Narra Amélie
Otra vez me encontraba en la misma situación, con las vendas sobre mis muñecas tapando el monstruo que llevo en mi interior. Sabía que era la misma situación pero era muy diferente, esta vez ya no tenia más fuerza, no podía seguir así. Esta vez se que me he pasado, mi padre me había encontrado jamás habría querido que él me vea en esas situaciones, cuando no era yo misma, cuando no era su pequeña sino que era algo muy diferente. Alguien que solo sirve para lastimar y auto-lastimarse. Se me esta yendo todo de las manos, sé que lo tenía controlado pero las voces en mi cabeza no me dejan en paz, no puedo dejar de pensar que esta mal; que estoy mal con todo lo que hago pero me he cansado de pensar ya mi suerte esta echada y como he dicho ya no tengo fuerzas.
Sabía que lo de hoy había pasado los limites, ni yo misma me conocía mientras consumía todos esos alimentos y después dejándolos ir. Estaba fuera de control, no veía otra solución que dejarme ir. Siempre estaba eso en mi cabeza, supe que siempre iba ser lo mejor para todos, pero siempre me ganaba el miedo pero esta vez ni eso llegaba. No sentía dolor, no sentía temor y mucho menos compasión; sabía que era un bien común.
El ruido de la puerta de la habitación despejo mis pensamientos, era la enfermera que venia con los calmantes que me tocaban. Vivía con calmantes y con el maldito suero que me haría regresar a los 50kilos en una hora.
-¿Cómo estas, cariño?- dijo la enfermera fingiendo cariño. No dije nada al respecto solo le dediqué una falsa sonrisa y ella conforme con su trabajo. Mientras renovaba el calmante y cambiaba la bolsa de solución junto con el catéter del goteo, entraba a la habitación el mismo doctor que la vez pasada.
-Hola nuevamente señorita Amélie, ¿cómo estás?- dijo mientras se sentaba cerca de la cama de hospital.
Amélie: Bien no creo, sino no estaría aquí con usted- le solté de mala gana, no tenía ganas de tratar con los estúpidos doctores.
-Oh veo que tienes sentido del humor, muy bien... ya que veo que estás de buen humor me alegraría charlar contigo pero espero que sea mejor que la vez pasada- me sonrió y la verdad es que parecía un buen hombre que me quería ayudar pero yo ya no podía recibir más ayuda, había pasado demasiado y aquí ya no hay más oportunidad- Bueno ya que estamos solos, vamos a hablar de lo que la ultima vez no pudimos- dijo ya que la enfermera se había ido pero había dejado olvidado su caja de remedios sobre la mesa, eso explica porque varios pacientes fallecen sin ninguna razón- Haber Amélie... recuerdo que la ultima vez que nos vimos pediste que no te tratará como loca, ni como enferma... entonces vamos a hacer una cosa, ya que no quieres ningún trato vamos a hacer de cuenta que no estamos en un hospital y que es un bonito café con un buen aroma a jazmines, y que tu y yo coincidimos en tomar la misma mesa ya que en el lugar solo cabía tres mesas y dos de ellas solían estar ocupadas. Tu eres un bella chica con un buen libro de Nicholas Sparks acompañando con un café cortado y yo solamente un curioso hombre de la literatura romántica y me preguntaba como una jovencita podría tener tan buen gusto a la hora de leer- su imaginación volaba por los cielos pero había logrado atraparme en ese mundo, donde solo quizás era el lugar en el que yo quería estar y nunca he podido- Te he preguntado desde hace cuanto lees y tu pareces tan concentrada que ni siquiera te haz molestado en verme, me haz dicho que desde pequeña te ha gustado pero era algo muy oculto y personal. Lo he entendido porque también disfruto leyendo en soledad pero no por eso oculto esa gran pasión sino todo lo contrario, es más creo que sería como ocultar mi verdadero yo y creo que no hay nada más absurdo que ser quien no eres, ¿porque aparentar? si lo que me encanta es ser yo mismo, ¿porque ocultar eso que somos? si no es un delito ni mucho menos ¿porque dejar que opinen sobre nosotros? si nosotros mismos nos conocemos lo suficiente para eso ¿porque dejar que un espejo nos diga quienes somos? si solo es nuestro reflejo, es solo una ilusión de cristal que con solo un rasguño se romperá pero en cambio con nuestro verdadero yo, con nuestro cuerpo, con nuestra alma, con nuestro corazón ningún rasguño podrá romper. ¿Porqué? porque somos nosotros mismos, seres humanos, personas, con sentimientos, con pensamientos, todos diferentes pero a la vez iguales. Todos con imperfecciones, con defectos, con defectos que nos hacen perfectos, son nuestra marca personal de saber que somos únicos e irrepetibles- ya no podía seguir escuchándolo, mis lágrimas recorrían mis mejillas pero él seguía en plan de seguir con su discurso tan personal. No podía seguir escuchando, algo más y rompería con aquello que siempre he luchado, mi propio yo.