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—¿Eh? —Es lo único que puede decir y su rostro muestra cuán pasmado está en realidad.

Yo sonrío, complacida por el resultado, y repito la pregunta por si no me escuchó.

—Augusto, ¿te gusto? —le pregunto y sonrío malvadamente.

Solo pasan unos segundos hasta que él logra controlar sus emociones y expresarse como una persona decente.

—¿Por qué crees eso? ¿Parece? —pregunta él levantando una ceja.

—Ya que no me has respondido entonces supongo que sí. —Él quiere interrumpir y replicar pero lo ignoro—. Si ese es el caso tengo una advertencia que darte.

Me acerco a él, casi tanto que puedo sentir su aliento en mi rostro. Mis ojos están clavados en los suyos y los capturo de tal forma que no pueda mirar a nada más que a mí.

Es interesante el ver como ha pasado a estar tan rojo como un tomate y cómo sus ojos se muestran tan inocentes haciendo que él se vea como una dulce ovejita. Adivinen quién tiene entonces el papel del lobo malvado.

—No te atrevas a enamorarte de mí —le digo acercándome cada vez más—. No seré una buena candidata para ti y solo podría hacerte daño. Busca a otra, hay muchas por donde mires. —Veo cómo traga saliva y cómo sus mejillas se vuelven más rojas—. En pocas palabras, te conviene no gustar de mí ni acercarte a mí, ¿lo captas?

Me alejo de él inmediatamente y me siento en mi sitio de siempre. Él no ha dicho ni una sola palabra por lo que creo que he cumplido mi trabajo. Parece que está aún consternado al pensar en todo lo que le acabo de decir y eso me complace.

Los minutos pasan y poco a poco mis compañeros van llegando. Saludo a la parejita, al parecer, del momento, Micaela y Brandon. Los dos me saludan sonrientes y siguen conversando entre ellos. Ahora que lo pienso realmente se ven bien juntos, tal vez porque ambos tienen el cabello castaño y porque se ven muy inocentes.

Susana se sienta a mi lado y me empieza a hablar de su día en la escuela. No somos tan cercanas ni hemos hablado mucho pero me divierto hablando con ella. Suele ser muy exagerada y cuando habla es imposible no reírse. Creo que eso es lo que en realidad me agrada de ella.

—¿Has visto la última temporada de Doctor Who? —pregunta Susana con una sonrisa. Ella adora ese show—. Oh, yo no pude perderme el estreno. ¡Lo estuve esperando por mucho tiempo! ¡Ah, y aún no sé cómo solucionarán lo que pasó en el último capítulo!

Yo solo la escucho porque no tengo nada mejor que hacer y porque su entusiasmo es contagioso pero en realidad estoy mirando de reojo a Augusto, quien está a mi otro lado y no me ha hablado aún. Parte de mi está esperado con ansiedad a que eso pase pero la otra se siente al fin libre de su presencia.

—Buenas tardes, chicos. —El doctor Kurosaki entra en escena y nos encuentra a todos hablando—. Veo que las cosas van bien.

—¿Por qué ha llegado tarde, doctor? —pregunta Sonia.

—Decidí darles un tiempo para que puedan conocerse un poco más y al parecer funcionó —dice el doctor con una gran sonrisa—. ¿O no lo creen?

Todos asentimos con una sonrisa. Sorprendente hemos sido capaces de socializar por nuestra cuenta. Es un avance ya que usualmente somos muy tímidos aunque creo que solo es cosa de hoy.

Bueno, esa es mi opinión.

—En fin, empecemos con nuestro trabajo —dice el doctor Kurosaki y procede a sentarse en una silla que coloca en el centro—. Colóquense a mi alrededor y conversemos.

Todos llevamos nuestras sillas hacia él y no me sorprende ver a Augusto a mi lado, aunque sigue sin hablarme. Uh, no pensé que le afectaría tanto una broma tan inofensiva. Tal vez, puede ser, que me haya pasado un poco.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora