A la mañana siguiente enciendo mi celular esperando ver una respuesta. No me sorprende ver que me dejó en visto, por el contrario, es algo tan típico de él. ¿Qué más podía esperar? Solo me contento con saber que después de hoy ya no habrá nada más.
Mientras viajo en el bus del Metropolitano, pienso en todo lo que he planeado decir. Empezaré con algo muy general, sin especificar mis intenciones. Voy a decirle que todo pasa por algo y que es necesario cambiar las cosas porque ambos ya no somos los mismos y es necesario pensar en algo más grande. Las posibilidades son infinitas y no necesitamos volver a vernos para estar tranquilos.
No, no puedo decir eso. Es como si me confesara y no puedo hacerlo. Mi orgullo me lo impide. Lo último que quiero es que él sepa lo que siento y cuánto me duele hacer lo que voy a hacer. Pero lo hago por mí, porque ya no puedo soportar los días en los que solo me siento a llorar como una tonta, sin poder hacer nada para protegerme y para ayudarme. Quiero tan solo olvidar y esperar a que pase el tiempo y que mis recuerdos se vayan. Creo que en el fondo él quiere lo mismo.
Abrazo mis piernas mientras veo las calles. El cielo está igual de gris que siempre y una pequeña sonrisa aparece en mi rostro. Es una buena mañana, fría y sin emoción como siempre. Es una buena mañana para despedirse y para no mirar hacia atrás.
***
Cuando llego al salón busco a Marco con la mirada, pero aún no aparece. Me siento sin mirar a nadie y me concentro en leer cualquier cosa. Ni siquiera presto atención al libro, solamente pienso en cómo acercarme a él. No quiero que sea visto como un intento desesperado de mi parte, pero no sé de qué otra manera pueda verse.
Pasan las horas y ya es el descanso. Veo que Ignacio se me acerca y me sonríe. Yo intento mantener la sonrisa, aunque es falsa.
—¿Por qué tienes esa cara, Andrajosa?
—Nada, solo... decidí algo. —Ignacio me mira como si intentara entender a lo que me refiero y yo sé que nunca lo entenderá—. Voy a terminar todo con Marco. Ya no quiero tener nada que ver con él.
—Pero ustedes son amigos...
—No, no lo somos. Solo fuimos personas que se cruzaron en un momento de sus vidas pero que realmente nunca pasó algo significativo para que se mantengan unidas.
—Entonces... creo que le diré para que hable contigo —dice Ignacio y antes de que pueda irse y arruinar mi plan, lo agarro de la camisa y lo tiro contra la silla.
—¿Estás loca? ¿Qué te pasa? —chilla Ignacio.
—No te metas en mis cosas. ¿Cómo te atreves? —Lo miro con cólera y agarro la botella de agua que está cerca de mi carpeta—. Bueno, si insistes en hacerlo, no tendré alternativa.
—Era una broma, Andra —dice él intentando librarse de la situación—. No quería interferir.
—Muy tarde —le digo y acerco la botella a su rostro hasta que veo que Marco aparece y me quita la botella—. ¿Pero cómo? ¡Vuelve acá!
Ignacio sale corriendo y yo termino evitando que Marco pueda escapar también. Él no me quiere mirar a los ojos y es en ese momento que me doy cuenta que al fin tengo mi oportunidad.
—Vi tu mensaje —dice él esquivando mi mirada—. ¿De qué querías hablar?
Su tono de voz me demuestra que está tan nervioso como yo. No sé si es porque no hemos hablado en un largo tiempo o porque le molesta tanto mi presencia que tan solo quiere que todo acabe ya.
—Quería hablar sobre las cosas que han pasado últimamente. —Él suspira y yo intento conseguir las fuerzas suficientes para decir todo—. Sé que no es culpa de nadie y que no hay nada que añadir al tema, pero creo que es necesario que terminemos con este malentendido.
—¿Qué quieres decir? —pregunta él confundido.
¿Por qué es tan difícil decir esto? ¿Por qué no pueden escapar las palabras de mi boca si es que me las sé de memoria?
—Quiero decir que han pasado muchas cosas y he cambiado de parecer. Ya no quiero ser tu amiga. —Siento como si un gran peso se hubiera ido de mi espalda y como si me desmoronara—. Ambos somos muy distintos y esta situación solo ha hecho que entienda que ya no quiero tener nada que ver contigo. Espere mucho a que intentaras aclarar la situación, pero parece que nunca te importó. No te culpo, pero tampoco quiero continuar así. Espero que lo entiendas.
—¿Eso significa que quieres que seamos como extraños? ¿Como yo soy con Antonia?
—Sí, es lo mejor.
—Bueno, si es lo que quieres, está bien —dice él y estira su mano.
No soy lo suficientemente hipócrita para aceptarla por lo que tan solo lo miro y él entiende. Marco tan solo esconde su mano y no me mira. Sé lo feliz que se debe sentir, lo aliviado que ahora está al no tener que lidiar conmigo nunca más.
Te libero, Marco. Ya no tienes que preocuparte.
—Está bien así, Marco. Solo seamos compañeros —le digo y es en este momento que me fuerzo a sonreír. Sonrío intentando aparentar alegría y le digo algo más solo porque quiero que esto sea para siempre—. Te deseo suerte con tu familia y amigos. Realmente te deseo una vida feliz.
Él no me dice nada, tal vez nublado por sus propios pensamientos. Veo que quiere decir algo más, pero Karly y Fanny aparecen y quieren hablar con él. Entiendo que es momento de irme y tan solo cierro los ojos y doy media vuelta.
Nunca volverán esas amenas conversaciones durante las salidas, así como tampoco esas tardes de confesiones y chismes. Tampoco esos momentos de risas incontrolables ni esos viajes del infierno, como él solía decir. Todo eso quedará en lo profundo de mis recuerdos, alejándose más y más.
Adiós, Marco.
***
En la hora de educación física, nos piden que formemos grupos y que hagamos varias rutinas de ejercicios. Siento como si quisiera desmoronarme, pero no pienso hacerlo. Sonrío y me río como si fuera lo más natural del mundo, como si el mundo estuviera lleno de rosas.
Juego y doy vueltas como si fuera un alma libre, como si no hubiera nada que perturbara mis pensamientos. Ni siquiera miro a Marco, quien supongo que está rebosando de alegría. Tan solo quiero que me vea feliz, sin nada de tristeza, sin arrepentimientos. No quiero caer en la desesperación, pero mantener una sonrisa hace que cada vez sea más difícil levantarme.
Hablo con los demás como si fuera lo más natural del mundo, como si fuera la persona más encantadora del mundo. Bromeo con mis amigas, con los chicos e incluso con Alberto, quien parece sorprendido por mi actitud. Es como si estuviera bailando en lo alto de las nubes y que cada paso que doy está fríamente calculado para que los de mi alrededor no vean lo destrozada que estoy.
No quiero ser débil, no quiero verme derrotada. Quiero que Marco piense que no me importa ni me afecta el alejarme de él, pero apenas suena el silbido de la profesora para que todos vayan a limpiarse, me derrumbo. Las lágrimas caen por mis mejillas pese a que intento ocultarlas tanto como puedo. Intento morder mis labios para que no se escuchen mis lamentos, pero es un dolor que no puedo soportar.
Lola aparece a mi lado y sin decir nada me abraza y me cubre con su casaca. En la oscuridad, lloro como nunca antes me había permitido llorar en el colegio y siento como si mi alma se partiera en mil pedazos. Me aferro a mi amiga y siento como si el dolor se llevara todo de mí, mi sonrisa, mi alegría, mi esperanza. Tan solo queda un vacío interminable que me hace sentir el ser más miserable de este mundo.
Lola me acompaña al baño a que me lave la cara y se mantiene a mi lado en silencio. Cuando me veo en el espejo veo que mis ojos están hinchados y que mi reflejo se ve débil y sin vida. No puedo hacer nada para arreglar el verdadero reflejo de mi alma.
Alana aparece a nuestro lado mientras nos dirigimos al salón y nota mi terrible estado.
—¿Has estado llorando? —pregunta con curiosidad.
—Por supuesto que no —le respondo entre risas—. Tan solo se me metió algo al ojo. Todo está bien.
Regresamos a clase e intento mantenerme en calma. No miro a nadie ni tampoco escucho a nadie. Todo pasa a mi alrededor, pero yo estoy muy lejos de este lugar. Tan solo quiero volver a mi casa y encerrarme en mi cuarto.
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Hilo rojo del destino
Teen Fiction¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...