Estar nuevamente en este lugar me da náuseas. Sí, para mi mala suerte he regresado a este taller de mierda del doctor... No recuerdo su nombre, pero sí que prácticamente escapé del lugar hace dos días.
Estoy sentada en la esquina, mordiendo mis uñas con nerviosismo, e intentando planear lo que haré hoy. Por algo he llegado casi 15 minutos antes y no hay ni un alma en el lugar. En realidad, es un milagro el que me hayan dejado pasar pese a que ni mis compañeros ni el doctor han aparecido.
En fin, solo debo soportarlo, otra vez. No sé cómo pudo ocurrírsele a mi madre darme semejante castigo. Vamos, como si no hablara con alguien y necesitara ayuda urgente. Tengo amigos... pocos pero aunque sea me hablo con alguien en la escuela. Aunque cuando ellos no están... prácticamente no hablo con nadie y prefiero estar sola.
Vaya, me parezco a Oswaldo, el chico antisocial y con problemas psicológicos de mi clase. Mierda.
—¿Pero qué tenemos aquí? —pregunta una voz conocida y yo volteo el rostro hacia la puerta y lo veo recostado, con una pequeña sonrisa, sobre ella.
Culpo de esto a mi mala suerte. El odioso chico de hace unos días está frente a mí, mofándose en mi cara de mi expresión confusa y sorprendida. Ag, y yo que no quería que vuelva a dirigirme la palabra.
—Nada que te importe —le digo secamente.
Hago un ademán de voltearme y seguir en mis asuntos pero su voz nuevamente capta mi atención. Qué extraño, siento que cada vez se ha ido acercando un poco más a mí.
—¿Sabes? Eres muy curiosa. —Solo lo observo confundida. ¿Quién se cree para decirme esas cosas sin conocerme?—. Haces gestos muy raros cuando hablas contigo misma y eres bastante cómica.
¿Eh? Mi indignación está más allá de los límites. ¿Cómica yo? ¿Acaso soy un payaso para entretenerlo?
—Eres muy confianzudo, ¿sabes? —le digo mirándolo fijamente.
Él solo se ríe y pasa una mano por su cabello. Usa una polera gris y unos jeans oscuros que lo hacen ver muy informal pero a mi gusto le queda bien este estilo. Ah, pero eso no significa que lo esté mirando detenidamente, solo que mi mente suele divagar en los pequeños detalles.
—A eso me refería. —¿Acaso no puede dejar de sonreír?—. ¿No te han dicho nunca que mueves demasiado las manos y haces demasiados gestos cuando hablas? Eres en realidad muy fácil de leer.
—Entonces debe ser claro mi desagrado por ti.
Al decirle esto la sonrisa desaparece de su rostro y suspira. No creo haberlo ofendido ¿o sí?
—No puedo agradarle a todos, ni modo. —Al terminar de decir esto vuelve a sonreírme.
Este tipo no tiene remedio. Prefiero escuchar música a seguir escuchando sus tonterías por lo que me pongo los auriculares y escucho una canción instrumental que me inspira a crear historias tristes, ya que es una melodía muy melancólica y dolorosa.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que me doy cuenta que estoy rodeada por mis compañeros y el doctor. Oh, sorpresa, ese idiota se sentó cerca de mí, nuevamente. Si le pido al doctor que me cambie de sitio, ¿me hará caso?
—Dado que algunas personas creyeron que el receso era la hora de salida, aclararemos que las sesiones son desde las cuatro hasta las 6 por lo que queda prohibido el regresar a sus casas antes de esa hora.
Eh, sobre eso... es posible que yo sea la receptora de ese mensaje. Estaba tan disgustada y tan metida en mis pensamientos que al escuchar que podíamos retirarnos decidí huir y regresé a casa temprano pese a que ni yo me lo creía. Ah, bueno, supongo que por una hora más no moriré.
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Hilo rojo del destino
Jugendliteratur¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...