiso para que volviera a entrar en mi, haciendo la cucharita. Me agarro de la cintura y se ayudó de ella en el movimiento de sus embestidas esto hizo que fuéramos más rápido aun, haciendo que solo se escucharan sus gemidos y por mi parte gritos de placer. Al rato notaba una de sus manos en mi cadera mientras la otra acariciaba mi espalda. Me sorprendió que estando un par de días a pan y agua, que para nosotros era mucho, estuviera aguantando tanto. Tenía autocontrol y quería que llegáramos al orgasmo los dos a la vez. Cuando noto que estaba a punto de llegar se dio cuenta y empujo más fuerte haciendo que la embestida final fuera la más profunda, quedándose así unos segundos dentro de mí.

Me giré dándole la cara y nos fundimos en un tierno beso.

Así superamos nuestra, bueno mí, pequeña crisis.


Por fin,tu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora