—¡Ah, qué día tan bello!
Mis amigas se sorprenden al verme tan feliz. Siempre he odiado las mañanas pero hoy día es viernes, el último día de exámenes, y, además, ya no hay ningún drama en mi vida. ¡No hay nada mejor que esto!
—¿Estás segura de que estás bien? —me pregunta Lola mirándome extrañada.
—Por supuesto —respondo con una sonrisa—. El cielo está despejado y soleado. ¿No escuchas acaso el canto de las aves?
Estoy tan contenta que ignoro a propósito a mis amigas, quienes comentan entre sí que debo estar loca.
—En fin —dice Alana intentando no hacerme caso—, ¿escucharon las últimas noticias?
Pongo los ojos en blanco y digo lo primero que se me ocurre.
—¿Con quién se metió Fanny esta vez?
—Creo que está en planes con Diego —responde Alana y niega con la cabeza—. No, eso no es. Lo que pasa es que al parecer la enamorada de Alberto va a regresar. Eso escuché... para la promoción, creo.
Alberto. Han pasado tantas cosas que ni me he acordado de él. Sí, aún me gusta aunque sea doloroso. Es difícil olvidarlo cuando es tan amable, carismático y alegre. Su sonrisa es de esas que te roban el aliento con solo verla.
—Ah, ¿pero no había venido durante el verano? —pregunta Lola colocando su rostro sobre sus manos.
—Sí, fue a la fiesta de Karly. —Lola me mira preocupada—. Pero dicen que regresará. ¿Por qué otra cosa él estaría tan feliz?
Es verdad. Volteo mi rostro y lo veo a él junto a sus amigos. No lo había notado pero en estos momentos tiene la sonrisa más cálida y alegre que he visto en él. Hay algo bueno en su vida y ahora sé qué es.
No debería sentirme triste. Mis sentimientos por él ya no son tan fuertes pero aun así... no sé qué está pasándome. No debería sentir ese impulso de querer salir corriendo e ir al baño para deshacerme totalmente.
Aguanta, Andra, mantén la sonrisa.
—Ven —dice una voz conocida y me jala del brazo.
No sé a dónde nos dirigimos hasta que veo que estoy en la esquina del salón junto a Marco. Quiero contener el impulso de verme triste pero me es imposible. Con él me es imposible fingir porque él puede ver a través de mí.
—Así que lo sabes, ¿no? —pregunta él sin mirarme.
Asiento y me encojo de hombros.
—Sabías que esto pasaría en uno de estos días —dice Marco y yo me encojo nuevamente de hombros—. Tienes que dejarlo ir, ahora.
—No sé si pueda —respondo con honestidad mirándolo a los ojos. Todo el dolor que llevo dentro lo expreso a través de mi mirada—. Él es tan perfecto pero al mismo tiempo tan real...
—La única forma de olvidarlo es dejar de idealizarlo —me dice Marco mirándome seriamente. Sus palabras no tienen sentimiento alguno en ellas—. Si sigues creyendo que no tiene defectos cuando sí los tiene, si lo sigues viendo como a un príncipe encantador... Entonces no podrás sacártelo de la cabeza.
—¡Pero yo lo veo con todo y defectos! —le digo intentando defenderme—. Es solo que no puedo evitar fijarme en tantas cosas buenas que tiene...
—¡Tan solo olvídalo! ¿Tan difícil es? —pregunta él, ya cansado de mis patéticas excusas.
—No lo sé...
Me quedo en silencio y veo que él quiere decir algo más pero niego con la cabeza. Aunque desee más que nada borrar mis sentimientos eso no será posible de un momento a otro. Es un proceso, algo que tomará tiempo porque aunque las heridas sanen, siempre quedan cicatrices en el alma.
Pasan varias horas hasta que al fin suena el timbre del término del tiempo de lonchera. Ya dimos el último examen y ahora al fin puedo relajarme. El viernes ya no se siente tan bien como antes pero no puedo hacer más que intentar disfrutarlo. Además, he decidido hacer algo para resolver mi problema.
La profesora, esa bruja, ingresa al aula y comenzamos a hacer ejercicios de speaking y listening. Como siempre mi partner es Lola, la única de mis amigas que está en el nivel intermedio. Marco también está acá pero no deseo hablar con él porque me siento un poco avergonzada y en estos momentos tiene mejor compañía.
De un momento a otro escucho sollozos y la profesora habla.
—¿Qué pasa querido? ¿Por qué lloras?
Mi sorpresa es tan grande que me es difícil de ocultar. Alberto está llorando, sus ojos enrojecidos lo delatan. Sin embargo, una sonrisa triste ilumina su rostro.
—El tema del romance provoca muchos recuerdos en mí —dice él llorando-. Hay muchas razones por las cuales me siento así.
—¿Estás seguro de que no deseas ir al baño? —pregunta la maestra y todos los observamos en silencio.
Él niega con la cabeza y continúa hablando.
—No, en realidad estoy muy feliz.
La profesora parece confundida por lo que le pide a Alberto explicarle la situación. Lola, a mi lado, me lanza una mirada extrañada.
—Mi enamorada, Noelia, va a venir a fin de año. Ella vive en el extranjero y, oh Dios, soy muy feliz. —Él ríe por un momento y las lágrimas caen por sus mejillas—. Es tan hermosa, tan buena y la amo tanto.
Un pedacito de mí está destrozándose poco a poco. Mis manos tiemblan y ya no puedo mirarlo a la cara.
—Ha sido muy difícil estar tanto tiempo separados. Ha sido muy difícil para mí no poder estar ahí para ella.
—Lo has estado, siempre han estado ahí el uno para el otro —dice Ángela, una amiga suya.
—Lo sé pero desearía estar físicamente junto a ella en todo momento —-dice él y se pone a llorar de nuevo—. La amo tanto y apenas si podemos hablar por Skype.
—Oh, ¿pero no puedes ir a verla? —pregunta la maestra.
Él sonríe y su sonrisa es tan hermosa que debo tranquilizarme para que mi corazón no salte de mi pecho.
—Estoy planeando ir a verla en las vacaciones de julio. Quiero ir y abrazarla.
No puedo más. Necesito salir ahora mismo. Lola se da cuenta y aprieta mi mano. Estoy segura de que Marco también ha volteado a ver cómo estoy.
No sé cuánto tiempo pasa porque mi mente ya no está acá. Solo sé que de un momento a otro escucho el timbre de salida y salgo corriendo a la puerta principal. Ni siquiera me despido de mis amigas antes de irme.
Apenas llego al paradero enciendo mi celular y me pongo los auriculares. Necesito despejar mi mente, no quiero llorar. Será un largo trayecto, muy doloroso, pero me servirá para olvidar.
Esa fue mi decisión, olvidarlo, y ahora más que nunca lo haré. Será esta la última vez que llore por él porque a partir del lunes ya no sentiré nada más por él. Al menos eso es lo que tengo planeado.
Pero es entonces que mi canción favorita es interrumpida por una llamada. No sé quién es porque no conozco el número pero por si acaso contesto, en caso sea una emergencia.
—¿Aló?
—Andra —dice una voz masculina que se me hace algo conocida.
—¿Quién es? —No estoy para bromas en este momento.
—¿Quién más? Augusto, del taller para socializar —responde ese chico alegremente.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cómo rayos consiguió mi número?
—¿Cómo es que puedes llamarme? —pregunto anonadada.
—Tengo celular. Estamos en el siglo XXI —responde como si fuera algo obvio.
—No me refiero a eso sino que cómo conseguiste mi...
—Debo irme, me están esperando. Hablamos, Andra —dice él antes de cortar y dejarme en el aire.
¿Qué es lo que acaba de pasar? Es lo que me pregunto durante el resto del camino. Y creo que de cierta forma le agradezco el que haya hecho que olvide por estos momentos a Alberto.
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Hilo rojo del destino
Roman pour Adolescents¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...