¡Ay, estos tontos sentimientos! A veces me pregunto por qué me gusta tanto pese a que sé que es imposible. Tengo miedo a que esto logre superar mis fuerzas y que caiga rendida a sus pies, metafóricamente. Quiero decir que no quiero enamorarme sabiendo que él nunca va a sentir lo mismo por mí. ¿Pero entonces cómo puedo parar? ¿Debería hacerlo?
Otra opción es hacer que él se enamore de mí. Parece una tarea imposible pero tal vez puedo usar mis encantos para llegar a su corazón. ¿Qué encantos? Bueno, sé cocinar postres y en ocasiones soy algo distraída lo cual a veces le resulta tierno. Una vez me lo dijo, pero fue algo tan rápido que ni siquiera tuve tiempo para procesarlo.
¡Ah, me estoy volviendo loca! ¿Cómo hacer que se enamore de mí? A él le gustan las chicas femeninas y pequeñas lo que me deja en una gran desventaja. Soy alta para el país en donde vivo, aunque yo siempre he creído que soy de estatura promedio. Y femenina tampoco soy, me gusta usar polos anchos y rara vez me maquillo. No cuido mucho mi físico más por pereza que por verdadero desinterés.
Estoy acabada.
Pero no pierdo la esperanza. Durante estas vacaciones y los próximos dos bimestres voy a intentar entrar en su corazón. Ni siquiera sé que siente por mí, aunque a veces se comporta de forma extraña. Solo sé que, o al menos eso creo, para él soy una amiga que siempre lo molesta y que está algo loca.
Mi vida en una oración.
***
Las vacaciones empezaron oficialmente el lunes ya que el domingo tuve que acompañar a mi mamá a visitar a la familia. Admito que de alguna manera extraño ya la escuela, aunque hace dos días vi a todos. Bueno, en realidad no a la escuela en sí ya que nunca me ha gustado el lugar ni la gente, pero sí extraño a mis amigos, especialmente a Marquito. He querido hablar con él, pero no tengo el valor de mandarle un mensaje después de lo que pasó el sábado. Siento que lo que pasó ese día, aunque insignificante para otros, ha cambiado algo entre nosotros.
—¿Debería escribirle "¿Cómo estás?" o tal vez sea mejor empezar con "¿Recuerdas lo que pasó el sábado?"? —En ese instante, me horrorizo por lo que acabo de decir—. ¡No, no! Además, no creo que para él haya sido algo importante.
Me echo sobre la cama y doy vueltas. Lo malo de estar sola en la casa es que pienso demasiado, lo que no hace que me relaje realmente. Es un problema que tengo desde siempre: suelo analizar una y otra vez las situaciones y las opciones que tengo que hacer frente a un problema para evaluar si es conveniente o no, lo que hace que sea un monólogo sin fin.
A veces creo que soy muy complicada.
Me rindo y tiro el celular al otro lado de la cama. Ah, no puedo pensar con claridad. Mis sentimientos están bloqueando mi usual uso de la lógica lo que me da un mal presentimiento. En ese instante, pienso en lo que estoy haciendo y cómo terminé de esta manera. Y cuando me doy cuenta de lo que me está pasando tengo que morder mi labio inferior para evitar gritar.
—¡No, no, no! ¡No lo haré! —chillo y espero que mi mamá no me escuche. Aun así, bajo un poco la voz—. ¿Pero qué diablos estoy haciendo? ¿Desde cuándo me comporto así por un chico? Yo no... yo no quiero algo con él, no realmente.
En realidad, no sé por qué quiero enamorarlo. Por más que intento pensar en una buena razón, mi mente me hace recordar que sería horrible salir con él. ¿Por qué? Por lo que todos dirían y porque no quiero estar con alguien de manera seria. Es solo que tengo miedo a lastimar al chico que sea mi enamorado y quiero evitar eso a toda costa por lo que simplemente prefiero estar sola, aunque estar sola a veces es muy difícil. Supongo que esa es la razón por la cual me gusta estar con Marquito, porque sé que no hay manera de que sea algo serio.
—Pero pensar de esa manera también me duele- —Me está doliendo la cabeza—. Me gusta, pero no quiero lastimarlo más. No soy lo suficientemente buena para ese tipo de cosas. No sé cómo actuar en una relación y tengo miedo de fallar.
Miedo a fallar, ese es mi temor más grande y lo que ha frenado todo hasta ahora. Tengo miedo a equivocarme y a sentir que ya nada vale la pena. Tengo miedo a cometer un error y dañar a otras personas. Tengo miedo a que eso sea irreparable como lo de Augusto.
Augusto. Por un momento lo había olvidado. Mi vida ha continuado, así como debe haber continuado la suya y pese a que lamento de todo corazón lo que pasó, no puedo seguir pensando en el pasado. Yo solo le deseo lo mejor y espero que algún día me perdone, aunque tal vez yo no pueda perdonarme. Le causé mucho daño y él siempre fue sincero. Le fallé.
Ahora creo que lo mejor es dejar que ese recuerdo vuele muy lejos y que no vuelva jamás.
***
Después de pasar un día pensando, decido que no puedo seguir haciendo estas cosas o voy a terminar loca por lo que llamo a Lola y le digo que nos encontremos en el centro de Lima para salir a pasear y distraernos. Ella acepta encantada ya que odia estar encerrada en su casa, aunque me pide que nos veamos al mediodía, justo cuando quema más el sol. No me agrada la idea, pero sé que ella es demorona por lo cual acepto.
Mientras estoy en el Metropolitano, me pongo a observar las calles del centro de la ciudad. Muchas de las casonas aún pueden verse y se distinguen por sus bellos balcones y por el tapizado de madera. Sus puertas son inmensas y sus ventanas tienen una pequeña parte sobresaliente en la parte superior que las protege. También noto que muchas de estas casas han sido nuevamente pintadas por lo que tienen un toque moderno. Esto me hacer sentir de alguna manera feliz ya que se respeta lo antiguo, pero al mismo tiempo se le intenta agregar algo de nuestra era.
Cuando bajo del bus, me encuentro en la estación Jirón de la unión. Voy a encontrarme con Lola en el KFC que está junto en el jirón de la unión por lo que debo caminar un poco. Por suerte, Lola llega rápido y empezamos a visitar las tiendas. Hablamos de muchas cosas cotidianas y nos emocionamos cuando entramos a una librería y vemos ofertas en todos los libros. Yo quisiera comprar muchos libros, pero no traje mucho dinero al igual que Lola por lo que terminamos saliendo y seguimos caminando.
—Andra, tengo hambre. Vamos a comer —me dice Lola después de caminar dos horas.
Lo pienso un momento y termino aceptando. Por esa razón, nos dirigimos al Real Plaza Centro Cívico que está a una considerable cantidad de cuadras. Lola, por supuesto, se queja, pero termina aceptando ya que comeremos todo lo que podamos pagar.
Caminar a veces es algo que me tranquiliza. Ver las tiendas y la gente pasar es uno de esos placeres que tal vez muy poca gente comprenda. Es algo que me encanta hacer, aunque a veces no tiene sentido hacerlo. Claro, a menos que te fijes en los pequeños detalles como yo.
Empiezo a observar a la gente que hay en cada tienda y mis ojos se posan en el cartel de una marca extranjera de relojes. Tiene un nombre curioso por lo que no puedo evitar sonreír. En ese preciso momento, una señora sale de la tienda y detrás de ella veo un rostro serio, aunque de mirada amable que está viendo su celular. Siento que todo mi cuerpo está temblando y tengo que parpadear para saber que no estoy soñando. Pero cuando abro los ojos él ha desaparecido.
Era él, lo sé. Era Augusto.
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Hilo rojo del destino
Teen Fiction¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...