28

67 6 0
                                    

El martes en la mañana intento evitar a toda costa a Marco. Por suerte, él no se da cuenta ya que está muy ocupado haciéndole caso a sus otras "amigas". En el fondo, esto me molesta porque si no sé da cuenta de que algo pasa conmigo entonces eso quiere decir que no le importo mucho. Pero intento ser positiva y no creer en esas tonterías.

Hemos comenzado una nueva unidad y, por suerte, no tenemos exámenes ni repasos, excepto por el puto vocabulario de historia. Nuestra profesora siempre nos ha obligado a aprender unas 10 o 15 palabras al comienzo de cada unidad y, como es costumbre mía, siempre las aprendo una o dos horas antes.

Bueno, no es culpa mía. Es solo que mi horario es complicado y tengo cosas más importantes que hacer.

Ahora que lo pienso, el verano ya terminó y empiezo a sentir un poco de frío pese a que Alberto se muere de calor y decide abrir la ventana. No puedo contenerme, y como me siento atrás suyo, le pido que cierre la ventana y apague el ventilador. Y como se sigue negando y otros, sobretodo la metiche de Fanny, lo apoyan, me termino quedando callada.

¡Ah, ni siquiera sé cómo pudo gustarme! Bueno, me alegro que eso haya terminado. O al menos eso pienso hasta que Alberto se levanta y apaga el ventilador. No dice nada más que: "Con el aire es suficiente", y siento mi corazón empieza a latir con fuerza.

¡Puto, puto! Bueno, no podía ser tan fácil. Pero no me rendiré, tú eres un hombre prohibido y yo... bueno, hay muchos peces en el mar así que no tengo de qué preocuparme. E incluso si no logro atrapar otro pez, iré y me conformaré con mis libros y con mi comida.

Ah... creo que me salí del tema importante. Lo lamento es solo que aún no controlo del todo mis sentimientos por Alberto y tengo la mala costumbre de hilar mis pensamientos e irme por las ramas infinitas de las posibilidades. Es algo que debo mejorar, pero lamentablemente me es muy difícil ya que mi día a día no sería tan emocionante sin ese pequeño detalle.

—¡Pasen las hojas! —dice la profesora y el aula queda en silencio.

Vamos a ver, estamos hablando de Historia Universal... específicamente del Imperio Romano y Grecia. Palabras vengan a mí y, por favor, no sigan pensando en ese tonto enano que está por la parte posterior del salón. Él está ocupado y yo también.

***

En la última hora de clases suceden cosas que no creí que pasarían. Como siempre converso con Alana y Lola, quienes están hablando de música electrónica. Yo no soy fan de esa clase de música pero no puedo pedirles que cambien de tema, sería maleducado de mi parte. En su lugar, me dedico a mirar discretamente a Marquito, quien está hablando desde hace un buen rato con Vania, una chica que obviamente está loca por él, pero ese tonto no se da cuenta.

Para ser honesta creo que harían una maravillosa pareja porque ella es una chica decente y no una zorra, pese a que pensaba lo contrario el año pasado. Pero bueno, la conocí más y es estudiosa y agradable así que le doy mi visto bueno.

Cuando Marquito se desocupa, me acerco a él y empezamos a hablar. Él parece relajado hasta que vuelvo a mencionar el tema de las enamoradas.

—¿Sabes? Realmente creo que deberías salir con alguien —le digo con una sonrisa para nada inocente.

—No, no lo creo. Esas cosas no son importantes para mí ahora —me responde intentando no hacerme caso.

Miro de reojo a Vania, la chica de lentes que está con su grupo de amigas, y sé qué es lo que voy a decir. Puede parecer estúpido ya que mis sentimientos son un tanto confusos pero creo que lo mejor es que él salga con alguien, así yo podré olvidar estas tonterías y él dejará de ser virginal.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora