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Dicen que las cosas se disfrutan más cuando existe una fecha límite. Tal vez es porque sabemos que no es eterno y que en cualquier momento podemos perderlos. Esa incertidumbre que nace en ti cuando sabes que algo o alguien no estará a tu lado hace que necesites con más fuerzas verlo, tocarlo y sentir que aún es tuyo.

Eso es lo que siento en este momento, solo que se mezcla con mi resentimiento y mis sentimientos confusos.

Es verdad que tengo muy malos recuerdos de mi vida en la secundaria (de pesadilla en algunos casos), pero supongo que o soy masoquista o hay una parte de mí que aún no se hace a la idea de dejar todo atrás. Lo sé, parece que me contradigo o, tal vez, estoy intentando convencerme a mí misma de que esto es lo correcto. ¿Pero eso es verdad? No lo sé. Pensé que las cosas eran claras, pero, ¿por qué me siento inevitablemente triste?

Estos últimos días se me hacen eternos. Parece como si todo pasara en cámara lenta, como si de una película en blanco y negro se tratara. Miro a la gente a mi alrededor y me pregunto si ellos sienten lo mismo que yo siento. Tal vez ni siquiera les importe. Tengo el mal hábito de sobreanalizar las cosas y pensar una y otra vez en tonterías. Debería estar contenta porque voy a conseguir mi añorada libertad, pero al mismo tiempo siento algo que me pesa en el pecho. No sé qué es, pero hace que sea difícil ver con entusiasmo esa ya cercana libertad.

Todo debe seguir su curso. Esto es verdad por donde quiera que lo veas. Así como las olas del mar se agitan una y otra vez sin detenerse, el tiempo no me va a esperar. Continuaré hacia lo que espero que sea un futuro mejor. Conoceré gente nueva y haré nuevos amigos. Tal vez encuentre algo de estabilidad en mi vida y me sienta más segura de mí misma. Tal vez viva cosas que toda joven experimenta y poco a poco madure y deje atrás este tipo de miedos irracionales.

Pero no quiero olvidar, ya no.

Cierro los ojos y pienso en todo lo que ha pasado este año. Pienso en las personas que conocí, en la academia y en la terapia. Pienso en mis amigos, cómo hemos reído, peleado y llorado durante estos meses. Pienso en cuántas veces me han roto el corazón y cómo sentía que no había un destino que no fuera lleno de decepciones para mí. Pienso en cada lágrima que derramé y cuántas alegrías he tenido en este lugar. Pienso en tantas cosas que siento que me mareo, pero no puedo evitar sonreír.

No, pese a todo, no fue tan malo estar aquí.

Hay algo hermoso en todo ese dolor por el que pasé. Tal vez era necesario que pasara por tantas cosas malas, solo para merecer todo lo bueno que tengo ahora.

Tal vez ese era mi destino.

***

Es el día de la sesión de fotos para nuestro anuario. Los profesores nos llevan al auditorio y nos ponemos las togas y los birretes. Miro mi reflejo en el espejo y le sonrío. He planchado mi cabello y ahora se ve tan lacio como una lámina negra. Admito que ya no soy la misma niña que antes, pero, pese a todo, aún me reconozco. Intenté arreglarme un poco, pero parece que estoy condenada a ser un desastre. Aun así, no me veo tan mal y solo espero que esta sesión de fotos termine lo antes posible.

Los profesores nos llaman y, como de costumbre, tengo que ir en la última fila. Es una de las desventajas de ser alta y solo espero que no me tapen. Me coloco casi al borde de la fila e intento sonreír. No es que me entusiasme salir en las fotos, pero esta sesión de fotos es especial. De acá a cinco años quiero ver qué tal me veía en la secundaria y cómo me fue. Aunque, para ser sincera, lo más probable es que esconda este anuario para siempre.

Nos piden que sonriamos a la cuenta de tres y hago todo lo posible para no cerrar los ojos. Son demasiado sensibles y la luz hace que se cierren sin que yo lo quiera. Espero que de pasar eso no se note mucho. Toman varias fotos por si acaso y yo siento que ya estoy harta de este día.

—¡Ahora! —nos dice la señora que se encarga de tomar las fotos y todos tiramos el birrete.

Mi puntería nunca ha sido buena por lo que tiro el birrete al aire y espero que esta vez no le caiga a nadie. Miro y veo que un birrete casi le cae a Armando otra vez. Juro que me estoy muriendo de risa, pero me muerdo la lengua para que no se note. Armando mira furibundo a todos lados, por lo que supongo que espera hallar al culpable. Lamentablemente nadie le hace caso y termina murmurando algo que no logro escuchar.

Cuando lo veo a lejos de donde estoy, me echo a reír y en este momento me gustaría que el tiempo se detuviera. Quiero tomar una fotografía mental y guardarla para siempre. Sé que este momento nunca más lo volveré a tener y quiero conservarlo en mi memoria.

***

Estoy en mi casa después de esta larga semana y me echo sobre la cama. Cierro los ojos y sin poder evitarlo me quedo dormida. Creo que el remolino de sentimientos que tengo en el pecho me ha desgastado por completo. Pero, admito, se siente bien dejar que todo se vaya.

Escucho que mi celular suena y lo contesto como de costumbre. Escucho una voz cálida y amable, e inmediatamente sonrío. Aún estoy somnolienta, pero ni siquiera me fastidia el que me haya despertado.

—¿Andra? ¿Interrumpo? —pregunta Augusto y yo niego eso—. Ah... Es que suenas un poco cansada.

—Estaba durmiendo —respondo y me acomodo en la cama—. Tuve un largo día y supongo que no resistí más.

—¿Qué tal te fue?

—Mejor de lo que pensé. Al menos esta vez no le cayó a nadie mi birrete. —Una sonrisa maligna aparece en mi rostro—. Pero tuve algunos sentimientos encontrados.

—Sabes que puedes contarme lo que quieras, Andra —me asegura Augusto y yo suspiro.

—Es solo que es raro —confieso y siento un escalofrío recorrer mi espalda—. He ansiado por tanto tiempo largarme de la escuela, pero ahora ya no sé qué hacer. Me siento muy confundida y no quiero que termine la secundaria.

Me pongo algo sentimental y mi voz se corta.

—Tengo miedo, Augusto —digo en voz alta y paro por un momento para recuperar el aliento—. No sé lo que va a pasar y eso me aterra. No sé lo que me espera. No sé si mis amigos seguirán siendo mis amigos o si los voy a perder sin siquiera poder evitarlo. ¿Por qué tiene que terminar así? No sé si estoy preparada para ir a la universidad.

—Tienes miedo a lo desconocido —comenta él y yo suspiro—. Mira, Andra. Lo que sientes ahora es completamente normal. Todos hemos sentido ese terror a abandonar algo conocido y seguro por algo totalmente nuevo. Es algo que al principio te va a afectar, pero luego entenderás que es lo mejor. Si tus amigos realmente son tus amigos, ellos estarán contigo en las buenas y en las malas. Terminar la etapa escolar no significa que los dejes de lado, solo significa que sus caminos están separándose por un momento. Los volverás a encontrar y en ese momento te darás cuenta de que valió la pena.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque yo pasé por lo mismo. Cuando me gradué de la secundaria estaba absolutamente feliz. Tenía amigos, pero me pasaron cosas muy fuertes durante ese año. Necesitaba tiempo para mí. Ahora estoy mucho mejor y les puedo ofrecer a mis amigos una mejor versión de mí mismo.

Sonrío y me siento mucho más tranquila. No entiendo cómo es que tiene el poder de calmarme con sus palabras, pero se lo agradezco.

—Me gustaría conocerlos en algún momento. Sería agradable —le digo con una sonrisa tímida.

—Lo harás, pero yo también quiero conocer a tus amigos —me dice él y yo me pongo nerviosa—. Solo conocí a la chica en el CAL pero ni siquiera pudimos hablar mucho.

—Todo a su tiempo -le digo y añado—: Gracias, Augusto. Realmente gracias por estar a mi lado.

Eres importante para mí. Creo que en algún momento deberías saberlo.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora