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Comenzar esta semana ha sido muy cansado para mí. La prueba integrada es mañana por lo que desde el sábado he estado estudiando tanto como he podido para exonerar algunos exámenes. Lamentablemente, el Internet y los chismes me han distraído la mayor parte del tiempo.

En fin, no puedo hacer nada para evitar eso y ahora, mientras pienso y me preparo para dormir, me siento algo preocupada. Cierro los ojos e intento contar ovejas para poder dormir, pero nada funciona. Creo que me estoy desesperando y tan solo quiero no pensar en nada pese a que eso es algo casi imposible para mí.

Por favor, déjenme dormir.

***

Nuevamente estoy en el bus esperando a que todo termine pronto. Lo bueno es que me siento un poco más relajada, seguramente porque ya me he preparado mentalmente a lo que sea que venga. Pero, aun así, con el libro de Historia en mis manos, creo que aún no estoy completamente segura.

Quiero distraerme un momento por lo que me fijo en los insignificantes detalles como siempre. Veo a una señora hablando por teléfono tranquilamente. Parece muy seria por lo que sospecho que debe estar hablando sobre algún problema del trabajo, pero al estar muy lejos no puedo escuchar su conversación. Lamentablemente, esa tranquilidad desaparece cuando las puertas del bus se abren y toda la gente entra como si fueran perseguidos. Empujan a la mujer y a esta se le cae el celular lo que hace que maldiga en voz alta y se agache.

Sé que esto es malo, pero no puedo evitar reírme sobre todo porque le dice a la gente a su alrededor que le den permiso, pero todos responden que no pueden porque no hay espacio. La mujer se pone histérica porque cree que algo le ha pasado a su celular y a nadie le importa.

Aunque sea por un insignificante momento, el que eso haya pasado me ha ayudado a calmarme un poco y a poder volver a estudiar con tranquilidad así que le agradezco a esa señora y le pido disculpas mentalmente.

Y así es mi trayecto hasta que al fin logro llegar a la escuela. Cuando entro, veo a todos estudiando como locos. La gente está sentada en el suelo leyendo sus libros en grupo. Otros están tomándose las preguntas para saber que están preparados, aunque saben que no lo están. Y algo que todos comparten es la misma expresión de angustia y las ojeras que me demuestran cuanto quieren evitar los exámenes bimestrales a toda costa.

Yo me pongo a leer mi cuaderno de Ciencia cuando escucho el timbre que indica que debemos formarnos para ir a nuestros respectivos salones. Suspiro y veo a mi alrededor cuerpos que se mueven por inercia con unos uniformes verde militar y unas pesadas maletas. El aura de todos es tan gris que no me sorprendería que entre todos formemos una nube si alguien nos viera desde arriba.

Tal vez solo estoy viendo la realidad en este momento y me sorprendo porque siempre veo a todos tan radiantes y felices a comparación de mí lo que me hace palidecer y pasar inadvertida. Y en este momento creo que hemos cambiado de lugar.

No estoy segura de cómo he hecho el examen, pero confío en mí y en mi suerte por lo que tan solo respiro hondo al salir de ese salón. Veo a otras personas pasar a mi lado cabizbajas y a otras hablando del examen con sus amigos. Yo aún no me encuentro con los míos, pero creo que me siento mejor de lo que debería sentirme.

Cuando llego a mi salón habitual, veo a Lola mirar sin expresión la pared y a Alana quejarse con Ignacio. Creo que algo pasó en el salón de Ignacio y Lola, pero no tengo idea de qué es.

—¿Estás bien, Lola? —le pregunto y ella me mira y asiente dubitativa. Me volteo y cruzo miradas con Ignacio—. ¿Qué pasó?

—La bruja que nos asignaron como profesora se demoró en llegar por lo tuvimos menos tiempo para terminar el examen —dice Ignacio fastidiado—. Y creo que Lola no terminó la parte de matemática por lo que está sí.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora