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Cuando llego a clases, veo a Lola y Alana conversando en una esquina. Puedo ver claramente que Alana se está poniendo a la defensiva por algo y Lola... digamos que ella parece muy enojada. Como sé que esto puede ponerse feo, corro hacia ellas e intento disminuir la tensión.

Muy bien, chicas, ¿qué fue? ¿Preparadas para los exámenes de la próxima semana?

Ambas ponen los ojos en blanco y simplemente se cruzan de brazos.

—¡Eso no importa ahora! —exclama Lola y mira a Alana furibunda—. ¿Sabes qué hizo? ¡Ensució uno de mis peluches de colección de Angry Birds! O sea, no solo le basta con arruinar mi Totoro de peluche, sino que ahora también quiere dañar lo demás. ¡Pero esto no acaba acá!

Tengo que sujetar a Lola para que no le saque los ojos a Alana. Esta última parece no notar la furia en Lola.

—¿Y eso qué? Solo fue un accidente. No entiendo por qué te preocupas por algo tan insignificante.

—¿Insignificante? —dice Lola y quiere volver a atacarla.

—Mira, si me pegas le voy a decir a mis padres. No tienes por qué usar la violencia como la changa esa. —Con changa se refiere a Grecia. Creo que ya lo conté antes, pero es necesario volver a mencionar ese detalle—. ¿Acaso no piensas?

—¡La que no piensa eres tú! —chilla Lola y yo le golpeo la espalda para distraerla—. ¿Qué?

Veo que el profesor de religión entra, un cura pequeño y gracioso, y tengo que mirar rápidamente a Lola para que entienda a lo que me refiero. Ella capta el mensaje y se calma, pero fulmina con la mirada a Alana antes de irse a su sitio.

Me retiro a mi sitio y pienso en muchas cosas. Creo que ambas exageran en muchas cosas. Es cierto, es la segunda (o tercera) vez que Alana arruina uno de los peluches de Lola, pero creo que Lola exagera un poco. Yo en su lugar solo hubiera arruinado algo suyo en compensación.

Pero bueno, solo espero que esto no afecte la salida de mañana.

Después de unas horas, cuando ya las chicas están un poco más calmadas, me reúno con ellas para hablar de mañana. Alana me dice que no está segura por que el Chato puede o no que quiera salir con ella y ella no puede rechazar su invitación. Creo que Lola está un poco feliz de escuchar eso, pero finge muy bien.

Ignacio, por otro lado, está lejos de nosotras por lo que me acerco a él y le pregunto lo mismo. Él dice que está bien por él y que puede ir al lugar que nosotras queramos. Yo estoy encantada de oír eso y le comento sobre ir al cine, a comer y tal vez después a chismear por ahí.

—Oh Andra, tan encantadora como siempre —dice él con una sonrisa que me incomoda.

Veo a Marquito conversando con Bella, una chica de tez clara y de cabello rojo teñido, de una manera mucho más que amistosa. Recuerdo que tiempo atrás vi que Marco le daba un masaje en plena clase y que no pude evitar sentir una espina en el pecho. Y pese a que solo están conversando, veo que Bella no puede evitar jugar con su cabello y tocar el brazo de Marco en cualquier oportunidad que se presente.

Cuando al fin se separan, me quiero acerar a Marco, pero el profesor de Ciudadanía aparece y tengo que sentarme. No sé si él sabe que quiero hablar con él, pero siento que nos estamos alejando poco a poco.

***

Al llegar a casa, no puedo evitar esa sensación de que algo no está bien. Pero no quiero pensar en eso, solo quiero pensar positivamente y creer que al fin algo bueno va a pasar. Así que me distraigo leyendo unos artículos sobre teorías conspirativas hasta que recibo un mensaje.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora