—¿Estás bien, nena? —pregunta mi mamá con una mirada preocupada.
Yo asiento e intento fingir la mejor sonrisa posible. Ella no parece creerme por lo que continúa insistiendo.
Puedes hablar conmigo, lo sabes, ¿verdad?
—Sí, no te preocupes.
Me voy de la casa sin mirar atrás, esperando que mi corazón pueda curarse en poco tiempo. Sé que va a ser difícil pero no tengo otra opción. Verlo todos los días va a ser un martirio, pero puedo simplemente desear que desaparezca. Y aún si lo hiciera, todos los recuerdos que compartimos se encuentran en esas cuatro paredes por lo sería inútil intentar escapar.
Llego al instituto de inglés y saludo a mi amiga, pero lo hago por mera educación. Durante toda la clase no hablo y ni siquiera presto atención. Simplemente quiero estar en mi casa y no ver a nadie. Me molesta todo, las risas tan alegres de las personas a mi alrededor y ver que todo continua pese a que yo me he detenido.
Recibo un mensaje de Augusto en medio de la clase. Esperando que el profesor no me vea, lo leo en silencio.
De: Augusto de T.
Vienes, ¿no? Te estaré esperando en la puerta de tu instituto. No demores.
Yo no puedo creer lo que acabo de leer. ¿Cómo es que está acá? Miro por la ventana para ver si puedo verlo, pero el edificio del lado bloquea mi visto. Ah, faltan unos veinte minutos para que termine la clase.
Cuando al fin el profesor decide dejarnos salir, yo soy la primera que se disculpa y sale apresuradamente. No sé por qué lo hago ya que no tengo energías para nada, pero no quiero que espere por tanto tiempo.
Al salir, veo que está lloviendo fuertemente y pienso inmediatamente en dónde está Augusto. Lo busco con la mirada por todos lados, pero no lo encuentro. Tal vez simplemente tenía cosas que hacer y no podía esperarme más. De alguna manera me siento decepcionada, pero lo entiendo. ¿Por qué me iba esperar? No tiene una fuerte razón para quedarse.
Alzo la cabeza y mis ojos se fijan en el chico que está en la esquina mirándome fijamente. Lleva un paraguas negro en la mano que cubre su cuerpo y cuando me ve su mirada se tranquiliza e intenta decir algo, pero no puede porque yo estoy corriendo a su lado y lo abrazo en un arranque de tristeza. Él solo acaricia mi cabeza y me susurra que todo va a pasar. Ambos nos quedamos así durante un tiempo, ignorando todo lo que pasa a nuestro alrededor.
Después de salir del instituto, Augusto seca mis lágrimas con su pañuelo gris y yo siento tanta pena que ni siquiera puedo mirarlo. Él siempre es así conmigo y yo realmente me siento una tonta por no hacer más que llorar.
—Pensé que te habías ido —le digo mientras esperamos el micro—. Lo habría entendido.
—Quería esperar —me dice él y al voltear a verlo, veo que sonríe para sí mismo—. Aunque demoraste más de lo que creí.
—Mi profesor es algo especial —le confieso—. No le gusta que salgamos hasta que prácticamente todos se hayan ido. Así que no tuve opción, lo lamento.
—No te preocupes —dice él y al ver que no viene el micro me propone algo—. ¿Te parece si vamos en taxi?
—No tengo dinero para un taxi —le digo avergonzada. Además, nunca he subido a uno sin alguien de mi familia a mi lado.
—No te preocupes, Andra —dice él mientras acaricia mi mejilla.
Cuando es así de amable, a veces siento que hay algo que no está bien en mí. Sé que es una posibilidad ínfima, pero... no, no puedo pensar en esas tonterías. Suficiente tengo con lo de Marco.
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Hilo rojo del destino
Teen Fiction¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...