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No hay nada mejor que descansar después de una semana tan agitada. Mis tan amadas vacaciones han llegado... Bueno, casi. Es cierto que la semana de exámenes ya ha terminado y que prácticamente estoy con un pie fuera de la escuela, pero faltan dos eventos muy importantes. Uno de ellos es mi fiesta de promoción y el otro es el día de la ceremonia de clausura. Son los únicos eventos que me quedan antes de decir adiós definitivamente a todas las personas del colegio. Sí, he dicho esto en repetidas ocasiones durante las últimas semanas, pero estos dos eventos son mi verdadera despedida. Tengo que dejar todo listo antes de partir a la universidad. Quisiera, de ser posible, dejar ciertos recuerdos dolorosos en el pasado, sobre todo los teñidos de resentimiento.

Pero en este momento solo quiero descansar. Tengo una semana antes de tener que volver obligadamente al colegio. Y sí, la fiesta de promoción es este sábado así que tengo menos de una semana para prepararme mentalmente. Aún no sé cómo voy a bajar por las escaleras tomada del brazo de Augusto sin que me dé un vahído, pero estoy intentando controlar mis emociones. Nadie sabe que voy a ir con él, ni siquiera mi mamá. Le comenté que había conseguido a alguien y ella quiso saber quién era la persona en cuestión. Por obvias razones me negué a decírselo así que lo único que me dijo es de sea como sea tenía que decírselo con tiempo.

Sé que es necesario, pero preferiría que eso no pasara. No quiero que se meta en mi relación con Augusto y que descubra que es más que mi amigo. ¡Suficiente con que tenga la idea de ir a recogerlo! Tengo que hacer algo para que cambie de parecer, pero va a ser difícil. Bueno, tengo tiempo de sobra para pensar en eso aún.

***

Durante esta semana no hago más que relajarme y prepararme mentalmente para todo lo que pasará el sábado. Llamo a Lola y ambas terminamos conversando sobre nuestros vestidos y parejas.

—Oye, Lola, ¿al final elegiste definitivamente un color para tu vestido?

—Claro, desde hace tiempo —responde Lola y añade—: Va a ser negro, aunque Alana se ría de eso.

—Es cierto que cuando me lo contaste ella estaba por ahí y se terminó riendo, pero no le hagas caso.

—Bueno —dice ella y entonces continúa—. En fin, cambiando de tema, no me has hablado de tu pareja. ¿Quién es? ¿O tal vez es esa persona que ya conozco?

Me pongo nerviosa y creo que mis mejillas se ponen coloradas. ¿Saben? Es malo que sea pésima mintiendo, pero lo intentaré.

—Va a ser una sorpresa para todos —le digo y Lola hace un sonido de "ya lo sé"—. Lo mismo va para el vestido. El color será una sorpresa.

—¡No es justo! ¡Tú sabes el color del mío!

—Pero quiero causar impacto —le digo y guiño el ojo—. No puedo hacer eso si no lo mantengo en secreto. Será un día inolvidable. Por cierto, supongo que ya has conversado con Bruno para llegar a un acuerdo con respecto a los colores y cómo van a ir, ¿no?

Lola suspira y hasta por el teléfono siento su frustración.

—Es un idiota sin remedio —dice ella fastidiada—. Vamos a ir a recogerlo a su casa. Solo no quiero sorpresas. Me dijo que no tiene sentido que el color de su corbata vaya con el color de mi vestido o de algo de decoración y luego se echó a reír. ¿Puedes creerlo?

—Al menos sabes que tienes su amor incondicional y que no mirará a ninguna otra chica —le digo para fastidiarla y me río.

—Muy gracioso, como si eso recompensara todas las idioteces que dice diariamente. No, esa noche va a ser una pesadilla para mí.

Entonces seré yo la que disfrute del espectáculo —le digo entre risas.

***

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora