Hoy día las clases han pasado tan velozmente que salgo corriendo de ahí apenas han tocado el timbre. Mi corazón bombea rápido al llegar al paradero y tomo el primer carro que me lleve a la clínica. Nunca antes me había apurado tanto para ir a ese lugar y en estos momentos apenas si puedo respirar bien.
Entro corriendo a la clínica y paso sin cuidado por las personas, incluso choco en una de esas ocasiones con una señora a quien apenas puedo decir lo siento por el apuro que tengo. No sé qué me contesta y sencillamente no me importa si se ha molestado.
Paso como un rayo por los pasadizos blancos y esta vez no me detengo a contemplar las fotos antiguas sino que me dirijo al pabellón de psiquiatría. Llego a la puerta 502 y la abro violentamente, respiro con agitación y siento el sudor bajo mi cuello.
Frente a mí, con los oídos tapados, sentado en una de las esquinas del aula cabizbajo, esta ese chico. Levanta su rostro y me ve, puedo ver las ojeras bajo esos ojos negros y una expresión tan desesperada y triste que estremece mi corazón.
Baja su mirada nuevamente y finge no hacerme caso. Yo no puedo detenerme y me acerco a él, arrodillándome y colocando mi rostro a la altura del suyo. No puedo dejar de mirarlo y de sentirme tan culpable.
—Augusto. —Es lo único que sale de mis labios pero él parece no escucharme.
De repente se levanta y sale del lugar a paso rápido. No, no voy a permitir que escape. No puedo.
Empiezo a seguirlo hasta que nos encontramos en el patio de juegos que hay atrás del lugar. Él se dirige a los columpios y se sienta en uno de ellos, aún sin mirarme.
Me acerco a él despacio y me arrodillo ante él. Debo de levantar mi cabeza para poder mirar esa mirada tan melancólica que me causa escalofríos. Nunca lo había visto así y el cambio en él es espectacular.
—¿Por qué me estás siguiendo? ¿No puedes tan solo dejarme tranquilo? —pregunta él en un susurro.
—No, yo necesito decirte algo.
—Entonces solo dilo y vete.
Su frialdad me causa un poco de dolor pero aun así continuo. Necesito hacer esto, no sé por qué, pero debo hacerlo.
—Lo siento mucho. —Es todo lo que puedo decir y veo sus ojos abrirse por la sorpresa.
—¿Eh? —Parece incrédulo, creo que no cree que haya dicho eso de verdad.
—Lo siento, lo siento, Augusto —le digo y lo tomo de las manos—. Fui muy cruel contigo. Yo no tenía idea de que tú... No debí tratarte así, lo lamento.
—No tenías idea... —Entonces sus ojos se abren comprendiendo a lo que me refiero—. No, no puede ser. ¿Lo sabes?
Asiento y acaricio su mano. No sé por qué estoy haciendo esto pero tengo la necesidad de consolarlo. Él aparta su mano y me mira a los ojos. Ahora parece un poco enfadado.
—¿Cómo? No, ¿Por qué?
—No sabía de tu problema pero ahora te entiendo un poco mejor. No quería hacerte sentir tan mal; yo no soy muy buena con esto.
—No quiero que me tengas lástima. Yo... tengo problemas, como todos. ¿O acaso creías que yo iba a, ya sabes, acabar con todo? —Muerde su labio inferior y parece realmente preocupado.
Prefiero no contestar. Esquivo su mirada y me encojo de hombros.
—Oh vaya, realmente creías eso. —Y por alguna extraña razón se echa a reír.
¿Qué le pasa? ¿Qué tiene esto de divertido?
—¿Qué es tan gracioso? —le pregunto mientras frunzo el ceño, confundida.
—Nada, es solo que no iba a hacer eso. Ya no, estoy mucho mejor —dice él y continúa riendo.
Entonces me preocupé por nada. Bueno, ya resolví este asunto y lo mejor es que me vaya. Y eso es lo que estoy a punto de hacer antes de sentir su mano en mi muñeca.
—¿A dónde vas? Aún no he aceptado tus disculpas.
—Esa no era mi meta, solo era disculparme —le digo y le doy una sonrisa incómoda.
—Ah, aun así, he estado pensado y no hemos hecho más que pelear todo este tiempo. No crees que podemos empezar de nuevo y tal vez, no sé, ¿ser amigos algún día? —pregunta él y me dedica una sonrisa tímida.
¿Amigos? Él no me agrada, indistintamente de lo que tenga. Es una persona muy insoportable, incluso más que Alana, pero aun así se esmera en poder cambiar las cosas entre nosotros.
Tal vez debería darle una oportunidad, ¿no?
—Está bien —le respondo y él me mira boquiabierto.
—¿Es en serio? ¿Sin bromas?
—Claro, yo tampoco deseo tener problemas con nadie. —Es la verdad, toda esta situación es agotadora.
—¿Entonces amigos? —me pregunta él estirando su mano hacia mí.
Yo lo observo y le sonrío.
—Aún no pero tal vez. —Y estrecho su mano.
Ambos entonces decidimos volver al nuestro lugar mientras conversamos de cualquier tontería como nuestra rutina de todos los días. Él me dice que no suele hacer gran cosa aparte de estudiar en ocasiones y jugar tenis o practicar natación. Me sorprende mucho esto porque también me gustan ambos deportes y es genial conocer a alguien con gustos en común, aunque me fastidia ligeramente.
Llegamos al fin al salón y por primera vez nos sentamos juntos por voluntad. Observo como él saca su teléfono y me toma una foto, desprevenida. Oh no, pero... ¡Qué le pasa a este idiota!
—¡Oye! —chillo molesta.
—Necesito una foto para guardarte de contacto. Además, las fotos desprevenidas son las mejores ya que...
—Capturan a la persona tal como es —terminamos diciendo los dos al mismo tiempo y es imposible ocultar nuestra sorpresa.
Por suerte somos interrumpidos por el doctor y los compañeros que acaban de llegar. Pero qué extraño, veo a Micaela entrar junto a Brandon y sonreírle nerviosamente. Aquí pasa algo, yo lo siento.
—Bueno chicos, el día de hoy trabajaremos en grupos de 6. Lo que haremos será decir datos curiosos sobre nosotros mismos y compartirlos. El grupo que diga más datos en el menor tiempo será el que gane. Recuerden que acá todos deben de conocerse los unos a los otros. —Así es como empieza el doctor Kurosaki y termina dándonos un discurso sobre la importancia de conocer a nuestros pares.
Por primera vez estoy tan atenta a lo que dice que me siento tranquila. Mi corazón ha vuelto a latir a la normalidad y siento que todo va a ser mejor a partir de ahora.
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Hilo rojo del destino
Teen Fiction¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...