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La noche fue un caos por la repartición de cuartos y por las insoportables quejas de Alana. Esa chica quería quedarse tanto con nosotras como con sus padres y estuvimos discutiendo casi por dos horas hasta que los padres se repartieron los 2 cuartos restantes y tanto Alana, Lola y yo terminamos durmiendo en un cuarto sin compañía de Alejandra ya que necesitábamos nuestro tiempo a solas.

Estuvimos un buen rato hablando de tonterías y riendo. ¡Incluso jugamos a verdad o reto! ¿Pero saben qué? No pude dejar de pensar en Augusto en toda la noche y, peor aún, en el terror que sentía cada vez que creía ver a alguien asomarse a la puerta, pensando que era él.

Ya sé, sueno como una paranoica pero es que ese chico está acabando con mis nervios. Es una amenaza constante en mi vida y no puedo estar tranquila sabiendo que ambos estamos en un mismo lugar que no sea la terapia.

¡Incluso en la terapia no me siento tranquila con él a mi lado!

***

A la mañana siguiente soy la primera que despierto. Alana está acostada boca abajo en su cama y puedo escuchar todos sus ronquidos. Pobre, se quedó dormida con la boca abierta. Y Lola también está profundamente dormida y parece un trapo tirada por la forma en cómo está acostada en su cama.

Me llevo mi ropa al baño y me cambio rápidamente y en silencio. Voy hacia los otros cuartos y me percato de que todos sigan dormidos antes de salir por la puerta principal. Puede que esté cometiendo una locura pero, bueno, si estoy en esa terapia es porque seguramente estoy algo loca.

Enciendo la pantalla de mi teléfono y le mando un mensaje a ese chico. No tardo en recibir una respuesta y decidimos encontrarnos en los juegos del lugar por lo que me encamino hacia allá.

Son las 6 de la mañana y casi no hay ningún alma por el lugar salvo los trabajadores. Los rayos del sol son tenues y se siente un ligero viento helado de las mañanas mientras camino. Veo también que el sol está un poco más claro que de costumbre y que los pájaros están entonando una dulce melodía.

Un ambiente idílico en mi opinión pero que se arruina totalmente cuando veo aparecer a Augusto. Viste una polera blanca y un pantalón de buzo gris. Parece somnoliento, como si hubiese sido despertado de un momento a otro y apenas hubiera tenido tiempo de lavarse la cara.

—Arg, ¿qué pasa, Andra? —pregunta él, por primera vez, malhumorado.

—Primero saluda, ¿no? La educación ante todo, querido —le digo esperando arruinar aún más su humor.

—Tan solo dime qué deseas —dice él de forma seca. Parece bastante molesto—. Me has despertado con tu insistente mensaje y no sabes todo lo que he tenido que hacer para venir hasta acá.

—Me alegra que te tomes tantas molestas como yo para venir acá —le digo con una pequeña sonrisa y no puedo ocultar mi deleite al verlo sufrir por culpa mía al igual que yo.

Lo invito a sentarse en el pasto conmigo y él no replica, solo lo hace. Así es, obediente debes ser siempre, Augusto, y no rebelarte o fastidiarme el día sino alegrármelo como hoy.

—Supongo que esta pequeña reunión se debe al mensaje que te mandé ayer, ¿verdad?

Asiento y él sigue hablando, interrumpiéndose en una u otra ocasión tal vez con el afán de explicar su comportamiento.

—Bueno, Andra, entiéndeme, ¿está bien? —Él intenta sonreírme pero yo no puedo devolverle el gesto—. Oh Dios, ¿por qué eres así? Solo... solo era una broma. No es como si fuera en realidad a amenazarte con presentarme a tu familia sino me dejas pasar tiempo contigo. —Sus ojos se iluminan en ese momento y una sonrisa perversa se impregna en su rostro—. Pero ahora que lo pienso esa es una buena idea, ¿no?

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora