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Apenas abro los ojos, quiero volver a cerrarlos. Es el día que tanto he esperado: el día del examen de admisión. Son las ocho de la mañana y no quiero volver a dormir. Mejor dicho, no puedo volver a dormir. Siento nervios incluso cuando me sirvo una taza de leche. Siento que no he estudiado lo suficiente y que la voy a, con todo el permiso de la palabra, cagar a lo grande. Pero, bueno, no hay nada que pueda hacer más que seguir adelante.

No puedo creer que haya pasado tanto tiempo desde que decidí qué carrera estudiar, aunque no estoy aún del todo segura. ¿Y si no doy la talla? ¿Y si me equivoco más de lo necesario? ¿Y si al final quiero cambiar de carrera? No quiero decepcionar a mis padres, pero mucho menos quiero decepcionarme. Supongo que una parte de ser adulto es aprender a afrontar la vida y las decisiones que uno toma. No soy aún una adulta en todo el sentido de la palabra, pero tampoco puedo decir que soy una niña. Esta es una de las decisiones más importantes que voy a tomar y no quiero equivocarme. ¿Cuántas veces he leído que los chicos quieren cambiarse de carrera en el segundo año? ¡Ni siquiera sé en qué idioma me voy a especializar aún! ¿Chino, inglés, francés, portugués o alemán? ¿Son dos o pueden ser tres? ¡No lo sé! Ni siquiera sé si lo voy a soportar. Pero aún soy una estudiante de secundaria así que creo que puedo dejar esas preocupaciones para cuando termine el colegio. Claro, si lo termino. No, voy a terminarlo, eso está dicho.

También viene a mi mente todo el asunto del caballero. Mi celular... está en manos de quien menos hubiera pensado. ¿Cómo puedo tener tan mala suerte? Mañana lo voy a ver y aún no me hago a la idea de que eso va a pasar sí o sí. ¿O tal vez es una pesadilla? Ni siquiera he pensado en lo que voy a decir ni cómo voy a hacer para no morir de la vergüenza. En realidad, no, no quiero pensar en mis sentimientos tan confusos hoy. Mañana puedo pensar en eso con tranquilidad así que hoy tengo que concentrarme por completo en mis metas.

Oh, mi celular, ese también es un problema. Sé que mi mamá no estuvo muy feliz cuando le dije que no podía llevar nada para el examen de admisión (lo cual es verdad) y mucho menos cuando le dije que la voy a llamar por un teléfono público. Soy mala recordando los números telefónicos, pero recuerdo el de mi mamá, más o menos. Así que por el momento ese asunto no me va a fastidiar tanto. Solo espero que mi mamá no me haga más preguntas o puedo soltarlo todo y eso no me conviene.

***

Durante el camino, intento relajar mi mente y concentrarme solo en mi meta: pasar el examen de admisión. Respiro hondo y me distraigo viendo las calles llenas de gente. Los peatones solo se preocupan por volver del trabajo o tal vez planean reunirse con sus seres queridos. ¡Qué buena vida! Al menos ellos tienen algo entretenido que hacer. Mientras tanto, yo estoy yendo al otro lado de la ciudad para dar el examen más importante de mi vida y tengo que mantener la calma.

Qué jodida vida.

Lo peor de todo es que hay un tráfico de mierda hoy. ¿Pero por qué no avanza el carro? Realmente me pone de mal humor. Cuando al fin llego a mi paradero, salgo corriendo ya que faltan menos de diez minutos para que empiece. Corro tanto como puedo y me pongo en la cola. Hago rápido todo el papeleo y subo corriendo por las escaleras. Es una universidad más antigua de lo que me imaginaba y al parecer es grande. Llego al tercer piso y busco desesperada mi salón. Cuando al fin lo encuentro, el profesor abre la puerta y veo cómo todos los chicos me miran. Mierda, soy la última en llegar. Ni siquiera me fijo en sus rostros, pero veo que algunos sonríen por lo bajo. Ellos son mis futuros compañeros, si es que paso. Oh, Dios, es el momento de la verdad.

Tienen tres horas —dice el profesor y el examen empieza.

Mierda, no entiendo nada. Leo rápidamente los ejercicios de química, pero no recuerdo cómo hacerlos. ¿Qué se supone que haga? Me pasa lo mismo con los de física. Intento recordar las fórmulas y por gracia divina recuerdo una que otra. Los de matemática no están tan difíciles, al menos los de álgebra y trigonometría. Recuerda las fórmulas, recuerda qué debe valer x en esta ecuación. Historia es pan comido. Todos estos años de leer resúmenes en Wikipedia han sido de ayuda. Todos los ensayos y las noticias vuelven a mí en un instante y recuerdo a quiénes se refieren. ¿Actualidad? No recuerdo lo que pasó en el ámbito económico. De seguro es la c.... ¿o la b? No sé, tal vez es la a, me suena más. Razonamiento verbal es lo mío. Lo sé como conozco las líneas de mi mano. Lo hago sin siquiera pensar mucho. Sonrío mientras apunto las respuestas. ¿Qué más? Biología... mi talón de Aquiles. Pero esto es básico. ¿Cuál es la hormona que produce la hipófisis? Debe ser la b. Sí, es esa. ¡Bien! Quedan veinte minutos, pero creo que ya está casi todo. Tengo que volver a leer lo de física. Oh Dios, esta adrenalina me está llevando a muchos lados. Tengo que apurarme y terminarlo ya.

Y después de pensar y resolver todo el examen, el timbre suena y dejo caer mi lápiz. Exhalo y veo como el profesor se acerca a recoger los exámenes. Veo que algunos intentan seguir escribiendo, pero otros profesores les advierten que, si lo hacen, su examen no será válido. La mayoría se rinde y lucen derrotados. Yo no sé cómo me veo, pero debo lucir fatal. Me duele la cabeza y necesito dormir profundamente. No sé si lo he hecho bien, pero quiero creer que tengo una oportunidad. Toda la parte de física y química la he hecho como sea. De seguro me voy a sacar un 0 del tamaño de mi cabeza. ¡Ja! Eso sería gracioso si no se refiriera a mi desgracia.

Cuando al fin salgo, veo a mis compañeros y veo algunos rostros atractivos. Cruzo miradas con un chico muy atractivo de ojos claros y cabello ondulado y me siento emocionada. Si voy a encontrar chicos así en la universidad, no me importa terminar ya la escuela. Tal vez tenga mejor suerte y conozca a alguien con quien pueda tener una aventura. Mis experiencias hasta ahora han sido de lo peor así que tal vez este es el camino que debo seguir.

Sonrío para mí misma y sigo mi camino. Ya es de noche y debo de llamar a mi mamá, pero no puedo salir por toda la gente que está esperando afuera. Son padres de los chicos que los han estado esperando desde hace un buen rato pese al frío. No veo a mi mamá por ningún lado por lo que busco un teléfono público. No encuentro ninguno y termino cruzando la avenida. Veo que hay un chico lindo llamando por teléfono y me pregunto si veré chicos así si es que logro ingresar. ¡Bien! Él termina de llamar y ahora me toca llamar a mí. Introduzco la moneda de 50 céntimos y marco el número de mi mamá. Ella me pregunta dónde estoy y yo le digo que acabo de cruzar la avenida.

—Regresa ahora mismo. Ve a la puerta principal, ya no hay gente —me dice mi mamá y yo voy hacia allá.

Cuando la veo, mi mamá me sonríe y yo le digo lo que tanto he querido desde hace rato.

—Tengo hambre. ¿Tienes algo de comer?

—Una galleta de vainilla —responde ella y yo la acepto sin ganas.

—Es mejor que nada —digo y ambas nos dirigimos al paradero—. No me digas que vamos a ir en micro.

—No hay otra opción. Es la hora punta y todo está lleno de gente.

—Genial —respondo de mala gana.

Y es así como paso tres horas aplastada en un micro para llegar a mi casa. Si no estuviera acostumbrada a este ritmo de vida estaría muy molesta. Lo único que quiero es llegar a mi casa y dormir. Ni si quiera me importa ver los resultados. Creo que puedo esperar hasta mañana. Mi cuerpo ya no da más.

No obstante, una hora después de que llegué a mi casa, me voy corriendo a ver la página de la universidad. Abro los resultados y no puedo evitar sonreír. ¡Ingresé! Soy oficialmente una cachimba. ¡Voy a ser oficialmente una traductora!

Quiero decir algo más en voz alta, pero me he quedado sin palabras. Cuando mi mamá aparece, me felicita y me abraza. Supongo que debo lucir como una tonta porque ni siquiera puedo decir una sola palabra de lo que pienso. Me siento muy cansada, pero muy feliz de haber ingresado.

Nada puede ser mejor ahora.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora