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El lunes por la mañana me levanto como cualquier otro día, me miro al espejo un par de veces y realizo la rutina de siempre. Pero hay algo diferente en mí, algo que hace que todo me parezca gris y monótono en comparación con otros días. No tengo energía, solo hago todo por inercia.

Mi madre me pregunta cómo me siento y yo solo le digo que estoy bien. Ni siquiera yo creo en mis palabras, pero realmente no sé cómo debería sentirme. Estoy molesta por todo lo que pasó el sábado, pero al mismo tiempo me siento profundamente triste y decepcionada porque realmente no soy nada para él.

No le importo, eso es lo que terminé decidiendo ese día.

Salgo de mi casa y me dirijo a la escuela. No puedo pensar en nada bueno durante todo el camino así que solo observo a la gente caminar por la calle. Tal vez es por mi estado, pero creo que este no es un buen día para todos. Eso me hace pensar que tal vez los días de mierda aparecen esporádicamente en nuestras vidas y que nadie tiene escapatoria.

Al llegar a la escuela me cruzo con las mismas personas de siempre. En este momento no me concentro en sus rostros, solo sigo mi camino como alma en pena. No veo a mis amigas y no sé si quiero ver a los demás. Desde aquel día no he vuelto a saber de ellos.

Lola aparece de la nada y me saluda. Yo la saludo más por educación que por otra cosa. Sé que no debería molestarme con ella porque realmente no ha hecho nada, pero mi molestia es hacia todos en realidad. Tan solo quiero que todo acabe.

—Oye, Andra, ¿estás acá? Lola me pregunta de repente y por primera vez la miro.

—Por supuesto, estoy frente a ti —le digo e intento sonreír, pero no tengo fuerzas.

—Te he estado hablando desde hace rato y no has dicho nada hasta ahora —me reclama y yo tan solo me encojo de hombros—. ¿Acaso sigues molesta por lo que pasó el sábado?

Oh, de repente me duele la cabeza.

—Podríamos decir que sí. No es usual que alguien te cancele el mismo día que van a salir. Pero no debería sorprenderme siempre me han hecho eso —digo amargamente recordando todas las veces en las que mis amigos me han dicho a última hora que no pueden—. De ahora en adelante, si no quieren salir solo díganmelo cuando estamos planeándolo para que no vuelva a cometer la estupidez de querer salir con ustedes. Ahorraremos mucho tiempo si hacemos eso.

Después de eso nos quedamos en silencio. Lola sabe cómo me pongo cuando estoy totalmente enfadada y sabe que no es un espectáculo digno de ver. Pero aun así se queda a mi lado, supongo que es porque no hay nadie más con quien pueda estar. Alana aún no ha llegado y no habla mucho con los otros del salón.

En ese momento escucho una voz familiar y levanto el rostro. Por un momento, nuestras miradas se cruzan y siento como algo se endurece en mi pecho. Me duele verlo ahí tan feliz con sus amigos y amigas, pero no me importa. Aparto la mirada y evito cualquier tipo de interacción con él.

—¿Sigues molesta con Marco? —pregunta Lola.

—Por favor, no me hables de él —le digo y tan solo sigo en lo mío.

***

Por alguna razón las clases hoy parecen ser eternas. Miro mi reloj de mano una y otra vez, pero el tiempo parece pasar con una lentitud sorprendente. Esto es una pesadilla sobre todo porque Marco no se sienta muy lejos de mí y tan solo quiero alejarme de él. Me duele verlo, sobre todo me duele ver que está tan feliz, como si nada hubiera pasado.

Tal vez es porque a él nunca le has importado. Esa es la frase de recorrer mi mente una y otra vez. No hay nada más horrible que esa verdad porque entonces nada de lo que pasó entre nosotros fue real.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora